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Full text of "Cotidiano Mujer 2018 Notas Para La Memoria Feminista"

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Notas para la 

MEMORIA FEMINISTA 


Uruguay 

1983-1995 



Notas para la memoria feminista. 

Uruguay 1983-1995 

Edición: Cotidiano Mujer 
Compiladora: Lilián CeLiberti 
Corrección: María Lila Ltaif 
Diseño: Francesca Cassariego 

Foto de tapa: Hace 30 años publicamos esta foto en la revista 
Cotidiano Mujer y nunca supimos quien la hizo. Le estamos muy 
agradecidas. 

ISBN: 978-9974-8525-4-9 


Impresión: Imprenta Rojo 


Montevideo, julio 2018 



Indice 


Prólogo. 5 

Lucy Garrido 

1 Cotidiano Mujer, un texto, un contexto 

Lilián Ceiiberti. . 9 

2 Giros del futuro. Sorpresas del pasado. Los 
colectivos de mujeres y la lucha por el espacio público 

Graciela Sapriza . 47 


3 De la Concertación de Mujeres a la Comisión de 
Seguimiento de Beijing: espacios de coordinación en el 


movimiento de mujeres uruguayo hacia fines del siglo XX 
Niki Johnson . 87 

4 Feminismo negro, una apuesta emancipatoria 

Beatriz Ramírez Abella . 139 

5 Lo personal es político. Recepción y resignificación 
desde el feminismo uruguayo posdictadura 

Ana Laura di Giorgi . 163 

6 Mi cuerpo es mío. Movimientos de mujeres, derechos 
sexuales y reproductivos a fines siglo XX 

Susana Rostagnol . 195 











Prólogo 


Ahora que todo es tan rápido que existe un segundo 
y desaparece; que se atiborran de información tanto 
el amor como el odio pero byte a byte se olvidan; 
ahora que se vive tanto el presente que el futuro no 
tiene tiempo ni de soñarse, ¿por qué Cotidiano Mujer 
publica un libro sobre cómo era ser feminista en el 
Uruguay de los años 80, en el de los últimos 30 años? 
Para no perderse. Para no confundir lo intrínseco con 
lo anecdótico, que también vale. Para dejar constancia 
de que los derechos conquistados no cayeron del cie¬ 
lo, no son «servicios estatales». Son derechos. 

«Venimos de un feminismo nacido de la resistencia al terro¬ 
rismo de Estado, al autoritarismo y a la vejación del cuerpo 
en La tortura y la cárcel Un feminismo que tenía escasos 
conocimientos teóricos pero mucha rebeldía antiautoritaria 
y que asumió la escritura de un texto con borrones, con 
tachaduras, con diferentes letras, con subrayados contra¬ 
dictorios, pero irreverente y autónomo», dice Lilián Celiberti. 

Ahora que el 8 de Marzo casi no necesita explicarse, 
y que en la mayoría de las escuelas y liceos del país 
se habla de Los derechos de las mujeres, sepamos que 
hasta no hace mucho había quien preguntaba: «¿Y por 
qué los hombres no tienen un día?». Ahora que las es- 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


tudiantes chilenas ocupan las universidades y Las argen¬ 
tinas tiñen de verde el país. Ahora que en Uruguay hay 
matrimonio igualitario, aborto legal y cambio de género. 
Ahora cuando miles y miles de mujeres inundan las ca¬ 
lles de toda la región gritando que «América Latina va 
a ser toda feminista», recordemos cuánto costaba llenar 
una calle con nuestras consignas, cuán pocas eran las 
que se atrevían a proclamarse feministas o a participar 
en las primeras marchas del orgullo gay. Pero hagámoslo 
festejando las multitudes del hoy, la fuerza desplegada, 
la inteligencia irreverente de las nuevas generaciones y 
La diversidad del movimiento feminista. 

En esos años, soñábamos con que alguna vez se die¬ 
ra el «cambio cultural». No nos fijábamos mucho en 
cuántos feminismos había y nos llamaba la atención 
que en Europa discutieran tan encarnizadamente si el 
feminismo «de la igualdad» o el «de la diferencia». 
Creo que en el Uruguay, como en varios países de la 
región, aunque el debate se centrara en discrepancias 
doctrinarias, las fuimos olvidando mientras participába¬ 
mos del fin de las dictaduras y de la reconstrucción 
de democracias que, otra vez, y hasta tanto el cambio 
cultural no llegara, dejaban afuera a las mujeres. 

Tal vez por eso nuestras estrategias se dedicaban 
a «hacer visible lo invisible»: a llevar al debate 
público la violencia doméstica cuya existencia nadie 
reconocía, y mucho menos la necesidad de votar una 
ley en su contra; a denunciar el acoso callejero, 
el abuso sexual y la violación en el matrimonio. A 
cuestionar al prostituyente pero no a las trabaja¬ 
doras sexuales. A demandar que de la Universidad 
egresaran más mujeres. A que se reconociera que si 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


había igualdad ante la Ley debíamos tener derecho a 
cobrar el mismo salario por realizar Las mismas tareas y, 
ya que estábamos, a acceder a todos los puestos de 
trabajo a los que accedieran los varones. 

Hasta hace pocos años, todo eso era invisible. Tan 
invisible como el cambio cultural que seguía sin lle¬ 
gar. Invisible como las tareas de la casa que ningún 
hombre asumía, invisible como los derechos de las 
trabajadoras rurales y las trabajadoras domésticas 
o la doble discriminación de las mujeres negras. 
Como la participación política y la representación 
en los espacios de poder. Tan invisible como el 
derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y exigirle 
al Estado legalizar el aborto. 

¿Eso era una práctica hegemónica occidental? Todo 
ese feminismo estaba desestabilizando, como se dice 
ahora, al «sujeto abstracto masculino», pero no creo 
que lo hiciéramos «reproduciendo las cegueras colo¬ 
niales». Si el conocimiento es situado, lo hicimos como 
podíamos en ese momento histórico y esas luchas 
ayudaron a abrir el espacio para que emergieran más 
sujetos políticos, más demandas, más feminismo. 

O sea que finalmente el famoso cambio cultural llegó y 
está aquí, a la vuelta de la esquina. Por eso Los re¬ 
accionarios reaccionan. Está en la fuerza imparable de 
tanta gente, mujeres y hombres en las calles acompañan¬ 
do a todas esas muchachas que cantan lo que cualquier 
fundamentalista sabe: que el patriarcado se va a caer, 
se va a caer. Que se caiga. 


Lucy Garrido 


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Cotidiano Mujer, un texto, un contexto 


El feminismo ha recorrido la historia reciente desde las 
líneas de fuga de los cuerpos, mapeando dolores y 
placeres silenciados, cartografiando violencias, colocan¬ 
do el cuerpo como territorio de poder y a la vez de 
liberación. Ese cuerpo que, como dice Diana Maffía, es 
uno de los «saberes impertinentes» que articulan las 
dimensiones de clase, raza-etnia, género e identidades, 
disidencias sexuales, edad y capacidad física. 

La acción política del feminismo es una de las innova¬ 
ciones teóricas y políticas más importantes de la segun¬ 
da mitad del siglo xx y sus aportes son significativos en 
al menos dos dimensiones: el análisis de los sujetos y 
el de las relaciones de poder. Los movimientos feminis¬ 
tas han colocado entonces, en el debate tanto teórico 
como político, la cuestión de género en toda su com¬ 
plejidad, abriendo múltiples perspectivas para repensar 
Lo social, lo jurídico y lo político. 

Los movimientos feministas han centrado sus estrategias 
en la reelaboración simbólica y subjetiva de la experiencia 
social de las mujeres a través de infinidad de acciones 
subversivas y críticas. El principal Logro ha sido, precisa¬ 
mente, la constitución de estas como sujetos con capaci¬ 
dad para transformar su experiencia social en experiencia 


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política, haciendo visible que cuando Las experiencias vita¬ 
les de las mujeres ingresan en el debate público se descu¬ 
bren disonancias y contradicciones donde había aparentes 
unanimidades o consensos. Los espacios tomados como 
neutros y justos, como la familia, muestran en la voz de 
las mujeres sus matrices de desigualdad, dominación y 
violencia. Es esta acción crítica la que los feminismos lati¬ 
noamericanos introducen en la escena política a partir de 
la politización de problemas y disonancias que surgen de 
la subjetividad y de la vida cotidiana. 

Venimos de un feminismo nacido de la resistencia al 
terrorismo de Estado, al autoritarismo y a la vejación 
del cuerpo en la tortura y la cárcel. Un feminismo que 
tenía escasos conocimientos teóricos pero mucha re¬ 
beldía antiautoritaria y que asumió la escritura de un 
texto con borrones, con tachaduras, con diferentes Le¬ 
tras, con subrayados contradictorios, pero irreverente y 
autónomo. Se abrieron así diálogos y confrontaciones 
que colocaron en el debate público tanto los discursos 
como Las prácticas políticas. 

En nuestro novato feminismo disponíamos de pocos con¬ 
ceptos para analizar una experiencia personal y colectiva 
de tortura, silencio, dolor y muerte desde una perspectiva 
de género (es más, creo que en ese momento ni siquiera 
conocíamos esa categoría de análisis). Pero ese diálogo 
nos permitió abordar las vivencias, tanto individuales como 
colectivas, desde un lugar otro, menos épico, más humano, 
más desinhibido; mezclando lo pequeño y cotidiano con el 
miedo, la maternidad, la resistencia y la lucha por la sobre¬ 
vivencia. Ese diálogo fue una forma de construir feminismo 
haciendo el puente entre la militancia política partidaria y el 
naciente movimiento feminista en el Uruguay posdictadura. 


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Dice Elizabeth Jelin que la posibilidad de analizar la 
experiencia «no ocurre en individuos aislados sino in¬ 
sertos en redes de relaciones sociales, en grupos, 
instituciones y culturas. De inmediato y sin solución 
de continuidad, el pasaje de lo individual a Lo so¬ 
cial e interactivo se impone. Quienes tienen memoria 
y recuerdan, son seres humanos, individuos, siempre 
ubicados en contextos grupales y sociales específicos. 
Es imposible recordar o recrear el pasado sin apelar a 
estos contextos» (2002: 19). 

Si hoy podemos hablar de violencia de género en las 
dictaduras del Cono Sur es porque desde el feminismo 
se ha creado el espacio de enunciación colectivo que 
supone la existencia de un sujeto capaz de politizar su 
experiencia y abrir campos de disputa con otros actores 
acerca del sentido de esas experiencias. 

El objetivo de estas notas es recuperar algunos de los 
recorridos, las búsquedas y las miradas que fuimos 
construyendo como colectivo a través de la publicación 
Cotidiano Mujer. Aportar de alguna forma a la memo¬ 
ria colectiva requiere asumir presencia y autoridad en 
el terreno en el que se dirimen las significaciones, Los 
sentidos y los símbolos. 

Cuando cumplimos 25 años iniciamos una revisión de 
La revista Cotidiano Mujer con la antropóloga Serrana 
Meza. La propuesta fue realizar un recorrido desde su 
primer número (agosto, 1985) hasta el último (marzo, 
2013), deteniéndose en algunos períodos. Profundizó 
especialmente en la primera época, ya que esos años 
fueron fundamentales para la historia del país y del fe¬ 
minismo uruguayo. 


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Veremos cómo la historia, los sucesos, los cam¬ 
bios que se iban produciendo a nivel nacional se 
veían reflejados en la revista y en el propio mo¬ 
vimiento feminista. Pero también, aparece el movi¬ 
miento contrario: la incidencia del feminismo y de 
los movimientos de mujeres en la realidad urugua¬ 
ya, especialmente en el ámbito de lo político, en 
sentido amplio. 

Esta relación dialéctica entre el acontecer na¬ 
cional y el feminismo (expresado a través de la 
revista) va, al pasar de los años, ampliando su 
radio de acción. Cada vez más, se van traspasan¬ 
do las fronteras nacionales, acompañando —para 
criticar, sin dejar de actuar— la globalización. 
(Mesa: 2015) 1 


El FEMINISMO EN EL URUGUAY POSDICTADURA 

En agosto de 1985, se publica el primer número de 
Cotidiano Mujer. En formato tabloide, en blanco y negro 
y con ocho páginas. Sus notas resaltan la creación del 
sindicato de trabajadoras domésticas, Los grupos de 
mujeres como espacios de participación y creación de 
nuevas agendas políticas con entrevistas a representan¬ 
tes de plemuu (Plenario de Mujeres del Uruguay) y grecmu 
(Grupo de Estudios sobre la Condición de la Mujer en el 
Uruguay), a sindicalistas como Jorgelina Martínez en la 
conapro (Concertación Nacional Programática), el aborto, 
y se pregunta por qué son solo los hombres los que 
tienen la palabra. 


1 | Publicación en la web de Cotidiano Mujer, La revista está disponible en forma 
digital en <www.cotidianomujer.org. uy>. 


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Ya había pasado eL primer 8 de marzo en democracia 
convocado bajo la consigna Los mujeres no solo damos 
la vida: Queremos cambiarla. 

Las mujeres uruguayas dijimos en la calle el 8 de 
marzo Día Internacional de la Mujer, esta consigna 
aporta algo nuevo en la realidad social de nuestro 
país y resume una aspiración de protagonismo 
real de la mujer en el acontecer social. Comenza¬ 
mos a romper la coraza del silencio para conquis¬ 
tar la palabra y la opinión crítica y reconocernos 
mujeres que como tales tenemos algo específico 
que aportar. 

¿De dónde partimos? De una práctica y una re¬ 
flexión que nos demuestra aquí y allá la enorme 
participación de la mujer en nuestro país. En la 
lucha contra la dictadura, en la defensa de los 
derechos humanos, en la reorganización sindical, 
en la vida política, en las actividades culturales; en 
el tejido social todo. Sin embargo este hormigueo 
fecundo en la participación social se esteriliza y se 
angosta abruptamente en los niveles de decisión 
de cada uno de esos ámbitos que cuentan en su 
base a miles de mujeres activas. (Cotidiano Mujer, 
n.° 1, 1985) 

En el año 83, el multitudinario acto del Obelisco marcó 
simbólicamente el fin de la dictadura con un movimien¬ 
to social y político antidictatorial en la calle. Como en 
otros países de la región, el repudio al autoritarismo y 
las luchas por la sobrevivencia se articulan y son una 
emergencia clara del protagonismo de las mujeres. Es 
así que en enero de 1984 el plemuu realiza una mar¬ 
cha por la democracia y se integra a la Intersectorial, 


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un espacio de coordinación formado por dirigentes 
políticos y sindicales, los movimientos cooperativistas 
y de derechos humanos que tenía como cometido la 
resistencia. Era un espacio predominantemente mascu¬ 
lino a excepción de la representante de Familiares de 
Presos y Desaparecidos (Carmen Tornaría, en Sapriza 
(ed.), 1991). 

Para formar el colectivo Cotidiano Mujer comenzamos 
a reunimos en febrero de 1984 en casa de Anna María 
Coluzzi, nuestra amiga italiana feminista y sindicalista. 
Había que formar el equipo, el colectivo feminista que 
pudiera editar una revista. Comenzamos por convocar a 
quienes estaban organizadas en Los grupos de resisten¬ 
cia a la dictadura y a militantes que, individualmente, 
buscaban una expresión política construida a partir de 
una subjetividad no contenida en Los partidos de izquier¬ 
da y, en cierto sentido, en disputa con ellos. 

Nita Samunisky, integrante de Plenario de Mujeres del 
Uruguay (plemuu) en ese entonces, expresa Lo que era la 
tónica del momento político para organizarse y actuar. 

No hubo mucha reflexión, hubo un hacer y casi 
no hay tiempo para reflexionar. Al principio se for¬ 
maron espontáneamente grupos de mujeres que 
empezaron a hablar de lo que podían hacer, era 
la época de los caceroleos y los apagones. Las 
mujeres se sintieron importantes, porque se ente¬ 
raban de que había una caceroleada en el barrio 
y había que informar a las amigas, a las vecinas, 
se sentían muy motivadas porque tenían una ta¬ 
rea concreta y estaban haciendo algo. Después 
los grupos de mujeres empezaron a enterarse de 


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que había otros grupos de mujeres en otros lados 
y empezaron a organizarse. Se hacían reuniones 
muy numerosas. [...] Así fue que se organizó aque¬ 
lla movilización frente al Ministerio de Economía 
por la Canasta Familiar, se envió una carta al 
Presidente de facto de ese momento, Gregorio 
Álvarez, reclamando soluciones de tipo económico 
para las familias y posteriormente la marcha por 
18 de Julio, el 26 de enero, una semana después 
del segundo paro cívico. En ese momento lo que 
unía era la lucha contra la dictadura. (Samunisky, 
Cotidiano Mujer, n.° 1, 1985) 

En agosto de 1984, el espacio de coordinación Inter- 
social es sustituido por la conapro, compuesta por Los 
partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil y 
grupos empresariales. Su objetivo era el logro de acuer¬ 
dos mínimos para el proceso de transición democrática. 
Las diferentes organizaciones de mujeres se coordinaron 
para presionar a fin de que hubiese una mesa con sus 
demandas y propuestas. Los documentos elaborados 
por el grupo tanto dentro de la conapro como en la 
concertación de mujeres extraoficial formaron parte del 
plan de políticas para la transición democrática. En tal 
sentido, Carmen Tornaría expresa: 

La participación en la conapro significó la legitima¬ 
ción en el espacio público de las organizaciones 
de mujeres y de la existencia de una problemática 
específica femenina en el país. La discriminación 
de la mujer uruguaya ingresó en el debate público 
y fue incluida junto al conjunto de las demandas 
reconocidas como válidas. (Tornaría, en Sapriza 
(ed.), 1991: 41) 


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Pasadas las elecciones de 1984, todos Los otros grupos 
de La Concertación se dispersaron, mientras que las mu¬ 
jeres siguieron reuniéndose. Para Graciela Sapriza esta 
particularidad le dio una especificidad al desarrollo de 
la agenda política feminista en Uruguay. 

Este fue un espacio de ejercicio de pluralismo para 
los diferentes grupos que se constituyó luego en 
«ejemplar». Produjo materiales aprobados oficial¬ 
mente. Creó un estilo de «feminismo» en el marco 
de la transición democrática que tuvo un corte en 
1987, con la aprobación de la Ley de Caducidad y 
su respuesta en el movimiento pro referéndum en 
el que participó un activo sector de mujeres femi¬ 
nistas identificadas con los partidos de izquierda. 

Uno de los aspectos más salientes de esa activi¬ 
dad fue la de la instalación de la agenda feminis¬ 
ta en el espacio político, y en particular aquellos 
temas destinados a la defensa de los ddhh, con 
énfasis en la denuncia de la violencia doméstica 
y la promoción de los derechos sexuales de las 
mujeres. (Sapriza, 2015) 

A pesar de que Cotidiano Mujer, por su composición 
política de izquierda, tenía diferencias con respecto a 
la conapro como espacio de articulación de una salida 
negociada de la dictadura, no primó esta visión crítica 
para cuestionar La «concertación de mujeres». 

Las mujeres, en particular desde su rol tradicional de 
madres y amas de casa, fueron de las primeras en pro¬ 
testar contra las desapariciones y encarcelamientos ma¬ 
sivos; crearon organizaciones de familiares, desarrolla¬ 
ron el boca a boca de las noticias y la solidaridad con 


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las y los presos políticos, fueron y siguen siendo pilares 
de la memoria sobre los abusos de poder de militares y 
civiles. Su voz y sus acciones desafiaron las amenazas, 
el abuso, la arbitrariedad y las mil formas de violencia 
institucional de las Fuerzas Armadas en el poder. 

La resistencia a la dictadura, particularmente después del 
82, se caracterizó por movilizaciones sociales amplias, 
convocadas con un amplio protagonismo ciudadano, es¬ 
casos niveles de articulación y organización, pero con 
una fuerte presencia política partidaria. Por eso, después 
del Pacto del Club Naval 2 la estructura de los partidos 
políticos y algunos movimientos sociales con más historia 
y estructura, como el movimiento sindical y el cooperati¬ 
vismo, son los principales protagonistas de la transición. 


El movimiento feminista en América Latina 

En el mes de julio de 1981, más de doscientas 
feministas latinoamericanas se reunieron en Bogotá 
para conocerse, intercambiar ideas y hacer pro¬ 
yectos para el futuro. Hasta ese momento, Améri¬ 
ca Latina había permanecido aparentemente ajena 
al movimiento de liberación de la mujer. Si bien 
había grupos feministas en algunos países como 
México, Colombia o Brasil, no parecía existir un 
movimiento de proporciones continentales. Los he¬ 
chos daban ostensiblemente la razón a aquellos 


2 | El Pacto del Club Naval fue un acuerdo alcanzado el 3 de agosto de 1984 en¬ 
tre los jerarcas militares y representantes políticos del Partido Colorado, el Frente 
Amplio y la Unión Cívica para convocar a elecciones ese año. Se mantuvo la pros¬ 
cripción de candidato del Frente Amplio, Fiber Seregni; del Partido Nacional, Wilson 
Ferreira, y del Partido Colorado, Jorge Batlle. 


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o aquellas que veían al feminismo como un fenó¬ 
meno característico de los países industrializados 
pero sin futuro en América Latina y a las feministas 
como pequeñas burguesas que se habían entusias¬ 
mado con una moda y no se daban cuenta de 
que «le hacían el juego a los Estados Unidos». Sin 
embargo, el Primer Encuentro Feminista de Latinoa¬ 
mérica y el Caribe demostró que contrariamente a 
muchas predicciones, también existe un movimiento 
feminista en América Latina que ha crecido apre¬ 
ciablemente en los últimos años y no es una moda, 
no lo ha sido nunca. (Marysa Navarro, 1992: 261). 3 

En ese Primer Encuentro regional no participó ninguna 
uruguaya; seguramente ello se vincula con el momento 
particularmente dramático de la represión y el terror 
por la acción de la dictadura. El denominador común 
de quienes asistieron al encuentro, afirma Navarro, era 
el compromiso con cambios sociales profundos y el di¬ 
rigir sus actividades a las mujeres de los sectores más 
oprimidos, dando desde el inicio una impronta que re¬ 
ducía las propuestas liberales o reformistas. Este Primer 
Encuentro marca el inicio de un recorrido ininterrumpido 
de encuentros feministas que conforman una identidad 
política regional, más allá de la diversidad y pluralidad 
del movimiento. 4 

De alguna forma, en Uruguay la relación entre feminis¬ 
mo y movimiento de mujeres también estuvo signada 
por estas opciones. Mientras el movimiento de mujeres 


3 | Marysa Navarro, investigadora e integrante de Católicas por el Derecho a Decidir. 

4 | En el 2017 Uruguay fue sede del 14 eflac: «Diversas pero no Dispersas». 


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conjugaba una relación fluida con mujeres de todos 
los partidos, las escasas organizaciones feministas 
en el Uruguay estaban marcadamente ubicadas a la 
izquierda. 

Es recién en el III Encuentro Feminista en Bertioga (Bra¬ 
sil) que algunas mujeres uruguayas participan y traen 
sus ecos al país. Ana María Araújo publica en la revista 
Cotidiano Mujer : 

Analizar juntas nuestros caminos de lucha, nues¬ 
tros proyectos, nuestras esperanzas. Descubrir 
nuestras diferencias. Fundamentalmente, este III 
Encuentro Feminista fue un profundo testimonio 
de Pluralismo y de Diálogo. La capacidad de reco¬ 
nocer nuestros feminismos (así, en plural), aceptar 
nuestras distintas maneras de luchar y de «ser 
mujer», sin esquemas, sin dogmas, sin ideologías 
y tratando de enfrentarnos a nuestras realidades, 
fue seguramente, lo más rico, lo más fermental, lo 
más vivo del Encuentro. Venidas de todas partes 
de América, 860 mujeres supimos compartir nues¬ 
tras experiencias y saber escucharnos. La organi¬ 
zación del Encuentro, como en Colombia antes, 
como en el Perú luego, fue asumida enteramente 
por los grupos autónomos de mujeres de Sao Pau¬ 
lo, y desde el recibimiento hasta la despedida, se 
vivió un aire de libertad. La llegada de 70 mujeres 
chilenas, con grandes carteles que decían «Demo¬ 
cracia en la familia y en el país», fue emocionante. 

(Cotidiano Mujer, n.° 3, nov. 1989) 

A pesar de la escasa participación en los encuentros fe¬ 
ministas latinoamericanos, las elaboraciones y propues- 


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tas feministas circulaban en los talleres y cursos que 
organizaba grecmu y en Los intercambios con feministas 
que venían de otros países. 

Virginia Vargas, feminista peruana, integrante del grupo 
feminista Flora Tristán, analiza en su libro sobre los 
feminismos: 

La preocupación fundamental de los feminismos 
en los 80 se orientó básicamente a recuperar la 
diferencia de lo que significaba ser mujer en ex¬ 
periencia de opresión, develar el carácter político 
de la subordinación de las mujeres en el mun¬ 
do privado, sus persistencias y sus efectos en la 
presencia, visibilidad y participación en el mundo 
público. Al politizar lo privado, las feministas se 
hicieron cargo del «malestar de las mujeres» en 
ese espacio (Tamayo, 1997: 1), generando nue¬ 
vas categorías de análisis, nuevas visibilidades e 
incluso nuevos lenguajes para nombrar lo hasta 
entonces sin nombre: violencia doméstica, asedio 
sexual, violación en el matrimonio, feminización 
de la pobreza, etc., fueron algunos de los nuevos 
significantes que el feminismo colocó en el centro 
de los debates democráticos. Así, las feministas 
de los 80, como diría Nancy Fraser (refiriéndose 
a la violencia contra la mujer, pero con validez 
mayor), cuestionaron los límites discursivos esta¬ 
blecidos y politizaron problemas hasta entonces 
despolitizados, crearon nuevos públicos para sus 
discursos, nuevos espacios e instituciones en los 
cuales estas interpretaciones opositoras pudieran 
desarrollarse y desde donde pudieran llegar a pú¬ 
blicos más amplios. (Vargas, 2002) 


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El Uruguay posdictadura 
y la Ley de Caducidad 

En esos primeros años el eje de acción era abrir es¬ 
pacios de reflexión entre mujeres, en Los sindicatos, en 
Los barrios, entre las comunicadoras, orientados a La 
democratización «en el país y en La casa», como de¬ 
cían Las feministas chilenas. La aprobación de La Ley de 
Caducidad de La Pretensión Punitiva del Estado en 1986 
colocó al movimiento de mujeres frente a una opción 
política que significaba juzgar y castigar los crímenes 
de la dictadura o no hacerlo. Cotidiano Mujer estuvo 
entre Las organizaciones que promovieron la creación de 
una Coordinación de Mujeres por el Voto Verde. Había 
que juntar más de 600.000 firmas para poder realizar 
el referéndum que habilitara la derogación de la ley. La 
Comisión Nacional pro Referéndum (cNpro-R), estuvo en¬ 
cabezada por tres mujeres que representaban emblemᬠ
ticamente la acción devastadora de la dictadura: Elisa 
Dellepiane de Michelini, Matilde Rodríguez de Gutiérrez 
Ruiz y María Esther Gatti de Islas. Graciela Sapriza se¬ 
ñala que: 

Sin duda esta movilización por el Referéndum fue 
el episodio de mayor impacto en la vida política 
del Uruguay de la transición, pero causó una frac¬ 
tura en el heterogéneo grupo de «concertación de 
mujeres», alineándolas nuevamente en «feministas 
de izquierda» enfrentadas a las «feminista libera¬ 
les» (o Neoliberales, de acuerdo al léxico polémico 
de la época). (Sapriza, 2015) 

En realidad, no se dio desde mi punto de vista un 
debate que confrontara explícitamente las definiciones 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


de feminismo de izquierdo o feminismo liberal, entre 
otras cosas, porque muchas de las que militaban por 
«la condición de la mujer» no se autodefinían como 
feministas. 


Las primeras acciones estatales 

En el primer gobierno democrático se crea, en 1987, 
por decreto presidencial, el Instituto de la Mujer en la 
órbita del Ministerio de Educación y Cultura. Entre las 
feministas hay valoraciones diferentes, para algunas fue 
una acción declarativa que no implicó ningún cambio, 
para otras es un inicio promisorio de incorporar las 
cuestiones de género en la agenda política pública. Dos 
feministas fueron invitadas a participar del espacio: Nea 
Filgueiras, de grecmu, y Carmen Tornaría, de plemuu. 

Las diferencias políticas entre las organizaciones co¬ 
menzaron a explicitarse. Así publica Cotidiano Mujer los 
términos del debate: 

Para nosotras el feminismo es una propuesta po¬ 
lítica de cambio, es un protagonismo sin coop¬ 
taciones, es la reivindicación de la rebeldía y el 
derecho a la palabra y a acción. ¿Cómo hablar 
de salud de la mujer sin hacer referencia a las 
políticas de salud en el país? ¿Cómo hablar de 
violencia contra la mujer sin denunciar el poder de 
los medios de comunicación y una gestión pública 
que sigue asentándose en la violencia represiva (la 
tortura y malos tratos a los jóvenes, o los niños 
en el Consejo)? Sería más fácil claro, no tener que 
hacer referencia a esta problemática, sería más 


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22 





Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


simple que el país real fuera distinto. Pero no lo 
es y hablar de democratización de las relaciones 
sociales sin hacer referencia a la ausencia de 
democracia en la gestión pública (centralización 
de poderes, violación de los derechos ciudadanos, 
como sucede actualmente con el recurso de Re¬ 
feréndum y una prédica asentada en la vigencia 
de la doctrina de seguridad nacional) es, en el 
mejor de los casos una idealización y en el peor, 
una farsa. 

No es el clima de confrontación el que nos para¬ 
liza, es el país real el que nos obliga a opciones 
que debemos asumir con seriedad y franqueza. 
El movimiento de mujeres no avanza en labo¬ 
ratorio feminista a química pura, avanza en el 
protagonismo de las mujeres siendo construc¬ 
toras de su propia historia, en la convergencia 
de muchos movimientos parciales, cruzados por 
otras múltiples necesidades (amas de casa, tra¬ 
bajadoras, profesionales, estudiantes). (Cotidiano 
Mujer, 1988: 4) 


La izquierda y el feminismo 

Los feminismos latinoamericanos en sus expresiones ini¬ 
ciales (fines de los 70-80) provenían de militancias de 
izquierda y aspiraban a un cambio radical de la socie¬ 
dad. Al ponerle nombre a una experiencia propia, subje¬ 
tiva, dinamizaron, humanizaron, pusieron voz feminista a 
las aspiraciones de cambio levantadas por las izquierdas 
de ese período. Hacerlo significó, para esa generación, 
distanciarse del modelo de mujer que traían sus madres 
y que definía roles sociales y de familia. 


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23 





Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Las Luchas feministas se colocaron en rupturas (hasta el 
día de hoy) con otras concepciones críticas que priori- 
zaban una visión reduccionista del sujeto revolucionario 
y una perspectiva que establecía la dicotomía entre 
contradicciones principales y secundarias. Las luchas 
contra el patriarcado, contra el racismo, contra la hete- 
ronormatividad han creado nuevos sujetos y ampliado el 
espacio de la política logrando socavar profundamente 
esa perspectiva. 

La memoria de esas rupturas y construcciones es una 
tarea siempre actual: recuperar la historia es también 
una acción contrahegemónica para no silenciar y olvidar 
de dónde venimos y qué aprendimos de otras mujeres, 
de sus rupturas y de sus luchas. 

Las relaciones con Las izquierdas siguen siendo, como 
desde el principio, relaciones complejas, con momentos 
de desencuentros abismales. El feminismo se identifica 
con un campo de izquierda en solidaridad y disputa con 
el partidario. Por ello, las luchas feministas se han con¬ 
frontado con una cultura de izquierda y del pensamien¬ 
to crítico que continúa marginando campos del activis¬ 
mo político y tiende a reproducir una división obsoleta, 
teórica y práctica, entre «Lo político» como gestión del 
Estado y las relaciones sociales cotidianas en las que 
La exclusión social, el racismo y el patriarcado impactan 
en los cuerpos de las mujeres, sea por la violencia de 
género, por el abuso sexual o por La discriminación a la 
disidencia sexual. 

La hipocresía sexual de la izquierda uruguaya, escribía 
Lucy Garrido en las páginas de Cotidiano Mujer en 1990 
y definía dos grupos de hipócritas: 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


... aquellos que teniendo un pensamiento político 
global progresista, tienen también un pensamiento 
y una práctica reaccionaria no solo en cuanto a 
la sexualidad sino, en general, con respecto a las 
formas de las relaciones personales [...] 

Generalmente, esta combinación entre progresis¬ 
ta para una cosa y conservadores para otra se 
da de un modo grotesco y burdo, pero las más 
de las veces simplemente pasa desapercibida por 
insertarse en los parámetros que estamos acos¬ 
tumbrados a sentir como naturales en un mundo 
organizado sobre alienaciones varias. 

Los Hipócritas II son aquellos que mantienen una 
práctica liberal y un discurso deliberadamente 
conservador. En este grupo se encuentran los que 
en sus programas reivindican, por ejemplo, la le¬ 
galización del aborto, pero en las campañas elec¬ 
torales prefieren no agitar las aguas por las dudas 
de que el tema reste votos, y se encuentran, por 
supuesto, aquellas mujeres que habiendo abortado 
se oponen a su legalización porque estar a favor 
públicamente tal vez conlleve la censura social. [...] 

La izquierda se ha olvidado del objetivo primero y 
último de hacer política de izquierda: transformar 
las relaciones sociales actuales en aquellas que 
impliquen construir al hombre y la mujer nuevas. 
(Garrido, 1990, Cotidiano Mujer, II época, n.° 1) 

La presencia feminista en Los partidos de izquierda intentó 
abrir estas reflexiones. En el Frente Amplio la Comisión de 
Mujeres se creó en 1983 con representantes del Partido 
Comunista, el Partido Demócrata Cristiano, el Partido Socia¬ 
lista, el Partido por el Gobierno del Pueblo e independientes. 
Este espacio fue muy avanzado para el momento político. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


El Partido Comunista organizó en 1986 el seminario 
«La mujer uruguaya hoy». En la apertura Lila Dubinsky 
expresa lo que en ese momento era una opinión ge¬ 
neralizada entre militantes: que «es un tema complejo, 
polémico, que despierta tantas opiniones encontradas y 
en muchos casos se encara con recelo, aun por parte 
de las compañeras». A pesar de ello, la dirigente Rita 
Ibarburu 5 afirma que las comunistas «no tememos lla¬ 
marnos feministas, en tanto defensoras de Los derechos, 
de la igualdad de la mujer» (1986). 

También el Partido por la Victoria del Pueblo crea su 
Comisión de Mujeres, no sin tensiones en la interna. 
Con estas acciones y definiciones partidarias, en 1987 
se llega a convocar en el Palacio Sudamérica el Primer 
Encuentro de Mujeres del Frente Amplio que promueve 
y aprueba las bases de reivindicaciones impulsadas por 
las mujeres en diferentes espacios. 

La confrontación feminista con las izquierdas partidarias 
coloca en debate dimensiones radicales acerca de La li¬ 
bertad y la justicia, capaces de abrir nuevas perspectivas 
tanto materiales como simbólicas. Las izquierdas partida¬ 
rias han tendido a minimizar las dimensiones que atañen 
a las raíces patriarcales de las relaciones entre hombres y 
mujeres, la heteronormatividad, el sexismo y el racismo, en 
suma, el núcleo patriarcal de la exclusión. A pesar de ello, 
estas dimensiones se han expresado siempre y constituyen 
algunos de los ejes radicales que cuestionan e interpelan 
las limitaciones teóricas y emancipadoras de la izquier¬ 
da. Desde las calles y los territorios, las luchas contra la 
violencia de género, por la Legalización del aborto o las 


5 | Dirigente del Partido Comunista del Uruguay, periodista, ex presa política. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


resistencias al modelo neoliberal han creado escuelas po¬ 
líticas en acción que modifican las consignas y orientan la 
reñexión hacia visiones más radicalmente anticapitalistas. 

De Sousa Santos 6 invita a pensar lo impensado como 
eje del trabajo teórico y analiza cómo la «pérdida de 
Los sustantivos críticos, combinada con la relación fan¬ 
tasmal entre la teoría crítica eurocéntrica [...] no solo 
recomiendan tomar alguna distancia en relación al pen¬ 
samiento crítico pensado anteriormente dentro y fuera 
del Continente; mucho más que eso, exigen pensar lo 
impensado, o sea, asumir la sorpresa como acto cons¬ 
titutivo de la labor teórica» (2010: 19). 


Cuerpo, sexualidad y aborto 

Desde el primer número de la revista, en agosto de 
1985, una página entera estuvo dedicada a hablar del 
aborto: «¿Por qué solo Los hombres tienen la palabra?», 
escrito por Elvira Lutz. 7 

El eje era incorporar la experiencia social de las mujeres 
al debate público. 

Tenemos que hacer oír nuestra voz, hasta ahora La única 
que no se consulta. (Lutz, Cotidiano Mujer, n.° 1, 1985) 

La campaña por La legalización del aborto propiamen¬ 
te dicha comienza en 1989 y no todos los grupos 


6 | Boaventura de Sousa Santos (2010). Descolonizar el saber, reinventar el po¬ 
der. Montevideo: Trilce. 

7 | Feminista, partera, militante por los derechos sexuales y reproductivos. Redac¬ 
tara responsable de Cotidiano Mujer entre 1985 y 1987. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


de mujeres acompañan eL debate desde el principio. 
Para el 8 de marzo de ese año la Coordinación de 
Mujeres integrada por 14 organizaciones expresa en la 
proclama: «¿Quién de nosotras no conoce una mujer 
que no se haya practicado un aborto en condiciones 
deplorables? ¿Cuántas de nosotras pasamos alguna vez 
por esa experiencia?... porque creemos que este tema 
debe dejar de ser vergonzoso, menor y oculto, es que 
exigimos la Legalización del aborto» (Proclama del 8 de 
marzo de 1989). 

Algunos meses después, Cotidiano Mujer publica el Libro 
Yo aborto, tú abortas. Todos callamos..., con eL objetivo 
de 


promover la difusión y discusión de un tema hasta 
ahora tratado por técnicos médicos, técnicos juris¬ 
tas, técnicos políticos, técnicos teólogos, en sus di¬ 
ferentes ámbitos; todos con por lo menos una cosa 
en común: ninguno puede embarazarse y por lo 
tanto, muchos de ellos no aceptan las razones que 
hace que miles de uruguayas abortemos al año. 
Queremos con este libro contribuir a que seamos 
las mujeres las que diciendo aborto en voz alta, 
obliguemos a la sociedad a reconocer que el ejer¬ 
cicio de nuestra sexualidad no está regido por la 
capacidad reproductiva; que la maternidad no es 
«destino divino» sino libre opción. (Editorial Coti¬ 
diano Mujer, noviembre 1989) 

Las narrativas y Los discursos feministas se construyen 
en la acción colectiva y en eL debate e intercambio en¬ 
tre esas experiencias y la investigación y acción teórica 
del feminismo a nivel internacional. La centralidad de 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


la sexualidad y el cuerpo aparece como una temática 
estructural del feminismo. Es sobre el cuerpo que actúan 
Los múltiples controles patriarcales para disciplinar y 
controlar el lugar de sometimiento de las mujeres y su 
capacidad de decisión. En todas las épocas el cuerpo 
de las mujeres y las diversidades sexuales han estado 
en el centro de proyectos autoritarios. 


LOS DEBATES HACIA LA 

IV Conferencia de Naciones Unidas 

Los encuentros feministas latinoamericanos y caribeños 
de los años 80 y 90, aun con su diversidad y multipli¬ 
cidad de experiencias, lograron crear una identidad po¬ 
lítica feminista que fue construyendo las voces públicas 
para una interpelación radical a la sociedad en todas 
Las áreas. 

En los años 90 el debate sobre la profundización 
democrática puso en el centro la relación del movi¬ 
miento de mujeres con Los Estados y las estrategias 
para incidir en los procesos de democratización. Las 
organizaciones feministas creadas en cada país y Las 
redes regionales que comenzaron a articular temáticas 
y agendas visibilizaron las demandas feministas y han 
sido importantes actores en la articulación de Los mo¬ 
vimientos de mujeres. 

En 1993 algunas organizaciones convocaron a apoyar 
La designación de Virginia Vargas, feminista peruana, 
como representante de la sociedad civil en el proceso 
de preparación de la IV Conferencia de la Mujer de 
Naciones Unidas a realizarse en Beijing en 1995. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


La realización de la eco 92 en Río de Janeiro, la expe¬ 
riencia feminista en el Planeta femea, 8 así como la par¬ 
ticipación feminista (en un menor número de mujeres) 
en la Conferencia de Derechos Humanos en Viena en 
el mismo año fueron antecedentes importantes para la 
convocatoria a constituir una coordinación regional hacia 
Beijing. 

En todos Los países de La región se sumaron muchos 
grupos feministas y se crearon diversos espacios de 
confluencia e intercambio entre las redes temáticas, 
sectoriales e identitarias, creándose una nueva forma de 
organización: las coordinaciones nacionales y subregio¬ 
nales que posibilitaron una agenda de América Latina 
y el Caribe que iba más allá de la suma de todas Las 
agendas y habilitó un marco político para debatir la 
agenda global. Sin embargo, esta capacidad de organi¬ 
zación, de propuesta y de incidencia hacia, durante y 
después de la Conferencia de Beijing terminó generando 
una de las mayores divisiones en el movimiento feminis¬ 
ta latinoamericano que hasta el momento había tenido 
«aparente» unanimidad. 

El Encuentro Feminista realizado en El Salvador en 1993 
es la antesala de ese debate. En El Salvador comienza 
a expresarse la polarización entre impulsar acciones y 
demandas al mundo institucional o mantenerse en una 
crítica radical antisistémica. Eda Gavióla 9 plantea que 

8 | Conferencia de Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo (eco 92) se rea¬ 
lizó del l.° a 4 de junio. Las organizaciones sociales participantes en las actividades 
paralelas se organizaron en diferentes carpas distribuidas en el Aterro do Flamengo. 
Las mujeres crearon el Planeta Femea. Teniendo como eje la diversidad y la soli¬ 
daridad, se debatieron los modelos de desarrollo y su relación con la naturaleza, 
la biodiversidad, biotecnología, la alimentación, la agricultura, la violencia hacia las 
mujeres y muchos temas fundamentales para la sobrevivencia del planeta. 

9 | Feminista chilena, historiadora. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


hay que actuar «desde fuera del sistema, ya que no 
queremos ser cómplices de ese sistema que además 
nos roba el discurso», 10 mientras que Magali Pineda 11 
insiste en la diversidad de contextos de América Latina 
y la necesidad de tener un sentido de la oportunidad 
para no perder el sentido como movimiento. 

Es en el Vil eflac, realizado en Chile en 1996, que el 
debate se polariza y se producen rupturas significativas. 
Las diferentes corrientes del feminismo que en 1993 ya 
habían fundamentado sus diferencias no Logran convivir 
en un espacio común. Según Margarita Pisano (2004), 12 
la división se debe a que: 

Hasta ahora dentro del movimiento feminista, hemos 
convocado a las mujeres con un doble mensaje: a 
espacios libertarios y gozosos desde nuestras histo¬ 
rias de oprimidas, urgiéndolas a romper los límites/ 
ilimitados que los varones nos han señalado y que te¬ 
nemos internalizados. Sin embargo, la mayoría de las 
feministas terminan por proponer políticas basadas 
en nuestras carencias, listas de demandas por igual¬ 
dades que nos hacen perder la visión política y que 
terminan por fragmentarnos dentro de la feminidad. 13 

Un clima agresivo, con acusaciones de traición y usurpa¬ 
ción de la «representatividad» del movimiento por parte 
de las autoproclamadas autónomas pautó una de las peo¬ 
res experiencias políticas que vivimos en el eflac de 1996. 


10 | Video del VI Encuentro Feminista. Disponible. 

11 | Feminista dominicana, socióloga, fundadora de cipaf. Murió en 2016. 

12 | Feminista chilena, arquitecta. 

13 | Margarita Pisano (2004). El triunfo de la masculinidad. <Fem-e-libroshttp pma- 
yobre.webs.uvigo.es/pdf/pisano.pdf>. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Demandar, negociar, hacer lobby —dirá María Ga- 
lindo— están basados en la ética liberal que hace 
de los movimientos sociales entes sin vida, sub¬ 
sidiarios y legitimadores de las políticas de do¬ 
minación y opresión, bajo consensos forzados a 
los que llegamos de los cabellos jalados por los 
valores y las lógicas patriarcales. 14 

En todos los movimientos sociales y en diferentes 
contextos históricos, el dilema entre lo posible y Lo 
deseable ha estado planteado con más o menos dra¬ 
matismo. Sin embargo las demandas sociales son cla¬ 
ves en el análisis y la conformación de los movimien¬ 
tos sociales como actores políticos que disputan el 
orden social 

Después de la Cuarta Conferencia Mundial sobre La 
Mujer de 1995, en Beijing, la dinámica principal de tra¬ 
bajo de las organizaciones de mujeres y feministas que 
acompañaron esa agenda se trasladó a los escenarios 
nacionales como espacios de verificación de los posibles 
avances y logros Legislativos, institucionales y políticos, 
sin abandonar los espacios de intercambio regionales, a 
través de seminarios, publicaciones, encuentros y forma¬ 
ción de nuevas redes. 

Como bien plantea Giulia Tamayo: «A los movimien¬ 
tos de mujeres a escala local les tocaba actuar sobre 
(¿ante?, ¿con?, ¿dentro?, ¿desde?) la institucionalidad 
estatal, teniendo bajo el brazo la carta de los acuer¬ 
dos y Los compromisos internacionales. Sin embargo, 


14 | Video eflac en Chile 1996. Disponible en YouTube. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


el desmesurado viraje de la acción política feminista 
en estrategias centradas en Los estados ( stote-centric 
strategies ) ha acabado por generar algunas complicacio¬ 
nes» (Tamayo, 1998). 

Es así que la segunda mitad de los 90 estuvo signada 
por una cuestión central: ¿qué lugar deben ocupar los 
esfuerzos por institucionalizar las políticas de equidad 
en contextos de agudización de las exclusiones y des¬ 
igualdades sociales? Los logros, aun siendo importantes, 
parecían magros frente a los desafíos de incorporar al 
debate público La equidad de género como eje de la 
construcción democrática. 

Las políticas macroeconómicas neoliberales, los acuer¬ 
dos comerciales, las políticas de ajuste pasan a ser 
los ejes de Los debates, seminarios y la creación de 
nuevas articulaciones feministas. En ese contexto, la 
lucha por los derechos de las mujeres requiere una 
visión estratégica de futuro, en la cual la autonomía 
de las agendas feministas no estaría definida solamen¬ 
te por la defensa del discurso y el espacio propio, 
sino también por la articulación de esa agenda con 
las dinámicas democráticas de las sociedades, por la 
construcción de organizaciones que contemplen es¬ 
pacios contestatarios y alternativos de pensamiento y 
acción, capaces de procesar no solo lo posible sino 
Lo deseable. Esta vinculación de la lucha feminista con 
las luchas democráticas nunca dejó de ser importan¬ 
te; sin embargo adquiere un nuevo giro en cuanto a 
dedicación de esfuerzos organizativos y producción de 
conocimientos (Celiberti, 2003). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Pluralidades y diversidades 

Una de las características centrales de los feminismos 
latinoamericanos ha sido su crítica radical a las formas 
múltiples de la discriminación de las mujeres. Esto ha 
permitido la conformación polifónica, mestiza y plural de 
un movimiento que recupera voces y presencias, cues¬ 
tionando, en este proceso, la hegemonía de las visiones 
universalistas. 

Ponernos en diálogo significa un esfuerzo teórico, político 
y personal para construir otras categorías y otros abor¬ 
dajes que posibiliten romper las formas hegemónicas de 
clasificación. Incluso la posibilidad de pensar los proble¬ 
mas simultáneamente desde la perspectiva de género, 
cultural, ecológica, económica y social crea nuevas ca¬ 
tegorías y preguntas. ¿Cómo descolonizar la perspectiva 
universalista? ¿Qué perspectivas e intercambios hay que 
profundizar y/o revisar? ¿Qué tensiones y diferencias 
se aprecian desde la perspectiva de las mujeres indíge¬ 
nas y afro en relación con esta articulación? Avanzar 
en nuevas concepciones supone recorrer un camino de 
rupturas teóricas, descolonizaciones y cuestionamientos 
simultáneos al etnocentrismo, al patriarcado, a la hete- 
ronormatividad. Supone diálogos y confrontaciones que 
abren espacios de conflicto tanto en los discursos como 
en las prácticas políticas (Celiberti, 2012). 

El desarrollo del movimiento de mujeres y feminista 
abrió el espacio para la expresión de diversas experien¬ 
cias diferenciadas, por momentos conflictivas. El recono¬ 
cimiento de la diversidad y de las identidades feminis¬ 
tas es uno de Los temas más complejos e interesantes 
de este proceso que tiene profundas implicancias, tan- 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


to teóricas como prácticas, para repensar los caminos 
emancipatorios de la humanidad. Las mujeres afro, las 
indígenas, las lesbianas cuestionaron la percepción de 
una identidad femenina unificada. Se hizo necesario 
nombrar, identificar, reconocer cada especificidad para 
abrir los espacios a solidaridades y acciones comunes. 
Las páginas de Cotidiano Mujer en 1991 dedican el nú¬ 
mero 2 de la época II a analizar identidades silenciadas 
en el feminismo en Uruguay: las Lesbianas y las muje¬ 
res negras. 15 Acerca de las mujeres negras se plantean 

dos enfoques, el de Elsa do Prado, que se reconocía 
públicamente como feminista independiente, y el de las 
militantes de la organización Mundo Afro, creada en 
1988 para abordar la problemática de la población afro 
en el país. Elsa do Prado propugna una organización 
específica de mujeres negras: 

En Uruguay las oportunidades de reunirse de las mu¬ 
jeres negras han sido pocas y esporádicas, aunque 
existen entidades negras mixtas, no hay un espacio 
autónomo de la mujer negra, que contemple su es¬ 
pecificidad y permita hacer su propio proceso de 
liberación. Tampoco en las organizaciones de mujeres 
ya existentes, esta especificidad está incorporada, so¬ 
mos las propias negras quienes tenemos que crear 
ese espacio poniendo en común nuestras vivencias y 
nuestras propuestas con otras mujeres e intentar así 
transformar nuestra realidad de mujer negra. 


15 | En ese momento no se utilizaba el concepto de afrodescendientes, que es 
una categoría política elaborada por las organizaciones activistas en el proceso de 
trabajo hacia la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, 
la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, realizada en Durban, Sudáfrica, 
en 2001. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Mundo Afro es una organización mixta, pero tiene una 
Comisión de Mujeres. Beatriz Ramírez reconoce que la 
mayoría de la militancia son mujeres y que ocupan el 
cincuenta por ciento de la directiva. 

La gran apuesta de la Comisión de Mujeres de 
Mundo Afro y de la organización toda, es dejar 
de contar anécdotas sobre las expresiones de 
racismo. No queremos interpretar más queremos 
transformar. [...] Tenemos que rescatar nuestra 
cultura como mujeres oprimidas a través de una 
historia donde desde nuestros inicios fuimos 
desposeídas de nuestros maridos, de nuestros 
hijos, donde hemos ido ocupando los puestos 
más bajos. Somos todas nietas de fregonas. No 
hay una casa nuestra donde no haya habido 
una de aquellas abuelas que cocinaba, plan¬ 
chaba o lavaba para afuera. Por eso cuando 
en Uruguay se habla de ingreso masivo de la 
mujer al mercado de trabajo en la década del 
60, nosotras lo tomamos con ironía. Venimos 
de abuelas que desde hace muchos más años 
están incorporadas al mercado de trabajo en los 
peores puestos. (Ramírez, 1991, Cotidiano Mujer 
n.° 2, II época) 

En ese entonces ser feminista era una definición que 
debía enfrentar prejuicios y estereotipos que alejaban a 
muchos colectivos. Así lo expresa Beatriz Ramírez inter¬ 
pelada por Cristina Canoura en la entrevista citada. 

El tema del feminismo lo vengo procesando y leo 
todo lo que encuentro. Lo que pasa es que se 
entendía por feminismo hacerle la guerra a los 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


hombres. [...] estamos en una sociedad machista, 
tenemos una educación machista, nuestras madres 
tienen una educación machista. (Ibídem) 

Las mujeres negras tuvieron que constituirse como suje¬ 
tos interpelantes para cuestionar el pensamiento teórico 
feminista y sus liderazgos. Una disputa que surge de 
otros lugares de enunciación, de otras experiencias so¬ 
ciales, de otros dolores y marcas. 

En el mismo número, el editorial, titulado «Pasto a las 
fieras», habla del silencio de las organizaciones de mu¬ 
jeres en Uruguay sobre el lesbianismo. 

El feminismo uruguayo ha caído en una trampa: 
reivindicamos «ser dueñas de nuestros propios 
cuerpos, reivindicamos que nuestra sexualidad no 
es meramente reproductiva, que tenemos derecho 
al goce sexual pero... al eludir olímpicamente el 
tema del lesbianismo seguimos ciñendo nuestra 
sexualidad al modelo impuesto como «normal» 
que asimila la sexualidad a heterosexualidad. (Co¬ 
tidiano Mujer, 1991) 

Lo cierto es que la emergencia de los movimientos gais, 
lésbicos, transexuales, transgénero, queers colocó en de¬ 
bate la sexualidad pero también las fronteras que definen 
«la norma» y Lo normal. Estas subjetividades interpelan, 
cuestionan, reclaman y desestabilizan: «no aspiramos úni¬ 
camente a un espacio seguro para el sexo queer, sino 
también a nuevas posibilidades de identidad, de inteli¬ 
gibilidad públicos, cultura y sexo, que surgen cuando la 
pareja heterosexual deja de ser el referente o el ejemplo 
privilegiado de la cultura sexual» (Berlant y Warner, 2002). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Las personas que enfrentan un conflicto entre el género 
«correcto» que surge de su sexo, es decir, de los genita¬ 
les que al nacer marcan el ser varón o niña, y el género 
deseado cuestionan el orden binario hombre-mujer, y 
plantean también matices con relación a la construcción 
cultural de Los géneros como un mandato. A pesar de 
los condicionamientos, la violencia médica, psicológica y 
correctiva, las personas trans Logran salir de la cárcel 
que les marca su sexo, no sin dolor y discriminación. 
Cuando algunas corrientes impulsaron la participación de 
las trans feministas en los Encuentros Feministas regiona¬ 
les, se dio un debate que adquirió, por momentos, signos 
violentos sin posibilidad de diálogo real. 

A pesar de las nuevas divisiones planteadas por esta 
decisión, el hecho de que Las mujeres trans ya estén 
participando en los encuentros feministas contribuye a 
enriquecer La perspectiva feminista y desencializar las 
identidades. Pone en cuestión nuestro ser «políticamen¬ 
te correcto», incomoda, perturba y deja a la luz La 
moralidad convencional que nos habita. Lohana Ber- 
kins 16 analizaba su participación en el movimiento de 
La diversidad sexual: «Nos instalamos allí fundamental¬ 
mente como víctimas, porque la autovictimización fue la 
estrategia que usamos para ser aceptadas. Varios años 
deberán pasar para autopercibirnos como personas con 
derechos o con una identidad propia, ni masculina, ni 
femenina», y cuenta cómo el encuentro con el feminis¬ 
mo las ayudó a pensarse desde un lugar de derechos, 
a la vez estableciendo una pugna significativa con una 
parte del movimiento. 


16 | Activista travestí argentina, defensora e impulsora de la identidad transgéne¬ 
ro. Murió en 2016. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


A diferencia de gais y lesbianas, dice Lohana, las y Los 
travestís no tienen opción en la visibilidad, no pueden 
elegir cuándo y cómo salir del «closet». Son visibles 
desde el momento en que eligen construirse una iden¬ 
tidad de género propia, trazando sobre sus cuerpos el 
entramado de esas identidades. 

Desnaturalizar las relaciones de género es una tarea 
intelectual y política que a la vez moviliza muchas ca¬ 
tegorías conceptuales como la división de lo público 
y lo privado, lo «natural» y lo cultural, Lo normal y Lo 
anormal. 

Los debates feministas profundizan y amplían las pers¬ 
pectivas teóricas. Así, Beatriz Preciado define alguna de 
las particularidades que introduce La perspectiva queer: 

las teorías queer y poscoloniales intentan llevar 
a cabo, análisis más complejos del poder y de la 
opresión, alejados de la lógica binaria de la do¬ 
minación (bien/mal, hombre/mujer, hetero/homo, 
gay/lesbiana, blanco/negro...) que deberían llevar a 
una resolución dialéctica más allá del género y de 
la sexualidad. Podríamos decir que las teorías queer 
trabajan con una noción de opresión transversal 
en la que el poder no se articula ni se resuelve 
en forma de oposiciones dialécticas. El rechazo del 
modelo revolucionario de abolición de sexos y de 
géneros como solución política está determinado 
por la necesidad de tener en cuenta los recursos 
de la identidad como posibles lugares estratégi¬ 
cos de acción política, sin que sean considerados 
simplemente efectos de un sistema de opresión o 
bases naturales de formación de comunidad. 


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La creación de nuevos sentidos y derechos, y la necesi¬ 
dad de disputarlos en el espacio público contribuyen al 
desarrollo de las políticos identitarias en que grupos y ac¬ 
tores/as sociales autodefinidos de acuerdo a identidades 
de género, cultura, opción/orientación sexual construyen 
interpretaciones y sentidos propios, y participan e inciden 
en la definición de las agendas públicas. Sin Los sujetos 
que los construyen, Los derechos son meras definiciones 
abstractas, entre otras cosas porque la fuerza hegemónica 
de la cultura heterosexual tiende a La «tolerancia» siempre 
y cuando no se cuestione el «orden natural de las cosas». 
Solo la voz de los sujetos constituidos en actores puede 
cuestionar ese orden «natural» y abrir horizontes para 
hacer de la sociedad humana un espacio habitable para 
todas las personas. 

Para el movimiento feminista un interrogante crucial es 
cómo avanzar en el debate político emancipatorio en con¬ 
textos tan complejos y desiguales: ¿qué lugar ocupan la 
crítica y los cuestionamientos?, ¿cómo podemos ampliar las 
voces de este debate? La violencia de género, la libertad 
de decidir sobre nuestro cuerpo y el aborto, el ejercicio 
pleno de la sexualidad ¿qué lugar ocupan en la lucha de 
todos Los movimientos sociales? ¿Cómo incorporar todas 
las dimensiones emancipatorias en las luchas concretas? 

Estos interrogantes no solo se cruzan con las posturas y 
herencias colonialistas y racistas que han incidido en las 
percepciones de los/las otros/as, sino que están atrave¬ 
sados por las desigualdades sociales entre los/Las actores. 

La práctica política feminista en diferentes países parece 
mostrar la importancia de una mirada abierta y plural ca¬ 
paz de hacer confluir las múltiples sensibilidades políticas 


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que surgen de la subversión de Los modelos hegemónicos. 
Y este es uno de los mayores desafíos y un nudo signifi¬ 
cativo para las subjetividades políticas de Los feminismos: 
¿podrán generarse los diálogos y las escuchas que hagan 
posible inaugurar un nuevo tiempo político en medio de la 
diversidad de sensibilidades, cuerpos y opresiones? 

Existen en el movimiento feminista corrientes antagónicas 
que se basan en expulsar de la «casa» a quienes pien¬ 
san y actúan diferente, muchas veces de forma virulenta, 
poniendo en cuestión Los postulados de una nueva sensi¬ 
bilidad política. El principal desafío que tenemos pasa por 
reestructurar el campo del deseo como propone Franco 
Berardi, pero también el del poder. «Reestructurar el 
campo del deseo, cambiar el orden de nuestras expec¬ 
tativas, redefinir la riqueza, es tal vez la más importante 
de todas las transformaciones sociales» (Berardi, 2014). 17 

Para esta transformación se necesita desterrar las Lógicas 
«fundacionales» tanto como el vanguardismo y la apro¬ 
piación de las experiencias colectivas. La creación de un 
nosotros desde el «mejor y único feminismo» que se auto- 
defina crítico, decolonial, popular o de cualquier otra forma, 
mientras se sustente en la expulsión de otras corrientes y 
niegue la pluralidad constitutiva de Los feminismos, no hará 
más que reproducir las viejas formas del pensamiento único. 

Un movimiento vivo necesita revisar conceptualmente las 
categorías, los mapas de ruta con los cuales hemos in¬ 
terpretado los problemas. Sospechar de las palabras y los 
conceptos para cuestionar Los mapas conceptuales con 
Los que hemos interpretado la realidad. 

17 | Berardi 2014, <http://www.eldiario.es/interferencias/bifo-sublevacion-afec- 

tos_6_319578060.html>. 


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Ponernos en diálogo significa un esfuerzo teórico, político 
y personal para construir otras categorías y otros abor¬ 
dajes que posibiliten romper las formas hegemónicas de 
clasificación. Incluso la posibilidad de pensar los proble¬ 
mas simultáneamente desde la perspectiva feminista, anti- 
rracista, ecológica, no binaria abre el espacio para crear 
nuevas categorías e interrogantes. Para poder crear una 
pedagogía de la alteridad, es necesario ver al otro/otra 
en su radical diferencia sin pretensión de asimilación y/o 
conquista. 


La palabra colectiva 

Oír Las voces de Los cuerpos en Las calles, las irreverencias 
y subversiones cotidianas es mantener abierta la reñexión 
de una epistemología feminista que permita articular di¬ 
mensiones que crecen muchas veces en mundos paralelos 
pero están presentes en «la palabra colectiva de abajo, 
esa que sacude al mundo cuando la tierra retiembla con 
epicentros de autonomía», al decir de los zapatistas. 18 

Construir esa palabra colectiva supone combatir en no¬ 
sotros/as Los resabios de pensamiento hegemónico co¬ 
lonialista y universalista. Enunciado así, parece una tarea 
sencilla, pero sabemos bien de sus dificultades y fraca¬ 
sos. Reconocernos en nuestras radicales diferencias, con 
nuestras historias y desigualdades, es un punto de par¬ 
tida para alianzas, complicidades y potenciaciones. Las 
luchas sociales reúnen subjetividades y miradas diversas, 
y solo cuando pueden unir sus voces el escenario unipo¬ 
lar hegemónico comienza a trastabillar y cambiar. 

18 | Congreso Nacional Indígena ezln, 3 de enero 2017 Disponible en <http://es- 
poirchiapas.blogspot.com.uy/2017/01/y-retemblo-ezln-y-cni-es-el-momento-de.html>. 


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Dice Judith Butler que «da la impresión de que en 
nuestra época se libra una guerra contra la ¡dea de 
interdependencia». Interdependencia y ecodependencia, 
dos principios centrales para pensar alternativas. Para 
Butler lo queer no alude a la identidad de una persona, 

sino a lo anómalo y peculiar, y por ello podría aplicarse 
también a cuando construimos «alianzas incómodas o 
impredecibles en la lucha por la justicia social, política 
y económica» (Butler, 2017: 75). 

Los esfuerzos deberían estar dirigidos a desplegar espa¬ 
cios colectivos autónomos, reinventando resistencias a la 
cultura patriarcal capitalista en todas sus manifestaciones 
consumistas, individualistas, violentas, racistas, coloniales, 
a explorar el espacio de la invención política creativa 
escapando también al juego político del Estado y de la 
representación. Ello no implica desatender la crítica o el 
cuestionamiento a las formas tradicionales de la política 
y Los Estados, pero solo reconstruyendo acción política 
desde la comunidad podremos construir formas de vivir 
más cercanas a un imaginario transformador. 

Nuestro principal desafío sigue estando en la posibilidad 
de aliarnos, de encontrar en el diálogo la fuerza para 
transformar nuestras vidas, romper el círculo de violen¬ 
cia y desvalorización, abrir espacios para poner palabras 
a nuestras experiencias y diversidades y construir poder, 
autonomía y fuerza política. Escribir el texto feminista 
con todas las voces, de eso se trata. 


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Ciros del futuro. Sorpresas del pasado. 

Los COLECTIVOS DE MUJERES 
Y LA LUCHA POR EL ESPACIO PÚBLICO 

Graciela Sapriza 


Resumen 

Trazo una línea de tiempo que da cuenta de los deveni¬ 
res del feminismo Local en las últimas décadas. Propon¬ 
go observar en forma crítica este acontecer en el país 
(teniendo en cuenta Lo que sucede simultáneamente en 
La región). Observar en particular cómo los logros (¿o 
conquistas?) del movimiento se pueden leer también en 
relación con los costos en conflictos en torno a lide¬ 
razgos y al desgaste de Los entusiasmos iniciales. Dejar 
planteados —como una tarea a futuro— Los desafíos 
que instalan los cambios tecnológicos en Los formatos 
de participación política, en particular en los movimien¬ 
tos de mujeres. Algunos apuntes en torno a las luchas 
feministas por el salario, el sufragio y los derechos 
civiles, y más adelante La participación de movimientos 
de mujeres en la transición a la democracia nos permi¬ 
ten mostrar en vivo esas contradicciones o paradojas, 
o esas contradicciones paradojales que caracterizan al 
proceso de construcción de Los feminismos. 


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Abstract 

My intention is to criticaLLy describe the ways ¡n which 
feminism has developed ¡n Uruguay and the región in 
the last few decades. The main aim is to look at how 
the achievements of the movement can also be seen 
as failures if we take into account the cost of conflicts 
surrounding Leadership and the loss of fresh enthusiasm 
since the beginning. The paper reñects upon the cha- 
llenges that technoLogical changes have introduced in 
regard to forms of participaron in the political arena. 
A few points related to the feminist struggle to achieve 
suffrage and later participation in the women’s move¬ 
ment during the last dictatorship and the transition to 
democracy will be useful to demónstrate the contradic- 
tions and paradoxes that characterize the construction 
of feminisms. 

Palabras claves: paradojas, historia, feminismos. 


Ciros del futuro. Sorpresas del pasado. 

Los COLECTIVOS DE MUJERES Y LA LUCHA POR EL ESPACIO 
PÚBLICO 


¿Las mujeres tienen una historia?, preguntaba Michelle 

Perrot en 1978. 

Hoy damos vuelta la pregunta y decimos: ¿es posible 

una historia sin las mujeres? 

Hace poco publiqué un artículo —antecedente del que 
presento ahora— con la ¡dea de discutir en una línea 
de tiempo algunos devenires del feminismo local a lo 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Largo del siglo pasado. En ese texto (2015) asumía 
«resignadamente» que ya no vería más a las mujeres 
ocupando las calles, movilizadas, coreando consignas, 
reivindicando sus derechos, denunciando a gritos la 
violación cotidiana de esos derechos. Se pensaba 
—yo lo pensé— que se había terminado el ciclo de 
las manifestaciones masivas y reconsideraba la ¡dea 
de un feminismo latinoamericano «reconfigurado», 
convertido en un «amplio, heterogéneo, policéntrico, 
multifacético y polifónico» campo que se sostiene 
más allá de las organizaciones o grupos propios del 
movimiento stricto sensu (Álvarez, 1998: 265). Pero sin 
resignarme en definitiva, me preguntaba por qué no 
estaba contenta. Por qué no encantada por el llama¬ 
do estratégico que ofrecía ese campo discursivo de 
actuación-acción, dudando de si en realidad no sabía 
responder a ese desafío por ser una feminista forma¬ 
teada en la concepción de los movimientos sociales 
derivados de las luchas del siglo XIX reformulado en 
la década del 80 del XX como «nuevos movimientos 
sociales», pero que en ambos casos connotaba mani¬ 
festaciones masivas en las calles, movilizaciones «visi¬ 
bles, palpables y constantes» (Álvarez, id.). ¡Extrañaba 
esos «ríos de libertad»! 

¡En estos dos últimos años fui testigo de La espectacular 
transformación de ese «formato»! La desbordante multitud 
que conmemoró el 8 de marzo ocupando la avenida 18 
de Julio fue la contundente revelación que recibí en dos 
versiones de dos años consecutivos (2017 y 2018). ¡Mejor 
respuesta aún si relacionamos este acontecimiento Local 
con similares demostraciones en la región y el mundo! 

Da para sorprenderse y apostar a los bruscos giros del 
futuro. 


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Quizá eL pasado también reserve sorpresas. La histo¬ 
ria de las mujeres y del feminismo permite mirar en 
forma crítica las trayectorias de estos colectivos en 
el país y en la región en una línea de tiempo. Voy a 
señalar en particular cómo los logros, las conquistas 
se pueden leer asimismo como costos y conflictos en 
torno a liderazgos que contribuyeron al desgaste de 
Los entusiasmos iniciales. Algunos apuntes en torno a 
las luchas históricas por el sufragio y los derechos ci¬ 
viles, los movimientos de mujeres en la transición a la 
democracia y el transcurrir hacia la institucionalización 
del «feminismo» me permitirán mostrar en vivo esas 
contradicciones o paradojas, o esas contradicciones 
paradojales que, sin darnos respuestas —aún— sobre 
el «destino» de nuestro/s feminismos, permitan, al 
menos, conocer de dónde partir para inaugurar este 
nuevo tiempo. 


¿Qué SERÍA DE NUESTRA HISTORIA SIN ELLAS? 

Las mujeres fueron protagonistas de una revolución si¬ 
lenciosa a lo largo del siglo XX, que comenzó con las 
Luchas por los derechos políticos y civiles a comienzos 
del siglo y culminó en la década de los 70 con la fór¬ 
mula prodigiosa lo personal es político, consigna que se 
reformuló como democracia en el país y en el hogar a 
la salida de la dictadura, completando uno de los cír¬ 
culos virtuosos del derrotero feminista. 

Ya a fines del siglo XIX algunas pioneras, mujeres ex¬ 
cepcionales, levantaron la voz contra el sistema patriar¬ 
cal que las excluía de Los derechos políticos, civiles, 
laborales y culturales. Burguesas y obreras, liberales y 


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anarquistas que a pesar de sus diferencias —de dase, 
educación o proyecto político— coincidieron en el deseo 
de cambiar la vida. 

Coincidieron en la voluntad de modificar la situación 
de exclusión de los derechos —políticos, civiles, labora¬ 
les— a la que las sometían la Constitución que dio na¬ 
cimiento al país independiente en 1830 —excluyéndolas 
del derecho a votar y ser elegidas— y el Código Civil 
de 1868 que no les permitía administrar sus bienes ni 
elegir su residencia y menos proteger su vida en caso 
de adulterio. 

Las maestras compañeras de ruta de José Pedro Varela 
en su reforma escolar (1875) fueron pioneras del femi¬ 
nismo en Uruguay. María Abella creó en 1911 la sección 
uruguaya de la Federación Femenina Panamericana en 
el Ateneo de Montevideo. El primer Consejo Nacional de 
Mujeres (1916) y la Alianza Uruguaya para el Sufragio 
Femenino (1918) fueron impulsados por la maestra Pau¬ 
lina Luisi. 

Las trabajadoras se anotaron pronto en las luchas re¬ 
volucionarias. En 1881 el Comité de Mujeres Socialistas 
de Montevideo publicó una convocatoria a afiliarse a la 
Primera Internacional (AIT, Asociación Internacional de 
Trabajadores). Mercedes, una joven de 14 años, pro¬ 
movía en sus artículos en La Lucha Obrera (1898) la 
asociación de mujeres en sociedades de resistencia. Y 
en 1896, en las páginas del Derecho a la Vida (1896), 
La «mujer rebelde» afirmaba frente a sus compañeros 
revolucionarios: «Yo que soy mujer me creo perfecta¬ 
mente vuestra igual». 


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Tuvieron diferencias: las sufragistas redamaban la con¬ 
quista de la ciudadanía y consideraban el voto como 
piedra angular de todos Los derechos y las trabajadoras 
Luchaban por conquistar un salario igual para igual tra¬ 
bajo. Las dos corrientes pusieron en escena la cuestión 
femenina que, sumada a La cuestión obrera, acaparó el 
debate social en el 900. Sus luchas forjaron la moderni¬ 
zación del país acompasando con la inmigración masiva, 
la rápida urbanización, el inicio de la industrialización y la 
formación de las clases trabajadoras y las capas medias. 


Aliados estratégicos 

El proceso de reformas se encarnó en el proyecto bat- 
llista que moldeó esas propuestas y su resultado fue La 
transformación del Uruguay en un pionero Estado de 
bienestar que buscó plasmar la igualdad entre varones y 
mujeres. Se creó la Universidad de Mujeres en 1912, un 
año después se aprobó la Ley de Divorcio por Sola Vo¬ 
luntad de La Mujer, para compensar su situación de des¬ 
ventaja ante la sociedad, al decir de su autor, el filósofo 
Vaz Ferreira. Y en 1915 se promulgó La Ley de ocho horas 
de trabajo, un cerno particular del reformismo y logro 
primordial que indudablemente benefició a los dos sexos. 

La propuesta del voto universal que implicaba el pro¬ 
yecto de reforma de la Constitución propuesto por el 
presidente José Batlle y Ordóñez brindó a Las feministas 
La oportunidad de crear el Consejo Nacional de Mujeres 
(1916) y presentar un petitorio reclamando sus derechos 
ciudadanos, que infelizmente no se concretó en esa ins¬ 
tancia. Las sufragistas no se desalentaron, recurrieron 
a la argumentación, publicaron artículos y editaron su 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


propia revista, Acción Femenina (1915-1924), y negocia¬ 
ron apoyándose en los dirigentes más progresistas del 
espectro político hasta obtener el sufragio en diciembre 
de 1932. Logro opacado por el golpe de Estado de 
marzo de 1933. El sufragio femenino quedó postergado 
hasta la transición de 1938 en la que las mujeres vota¬ 
ron por primera vez. 

En 1938 las mujeres votaron por primera vez en 
Uruguay. Un periodista de la revista de difusión ma¬ 
siva Mundo Uruguayo entrevistó ese día a un amplio 
abanico de electoras: profesionales, amas de casa, 
maestras, empleadas y obreras. Después de recoger 
la satisfacción de las entrevistadas por haber vota¬ 
do, el artículo sintetizó en una frase un sentimiento 
popular y muy masculino: «Las mujeres votan, ¿qué 
más pueden pedir?». La respuesta no se hizo espe¬ 
rar, pronto se empezó a denunciar que con «el voto 
no alcanzaba». Sin embargo persistió por un tiempo 
ese sentimiento de la excepcionalidad uruguaya en el 
contexto latinoamericano que alentó el «mito» de la 
perfecta igualdad entre varones y mujeres en el Uru¬ 
guay de Los años 50. 

Paulina Luisi, la líder sufragista uruguaya, vivió ese epi¬ 
sodio como una «amarga cosecha» cuando observó que 
Las mujeres podían ser llevadas como «corderos de un 
rebaño» por Los políticos conservadores en elecciones 
impugnadas por Los sectores democráticos y abstencio¬ 
nistas —y también, por qué no, por las desavenencias 
entre ella (una «leader sufragista» reconocida interna- 
cionalmente) y las que se perfilaban como sus «suce- 
soras» o competidoras—. En las elecciones de 1942, en 
las que fueron elegidas las primeras cuatro legisladoras 


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de la historia del país, renunció a ser candidata del 
Partido Socialista. Doble renuncia, ya que en esa legis¬ 
latura (1943-1947) se aprobó la Ley de Derechos Civiles 
de la Mujer por la que había bregado toda su vida. Una 
mujer proyectada en la esfera pública que renunció a 
toda delegación política partidaria resulta, por lo menos, 
parad ojal. 

Quizá la misma paradoja que había iniciado este ci¬ 
clo a escala universal; los dogmas ideológicos de la 
Ilustración excluían y a la vez daban argumentos para 
cuestionar la exclusión. Esa impronta quedó grabada a 
fuego en las vidas y carreras profesionales de las mu¬ 
jeres que cruzaron y tensaron ese nudo. Como tal vez 
las marcas en las vidas de las generaciones de mujeres 
que las sucedieron. 

En las elecciones de 1942, fueron elegidas las primeras 
cuatro Legisladoras de la historia del país. Ese escaso 
número de parlamentarias se mantuvo por décadas 
—nunca llegaron a ser más del 3 por ciento del total 
del Legislativo hasta 1973— En aquella Legislatura in¬ 
augural (1943-1947) la Labor de algunas parlamentarias 
permitió que se aprobara la Ley de Derechos Civiles de 
la Mujer (1946). Se podría decir que allí se cerró una 
etapa. También, que a partir de allí comenzó a operar 
el mito de la igualdad entre hombres y mujeres en 
el Uruguay, junto al otro mito, el del país como una 
«Arcadia feliz», «excepción» en el contexto latinoame¬ 
ricano que la crisis manifiesta a partir de los 60 se 
encargó de desmontar. 


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LOS FEMINISMOS EN LAS DICTADURAS 
Y LAS TRANSICIONES DEMOCRÁTICAS 

Los 60 dejaron una fuerte impronta en la historia de 
Occidente. La revuelta juvenil se hizo presente. La gue¬ 
rra de Vietnam conmocionó la opinión pública y generó 
movimientos disidentes en diferentes países, incluso en 
el propio Estados Unidos. Creció un importante movi¬ 
miento juvenil de oposición a la guerra imperialista que 
se expandió en los campus universitarios, en los festiva¬ 
les de música, donde se sumaron al inconformismo del 
movimiento hippie las manifestaciones pacifistas. Estas 
movilizaciones se conjugaron con las del movimiento 
por los derechos civiles y la igualdad de Los afrodes- 
cendientes americanos. 

A fines de la década de 1960 en el mundo se comienza 
a plantear nuevamente la denuncia de la subordinación 
de la mujer. Esa década se ve hoy como el momento 
del surgimiento de nuevos valores culturales y la apa¬ 
rición de nuevos sujetos sociales que desde distintas 
perspectivas impugnan y critican el sistema y plantean 
nuevas utopías. Jóvenes, minorías étnicas, pacifistas, 
ecologistas se van sucediendo en Los países del mundo 
desarrollado. Hacia fines de la década, las mujeres to¬ 
man nuevamente las calles de las principales ciudades 
de Estados Unidos y de Europa occidental. 

Si la crítica feminista prendió y se difundió más allá de 
los núcleos donde surgió, fue porque puso en discusión 
algo más que el malestar de algunas mujeres en las 
sociedades altamente desarrolladas. En su discurso se 
identificaron mujeres de muy distintos orígenes sociales 
y de diferentes lugares geográficos. La consigna cambiar 


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la vida contenía varias dimensiones, tanto la material de 
las condiciones y calidad de vida de las mujeres como la 
de la esfera pública. Además hacía referencia al trabajo 
extradoméstico y al ejercicio de Los derechos de ciuda¬ 
danía, y afectó a la esfera privada: familia, matrimonio, 
crianza de los hijos, sexualidad, afectos. En lo político se 
plantearon nuevas formas de organización desechando 
las jerarquías partidarias, se intentó construir relacio¬ 
nes horizontales de igualdad. En Lo teórico se buscó la 
construcción de conocimiento en el que las mujeres y Lo 
femenino tuvieran un lugar en la historia humana y que 
diera cuenta de la división social del trabajo según los 
sexos, así como de las construcciones sociales sobre Lo 
femenino y lo masculino. Estas propuestas tuvieron dife¬ 
rentes significados a medida que se fueron conformando 
distintas orientaciones dentro del feminismo. Las polémi¬ 
cas y debates sobre tan diferentes tópicos signaron ya 
desde los 70 tres grandes orientaciones en el feminismo 
contemporáneo: el liberal, el radical y el socialista. 

En América Latina, sin embargo, los dos hitos marcan¬ 
tes fueron la experiencia de la Revolución cubana y las 
transformaciones de la Iglesia católica que se pusieron 
en marcha a partir del Concilio Vaticano II y su adap¬ 
tación al medio latinoamericano a través de la II Con¬ 
ferencia del Episcopado Latinoamericano celebrada en 
Medellín, Colombia, en 1968. En 1970 comenzó en Chile 
el gobierno de la Unidad Popular, materializando la «vía 
chilena al socialismo» propuesta por Salvador Allende. 
La ¡dea de la revolución como algo inevitable, por vías 
violentas o vías legales, ocupó el escenario del futuro. 

En los 60, la conjunción de posibilidad y urgencias dio 
por resultado aquello de «compañera» para construir el 


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futuro «en la calle y codo a codo». «La muchacha de 
mirada clara» se convirtió en símbolo de esa «nueva 
mujer» en la voz de Daniel Viglietti. A la que a su vez 
se le exigían «niños para amanecer». 

Para las mujeres jóvenes, particularmente las de clase 
media, «la política estaba en la calle» y sobre todo en 
las movilizaciones estudiantiles reflejo del incremento de 
la matrícula femenina en la enseñanza media y superior. 
Esas mujeres fueron protagonistas de una revolución 
cultural tangible. Al decir del escritor argentino Rodolfo 
Walsh, «las mujeres están haciendo la revolución dentro 
de la revolución, exigiendo un papel protagónico en la 
primera línea». Ingresaron a los movimientos de izquier¬ 
da, algunas se incorporaron a la guerrilla urbana y otras 
militaron en sindicatos y partidos políticos que pronto 
fueron ¡legalizados en el marco de la represión que se 
desató en la región en el período. 

Las dictaduras del Cono Sur troncharon proyectos y 
asfixiaron cualquier manifestación política, partidaria o 
sindical. Además de ser víctimas directas, las mujeres 
fueron mayoritariamente víctimas «indirectas», este es el 
rol en el que se las visualiza más a menudo como fami¬ 
liares de víctimas —madres y abuelas principalmente— 
Durante los doce años de gobierno militar, toda la po¬ 
blación del Uruguay vivió bajo el estado de terror. Entre 
1972 y 1984, aproximadamente 60.000 uruguayos fue¬ 
ron detenidos, secuestrados, torturados y «procesados» 
por la justicia militar. Alrededor de 6.000 personas fue¬ 
ron hechas prisioneras políticas —un número asombroso 
en un país con una población de apenas 3 millones de 
habitantes— Durante la dictadura, entre 195 y 210 ciu¬ 
dadanos uruguayos «desaparecieron»; muchos de ellos 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


fueron secuestrados en la Argentina, donde habían in¬ 
tentado infructuosamente buscar refugio, durante razzias 
realizadas con la cooperación de las Fuerzas Armadas 
argentinas. El uso sistemático del terror y su «confirma¬ 
ción» en las cárceles y cuarteles llenas de prisioneros 
operaron en el cuerpo social como un panóptico de 
control y miedo, provocando un repliegue de la pobla¬ 
ción a Lo más privado de lo privado como forma de 
preservarse y preservar la sobrevivencia. 

«El “golpe de Estado” [...] fue la punta del “iceberg” de 
un proceso autoritario cuyo rasgo sustancial fue el “Te¬ 
rrorismo de Estado”, dice Víctor Giorgi. Esto es: la aplica¬ 
ción sistemática del terror como instrumento político del 
Estado para someter al conjunto de la sociedad e impo¬ 
ner un cierto proyecto político. Sus efectos alcanzaron al 
conjunto de la población y se mantuvieron activos más 
allá de la recuperación de la democracia. La impunidad 
y el olvido bloquearon la capacidad del cuerpo social de 
elaborar esa experiencia histórica [...]. El terror es preci¬ 
samente eso: el ataque a la capacidad de pensar. Esta 
es la lógica política que se ha instalado en los países 
de La región a partir de la “salida” de la dictadura y que 
ha sido sistemáticamente utilizada desde el poder para 
manipular a la población» (Giorgi, 2003: 23-37). 

La «derrota» política significó para muchas militantes 
vivir el secuestro, la tortura y la cárcel como sufrimiento 
en el cuerpo. Esta situación no se redujo a Las muje¬ 
res directamente afectadas, las prisioneras políticas. El 
terrorismo de Estado se infiltró en la vida cotidiana de 
los/as ciudadanos/as por vías directas y por otras más 
sutiles. La tortura y la cárcel fueron piezas centrales de 
esa ingeniería opresiva. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Según eL informe de Serpaj (Servicio Paz y Justicia) 
(1989): «La tortura no es un acto irracional de carce¬ 
leros inescrupulosos, sino que se ha integrado como 
un instrumento de poder celosamente administrado. El 
objetivo es básicamente “quebrar” al prisionero/a, pero 
también, se puede afirmar que la tortura no se dirige al 
cuerpo del detenido sino a la sociedad en su conjunto, el 
castigado es el cuerpo social que se convierte en un pri¬ 
sionero multitudinario. En esta fase superior la tortura se 
ha transformado, siendo originariamente un método para 
hacer hablar a alguien, ahora busca acallar a todos». 

La masculinidad de los torturadores se afirmaba en su 
poder absoluto de producir dolor y sufrimiento. La tortura 
era parte de una «ceremonia iniciática» en los cuarteles 
y casas clandestinas adonde eran llevados los/as prisio¬ 
neros/as políticos. (Durante largos períodos permanecie¬ 
ron desaparecidos para sus familiares —forma efectiva de 
hacer «correr» la represión en el cuerpo social—.) Allí se 
despojaba a la persona de todos sus rasgos de identi¬ 
dad. La capucha, la venda en Los ojos impedían la visión 
generando mayor inseguridad. Para Los torturadores signi¬ 
ficaba no ver rostros, castigar cuerpos anónimos, castigar 
subversivos. Los guardias nombraban a los prisioneros con 
el término pichi, apócope de bichicome (vagabundo, men¬ 
digo), para indicarles que estaban en el último peldaño de 
la escala social. Era frecuente el uso de apodos de ani¬ 
males en Los oficiales a cargo de las torturas (también de 
números o nombres encriptados: Óscar/Óscares-OCOA; 
colores, para el SID: rojo), y los rituales que practicaban 
—música estridente, insultos, amenazas— eran «momentos 
de exaltación, cuando el torturador se sentía como Dios, 
con poder para reducir al/la otro/a a ser una víctima 
pasiva, a un cuerpo a ser penetrado». 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Todos los informes existentes sobre la tortura indican 
que el cuerpo femenino siempre fue un objeto «espe¬ 
cial» para los torturadores. El tratamiento de las muje¬ 
res incluía siempre una alta dosis de violencia sexual. 
Los cuerpos de las mujeres —sus vaginas, sus úteros, 
sus senos—, ligados a la identidad femenina como ob¬ 
jeto sexual, como esposas y como madres, eran claros 
objetos de tortura sexual. 

Se debe recordar que las mujeres detenidas eran en 
su mayoría jóvenes. Ivonne Trías consigna que en el 
período comprendido entre la inauguración del EMR2 de 
Punta de Rieles, en 1972, y 1976 el promedio de edad 
estaba en los 22 años. 


Palabras a pesar de todo 

El dolor elude la memoria y la puesta en palabras de 
esa experiencia. Los lacónicos testimonios de las vícti¬ 
mas publicados por organizaciones de derechos huma¬ 
nos subrayan la imposibilidad de expresar el sufrimiento 
total de la tortura. El lenguaje falla/fracasa al intentar 
expresar el horror, dando por resultado que su narrati¬ 
va se vuelva frecuentemente «algo banal», dice Franco. 
Son escasas las memorias que logran reproducir el 
efecto del miedo y la abyección. Allí el cuerpo se con¬ 
vierte en un repositorio de lo somático más que en una 
memoria verbal. 

La respuesta hoy sería palabras a pesar de todo, pala¬ 
bras para ser escuchadas por otros, para ser tensadas, 
hasta ser capaces de «inscribir en la memoria colectiva 
el trauma individual y social». 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


El régimen represivo afectó a las mujeres en su rol fa¬ 
miliar y de parentesco, en el núcleo de sus identidades 
tradicionales de mujeres y esposas. Desde esos lugares, 
las mujeres movilizaron otro tipo de energía, basada en 
sus roles familiares tradicionales, anclada en sus senti¬ 
mientos, en el amor y en la ética del cuidado —lógica 
que difiere de la política—. 

Dos tipos de acciones «típicamente femeninas» se die¬ 
ron en ese contexto: en la escena pública la creación 
de organizaciones de derechos humanos ancladas en el 
parentesco con las víctimas directas; en el ámbito priva¬ 
do, la lucha por la subsistencia familiar y la adaptación 
o cambio en función de las nuevas circunstancias. No 
es un simple accidente que las organizaciones de de¬ 
rechos humanos tengan una identificación «familística» 
(Madres, Abuelas, Familiares, Hijos, Viudas o Comadres). 
Tampoco es accidental que el liderazgo y la militancia 
en esas organizaciones sean básicamente de mujeres. 

Por otro lado, las mujeres debieron hacerse cargo del 
mantenimiento y la subsistencia familiar ya sea cuando 
Los hombres fueron secuestrados o encarcelados o ante 
Los cambios estructurales que se produjeron en las eco¬ 
nomías de Los tres países que con mayor o menor énfa¬ 
sis inauguraron economías abiertas, desindustrialización, 
desocupación, represión salarial y descenso dramático 
del salario real, lo que determinó su ingreso masivo al 
trabajo asalariado. Lo hicieron a veces en el espacio do¬ 
méstico hogareño, otras en iniciativas comunales tales 
como ollas comunes y pequeñas empresas cooperativas. 

Los regímenes militares implicaron transformaciones sig¬ 
nificativas en las prácticas cotidianas de hombres y mu- 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


jeres. El miedo y la incertidumbre permearon espacios 
y prácticas de sociabilidad, especialmente en espacios 
públicos extrafamiliares. El efecto de este cambio produ¬ 
cido por la represión de la dictadura limitó la amplitud 
de las redes y los vínculos sociales, «especialmente de 
los varones, al ámbito de la familia, del vecindario más 
próximo y del propio trabajo» (Olavarría, 2001, citado 
en Jelin, 2002: 106). Represión masiva y miedo obliga¬ 
ron a recluirse en los hogares y en la clandestinidad, 
situación que favoreció la atomización de la sociedad y 
la búsqueda de nuevas formas de respuesta al terroris¬ 
mo de Estado. 

En este contexto de crisis y autoritarismo es que re¬ 
surgen Los movimientos de mujeres. Las resistencias 
se encauzaron hacia otras formas de hacer política 
desde «lo privado de lo privado». En esos movimientos 
sociales, las mujeres y los jóvenes fueron los protago¬ 
nistas que propiciaron el nacimiento de un importante 
movimiento social —vertebrado por el feminismo— que 
se puso en evidencia en la transición a la democracia 
a través de masivas manifestaciones públicas y de la 
Lucha sostenida por la visibilización del papel protagó- 
nico asumido por Las mujeres en la recuperación de la 
democracia. 

El Pacto del Club Naval, realizado entre militares y de¬ 
legados de los partidos políticos en el año 1984, fijó 
un calendario para la transición de la dictadura a un 
gobierno democrático; por ejemplo, la fecha de realiza¬ 
ción de elecciones en noviembre de 1984. Paralelamente 
se establecieron las mesas de la Concertación Nacio¬ 
nal Programática (CONAPRO) como forma de garantizar 
«un cambio en paz». Estas reunían a representantes 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


de Los partidos políticos, movimientos sociales y grupos 
empresariales para tratar temas cruciales. Las mujeres 
organizadas solicitaron la instalación de una mesa es¬ 
pecífica para el tratamiento de su «condición». El 27 de 
diciembre se oficializó la Mesa Mujer en la Concertación 
Nacional Programática. El grupo aprobó cinco documen¬ 
tos: Educación, cultura y medios de comunicación, Mujer 
y trabajo, Salud, Status legal y Participación política de 
la mujer. Para el movimiento de mujeres La participación 
en esta arena fue importante en términos de romper 
barreras para la participación en las esferas de la polí¬ 
tica formal y para volver visibles en el debate nacional 
Los temas de mujeres. 


LO PRIVADO ES POLÍTICO 

Por primera vez empezaron a visibilizarse y a cuestio¬ 
narse temas hasta entonces ausentes en Los proyectos 
políticos, entre ellos el desigual reparto de poderes al 
interior de las familias. Las Luchas de algunos grupos de 
mujeres por recuperar la democracia se acompañaron 
del reclamo por «democracia en el hogar». Se resumía 
en esa bandera el cuestionamiento a las divisiones entre 
esfera pública y esfera privada que el «feminismo de la 
segunda ola» acuñó como concepto original en la con¬ 
signa revolucionaria lo privado es político. 

Pero más allá de esos dilemas perdura en las pro¬ 
tagonistas de aquellos días un sentimiento común e 
intransferible que refleja la intensidad de las experien¬ 
cias y emociones vividas, casi todas colectivas: «Era 
un momento de euforia, ¡los tiempos de Los que dis¬ 
poníamos! Vivíamos reunidas, discutiendo, mezclando 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Los debates políticos con Las historias de vida. Todo 
era mucho más colectivo. Yo no sé si eso se puede 
repetir» (testimonio de Lilian Abracinskas, citado en 
Sapriza, 2003: 114). 

La transición democrática trajo aparejada una (¡otra?) 
paradoja en el país. A pesar de la creciente participa¬ 
ción de las mujeres en La vida política, en las elecciones 
de 1984 no fue elegida ninguna parlamentaria titular. 
Los liderazgos sociales de las mujeres no se traducían 
en el incremento de la representación en La arena po¬ 
lítica tradicional. 

La dentista política Niki Johnson propone una explica¬ 
ción para esta paradoja. «Doce años de autoritarismo 
tuvieron como resultado La acentuación de la imagen 
masculina del poder, y el hecho de que en ese período 
Los partidos políticos se vieron forzados a funcionar en 
la clandestinidad significó también que la democracia 
interna disminuyó y La militancia de base —el lugar en 
el que hay mayor proporción de mujeres— fue fuerte¬ 
mente reducida. El hecho de que ninguna mujer fuera 
electa en las elecciones de 1984 para el Parlamento 
demuestra claramente que los roles de liderazgo ejer¬ 
cidos por las mujeres en los nuevos movimientos so¬ 
ciales durante la dictadura no se tradujeron en roles 
similares en los partidos políticos restaurados y en 
Las instituciones del gobierno democrático» (Johnson, 
2001: capítulo 3). 

La afirmación de que Los liderazgos políticos femeninos 
se «licuaron» en la confrontación entre movimientos 
sociales y partidos políticos —beneficiando a estos úl¬ 
timos— no impide ver la importancia que adquirieron 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


el movimiento de mujeres y el feminismo en el lustro 
siguiente a la transición a la democracia (1985-1990). 
Este se desarrolló y consolidó en varias corrientes y 
frentes, aunque se preservaron instancias de coordi¬ 
nación; por ejemplo, durante un tiempo prolongado, la 
«concertación de mujeres» se siguió reuniendo. 

La CONAPRO y las formas consensuadas de hacer po¬ 
lítica fueron dejadas de lado apenas asumió el nuevo 
gobierno del Partido Colorado en marzo de 1985. Pero 
mientras todos Los otros grupos de la Concertación 
se dispersaron, los de mujeres siguieron reuniéndose y 
Los documentos fueron utilizados dentro del movimiento 
como una herramienta de «concientización». Este fue un 
espacio de ejercicio del pluralismo para Los diferentes 
grupos que se constituyó luego en «ejemplar». Produjo 
materiales aprobados oficialmente. Trascendió fronte¬ 
ras. Creó un estilo de «feminismo» en el marco de La 
transición democrática que tuvo un corte en 1987, con 
la aprobación de la Ley de Caducidad y la respuesta 
del movimiento prorreferéndum en el que participó un 
activo sector de mujeres feministas identificadas con Los 
partidos de izquierda. 

Uno de Los aspectos más salientes de esa actividad 
fue la instalación de la agenda feminista en el espacio 
político, en particular de aquellos temas destinados a 
la defensa de Los derechos humanos, con énfasis en 
la denuncia de la violencia doméstica y la promoción 
de los derechos sexuales de las mujeres. De la misma 
forma, en el logro de la participación equitativa en la 
representación política y sindical el trabajo dentro de 
Los partidos políticos y en el frente sindical fue una 
parte no menor. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


El compromiso de las mujeres en la lucha 

POR LA VIGENCIA DE LOS DERECHOS HUMANOS 

El 22 de diciembre de 1986, el Parlamento aprobó 
la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del 
Estado, que otorgó impunidad a todos aquellos que 
habían violado los derechos humanos —en forma de 
tortura, secuestro y asesinato— durante la dictadura. 
Las madres y familiares de detenidos y desaparecidos 
uruguayos iniciaron una campaña para anular la Ley 
mediante el mecanismo del referéndum. Fueron tres 
mujeres emblemáticas las que presidieron la Comisión 
Nacional pro Referéndum (CNpro-R): Elisa Dellepiane de 
Michelini, Matilde Rodríguez de Gutiérrez Ruiz y María 
Esther Gatti de Islas. 

Lo trascendente de este hecho es que sometió a consi¬ 
deración de La sociedad —volvió explícitos— Los términos 
de la transición democrática. Durante dos años, la so¬ 
ciedad civil estuvo inmersa en el conflicto entre verdad 
y justicia, olvido y perdón. Este debate se dio a través 
del mecanismo democrático del referéndum, que se rea¬ 
lizó sin cuestionar la legitimidad del gobierno y además 
fue liderado por mujeres. Eduardo Galeano sintetizó esta 
paradoja en 1989: «Y por si fuera poca herejía nació de 
un grupo de mujeres y fue por ellas conducido. En este 
reino del machismo, donde las mujeres son un cero a 
la izquierda, donde no hay ninguna diputada, ninguna 
senadora, un puñado de mujeres ha sacudido a fondo 
la modorra colectiva...» (Galeano, 1989). 

Sin duda esta movilización por el referéndum fue el episo¬ 
dio de mayor impacto en la vida política del Uruguay, pero 
causó una fractura en el heterogéneo grupo de «concerta- 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


ción de mujeres», alineándolas nuevamente en «feministas 
de izquierda» enfrentadas a las «feministas liberales» (o 
neoliberales, en el léxico polémico de la época). 


Institucionalización del movimiento de mujeres. 

La agenda de Naciones Unidas en los 90 

En 1975 Naciones Unidas celebró en México una confe¬ 
rencia intergubernamental que estableció el Año Interna¬ 
cional de la Mujer. Respuesta al renacer del feminismo 
en ese período en Occidente, la iniciativa abrió un nue¬ 
vo espacio para los encuentros del movimiento social 
con actores institucionales tanto nacionales como inter¬ 
nacionales. En esa oportunidad se realizó el primer foro 
paralelo de organizaciones no gubernamentales de mu¬ 
jeres, Lo que propició el encuentro y la discusión y ela¬ 
boración de estrategias de trabajo de las organizaciones 
feministas incipientes. Allí se pudo observar que la ac¬ 
ción estaba afuera, en la multiplicidad de propuestas y 
eventos con que el movimiento internacional de mujeres 
acompañaba y confrontaba a la conferencia «oficial». 
Desde entonces esta modalidad de actividad paralela se 
ha convertido en una práctica cada vez más extendida y 
no solo para los foros de mujeres. Se fueron generando 
redes de organizaciones sociales no gubernamentales 
con creciente visibilidad, voz y poder. En la de Medio 
Ambiente de Río de Janeiro en 1992, en la Conferencia 
de Viena sobre Derechos Humanos de 1993, en la de 
Beijing de 1995, la lucha de Las organizaciones no gu¬ 
bernamentales fue por asegurar la representación de las 
voces e iniciativas de los foros paralelos en los docu¬ 
mentos y debates de las delegaciones gubernamentales 
oficiales (Valdés, 2003: 246; Jelin, 2003: 47). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Esta generación de un escenario para eL tema de la mu¬ 
jer por Naciones Unidas, iniciada en 1975 (y continuada 
en sucesivas conferencias de la Mujer en 1980, 1985 y 
1995), se acompañó con la canalización de recursos y el 
trazado de proyectos en los distintos países, así como en 
el apoyo a ONG y organizaciones de base y de mujeres. 
Se crearon oficinas y espacios especializados en el Sis¬ 
tema de Naciones Unidas, como UNIFEM e INSTRAW. Se 
avanzó en la legislación internacional con la aprobación 
de la Convención de Naciones Unidas sobre la Eliminación 
de toda Forma de Discriminación Contra la Mujer en 1979 
(CEDAW) y en 1994 con la Convención Interamericana 
para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la 
Mujer, conocida como la Convención de Belem do Pará. 

Para las mujeres latinoamericanas se abrieron nuevos 
espacios y nuevas instancias de coordinación. Los en¬ 
cuentros feministas de América Latina y el Caribe que 
comenzaron a realizarse a partir de 1981 contribuye¬ 
ron a generar una identidad feminista latinoamericana. 
Los contenidos de esos encuentros periódicos han ¡do 
marcando Los ejes de las reivindicaciones y estrategias 
institucionales de los movimientos de mujeres en cada 
país de la región y en el espacio de las organizaciones 
de Naciones Unidas (Valdés, 2003: 247). 

Simultáneamente surgieron en la región las redes te¬ 
máticas especializadas. La creación de la Red de Salud 
de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe en 1984 
inició una nueva forma de intercambios y de acción 
coordinada de mujeres del movimiento. En 1988 se creó 
la Red de Educación Popular entre Mujeres, y en 1990 
la Red Latinoamericana y del Caribe Contra la Violen¬ 
cia Doméstica y Sexual. Siguió la creación del Consejo 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Latinoamericano de Los Derechos de la Mujer (CLADEM). 
Aunque estas redes son regionales, el escenario de 
acción política fundamental es nacional, al demandar 
cambios frente al Estado nacional. 

Este período fue acompañado por una creciente legitimi¬ 
dad y reconocimiento de las demandas deL movimiento 
de mujeres. Tanto las organizaciones sociales como las 
instancias gubernamentales ingresaron en un proceso 
de institucionaLización para canalizar sus demandas. A 
las mujeres deL movimiento se Les presentaron opcio¬ 
nes estratégicas que derivaron en dilemas y conflictos 
acerca de cómo actuar frente al Estado y las institu¬ 
ciones internacionales. Un sector de mujeres optó por 
la estrategia definida como acción autónoma frente a 
la institucionalidad estatal e internacional. Subyacía en 
esta postura la sospecha de que la incorporación insti¬ 
tucional terminaría en la cooptación de los liderazgos y 
de la agenda feminista, dando por resultado una rearti¬ 
culación deL patriarcado y no un cambio significativo en 
el lugar social de las mujeres (Valdés, 2003: 249). 

El sector mayoritario del movimiento optó por la estra¬ 
tegia de incidir en la formulación de políticas específicas 
para mejorar La situación de asimetría de las mujeres 
a partir de su capacidad técnica y profesional, con el 
objetivo de impLementar las propuestas deL movimien¬ 
to desde la institucionalidad pública, entendiendo el 
acceso a puestos de decisión como parte de la Lucha 
por la ampliación de la ciudadanía. Estos conflictos se 
produjeron en la carrera previa a la realización de la IV 
Conferencia de Naciones Unidas para la Mujer que se 
realizaría en Beijing en 1995. De hecho, la agenda de 
Naciones Unidas pauta el proceso de institucionalidad 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


de género que despunta en la región en los años 90. 
En varios países las militantes feministas se integraron 
a los nuevos gobiernos democráticos y desde esos lu¬ 
gares se propusieron desarrollar instituciones y progra¬ 
mas gubernamentales para mejorar la condición de las 
mujeres. Los asuntos de las mujeres adquirieron mayor 
visibilidad, y aunque no todos los gobiernos se compro¬ 
metieron con las metas propuestas desde esa institu- 
cionalidad, se observa una mayor preocupación por no 
apartarse de los acuerdos no discriminatorios suscritos 
en instancias internacionales, principalmente los de la 
Convención (CEDAW). 

El proceso Beijing —la preparación, realización y se¬ 
guimiento de la IV Conferencia de Naciones Unidas 
sobre la Mujer (1995)— amplió la articulación de Los 
debates de numerosas organizaciones de mujeres y 
jugó un rol crucial en las estrategias del movimiento 
de mujeres en los diferentes países de la región. Se 
articularon coordinaciones subregionales y una coor¬ 
dinación regional de ONG que debatió sobre una 
agenda propia de las mujeres. Naciones Unidas desig¬ 
nó una coordinadora para América Latina responsable 
de promover la participación de la sociedad civil en 
el proceso de preparación de la Conferencia; fue ele¬ 
gida Virginia Vargas, del Centro Flora Tristón de Perú. 
La coordinación dio a la región de América Latina 
y el Caribe una particular tónica y organización. Se 
promovió la creación de subregiones para facilitar la 
participación y a lo largo del proceso esta coordina¬ 
ción regional colectiva funcionó hasta la Conferencia 
de Beijing en forma regular y articulada, definiendo 
estrategias comunes, publicaciones y distribución de 
responsabilidades. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


La conferencia regional oficial se realizó en Mar del Plata, 
en setiembre de 1994, y en paralelo se reunió el foro 
de ONG que reflejó un movimiento de mujeres regional 
muy amplio, diverso y plural, pero con escasos niveles 
de diálogo común y con inexperiencia en ese tipo de 
escenarios. La situación no era mejor en los Estados allí 
reunidos, la mayoría de las delegaciones habían armado 
escasamente la discusión de los documentos preparados 
por la CEPAL. Ello determinó que no se Llegara a aprobar 
el documento regional, que pasó a una segunda instancia 
dos meses después en la sede de CEPAL en Chile. 

En agosto y setiembre de 1995 tuvo Lugar la IV Con¬ 
ferencia de Naciones Unidas de la Mujer en Beijing, 
China. Los gobiernos aprobaron una Plataforma de 
Acción que apuntaba a eliminar Los obstáculos a la 
participación activa de la mujer en todas las esferas 
de la vida social y a promover la igualdad de mujeres 
y hombres en la toma de decisiones. La plataforma es¬ 
tableció objetivos y medidas para doce esferas de pre¬ 
ocupación prioritaria; recogía, en gran parte, las pro¬ 
puestas que el propio movimiento feminista formulaba 
desde hacía mucho tiempo en el mundo y en la región. 
Conseguir este resultado fue producto de la compleja 
trama de relaciones que se fue tejiendo entre el mo¬ 
vimiento de mujeres y Los gobiernos a nivel nacional, 
regional y mundial. Los avances en este plano fueron 
posibles, al decir de Virginia Vargas, por la creación 
de un «triángulo de empoderamiento» que articuló una 
alianza entre feministas de la sociedad civil, feministas 
políticas y feministas en la burocracia estatal (Vargas, 
1996, citada en Valdés, 2003: 252). Después de la 
Conferencia de Beijing, los Grupos Iniciativa evaluaron 
Los principales Logros y desafíos y participaron en las 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


evaluaciones que se realizaron tanto a nivel subregio¬ 
nal como regional. El Grupo Iniciativa de Chile promo¬ 
vió la elaboración de una síntesis de la Plataforma de 
Acción Mundial (PAM) para contar con un instrumento 
de trabajo ágil para las mujeres de todos los países 
del Cono Sur. 

La segunda mitad de los 90 planteó una cuestión 
central: ¿qué lugar deben ocupar Los esfuerzos por 
institucionalizar las políticas de equidad en contextos 
de agudización de las exclusiones y desigualdades so¬ 
ciales? Los logros, aun siendo importantes, parecían 
magros frente al desafío de incorporar al debate de¬ 
mocrático La agenda de género como eje de la cons¬ 
trucción democrática. Cada uno de los países y la re¬ 
gión como un todo enfrentan cambios sustantivos. Las 
políticas macroeconómicas, los acuerdos comerciales, 
las dimensiones sociales de la integración están en 
debate en el análisis de La posición de las mujeres y 
sus resultados sobre ellas. El impacto de las políticas 
de ajuste pasa a ser eje de Los debates. Parece dema¬ 
siado esperar de los Estados una retórica de equidad 
de género cuando los procesos de exclusión social se 
agudizan y replantean las relaciones de género en un 
nuevo contexto de desigualdades mucho más profun¬ 
das (Celiberti, 2003: 282). 

Varios Grupos Iniciativa reorientaron sus actividades ha¬ 
cia el monitoreo de las políticas públicas. En Uruguay 
se resuelve formar la Comisión Nacional de Seguimien¬ 
to (CNS) y se convoca a una reunión de definición de 
objetivos y de prioridades en 1996. La coordinación de 
esa red reunió en ese momento a 36 organizaciones de 
todo el país que aún sigue vigente en su trabajo. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


El mecanismo actual para la mujer en Uruguay es el Ins¬ 
tituto Nacional de las Mujeres, creado en 2005, pero que 
tiene antecedentes en la institucionalidad de género en 
el Estado: el Instituto Nacional de la Mujer (1987-1992) y 
el Instituto Nacional de la Familia y la Mujer (1992-2005). 
Como ente rector de las políticas de género, ejerce las 
funciones de promoción, diseño, coordinación, articula¬ 
ción, ejecución, así como el seguimiento y la evaluación 
de las políticas públicas, y vela por el cumplimiento de 
Los compromisos internacionales que el país ha suscrito 
en materia de género. También trabaja por garantizar el 
acceso y La plena participación de la mujer en Las estruc¬ 
turas de poder y en la adopción de decisiones. 

Se han impulsado varias leyes que promueven la igual¬ 
dad entre mujeres y varones, tanto en el ámbito labo¬ 
ral y político como en el ámbito familiar. Se firmó la 
Convención sobre la Eliminación de Todas Las Formas 
de Discriminación Contra la Mujer y la Convención In- 
teramericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la 
Violencia Contra la Mujer, que están incorporadas en 
la Constitución del país. También se aprobaron leyes 
contra la violencia familiar, por la igualdad de oportu¬ 
nidades entre varones y mujeres en el mundo Laboral, 
y modificaciones y mejoras de Leyes contra el acoso 
sexual, violaciones y explotación sexual. 

Por efecto de todas estas acciones en diferentes esce¬ 
narios se han producido cambios en la existencia del 
movimiento de mujeres. «Por un Lado se ha expandido, 
se expresa en múltiples espacios, y por otro, se ha insti¬ 
tucionalizado, en las ONG y en las universidades. Como 
consecuencia, hay una mayor visibilidad de la intensi¬ 
dad de Los desequilibrios y las diferencias entre mujeres 


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según Los espacios que ocupan y su inserción en las 
relaciones de poder. Es decir hay tanto institucionaliza- 
ción como fragmentación tanto por la especialización 
como por la multiplicación de Los espacios y ámbitos de 
acción» (Valdés, 2003: 251-252). 

Los años dedicados a monitorear a los Estados, a 
realizar advocacy con relación a diferentes temáticas, 
a ocupar espacios públicos y a especializar agendas y 
propuestas crearon un bagaje importante de experien¬ 
cias y debates que colocan al movimiento de mujeres 
como un movimiento en permanente cambio, con una 
especial ductilidad para asumir nuevos desafíos y con 
un conjunto de herramientas articuladas para la presión 
política, la negociación y el cabildeo (Celiberti, 2003: 
283). 


Participación de las mujeres en los partidos 

POLÍTICOS Y EN EL SISTEMA REPRESENTATIVO 

La tasa de participación de Las mujeres en la política 
formal ha ¡do aumentando de manera constante desde 
que se aprobó el sufragio femenino. Sin embargo, la 
paridad en la representación política sigue siendo aún 
una meta por conquistar. 

Uruguay, siendo el primer país que conquistó el voto 
femenino, casi dos décadas antes que los otros dos 
países del Cono Sur, demoró 36 años en tener su pri¬ 
mera mujer ministra, Alba Roballo (anteriormente pre¬ 
sidenta deL Senado), quien ocupó la cartera de Educa¬ 
ción durante un mes en 1968. Recién a principios de 
la década de Los 80, con el retorno a la democracia, 


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volvió a haber mujeres ministras (aunque solo una por 
cada gobierno democrático). En la primera adminis¬ 
tración del Frente Amplio (2005-2010) se nombraron 
cuatro mujeres ministras del total de 13 en el gabinete 
ministerial. 

Así evaluaba la politóloga feminista Constanza Moreira 
(actualmente senadora de la coalición Frente Amplio) 
la participación de mujeres en la vida política uruguaya 
justo en el filo del inicio de Los gobiernos de izquierda 
del Frente Amplio. 

Los últimos años en Uruguay han sido muy impor¬ 
tantes en «visibilizar» el problema de las mujeres 
en la vida política. A pesar de las difíciles circuns¬ 
tancias por las que atravesó nuestro país durante 
2002 y 2003, que hicieron que la atención y el 
ánimo público se volcaran casi completamente a 
problemas de naturaleza económica, las mujeres 
consiguieron abrir un claro en el bosque, y plantar 
al menos dos demandas que llevaban largo tiem¬ 
po hibernando en los despachos del Parlamento: 
la implementación de una ley de cuotas en listas 
partidarias, y la ley de despenalización del aborto 
voluntario. Esta última llamada de «Defensa de la 
salud sexual y Reproductiva», fue una iniciativa par¬ 
lamentaria surgida de varios diputados(as) pertene¬ 
cientes a distintos lemas, y contó con la aprobación 
en la Cámara de Representantes en noviembre de 
2002, siendo finalmente rechazada en el Senado. 

Su aprobación en la Cámara de Diputados, por un 
escaso margen, donde la conquista «voto a voto» 
fue esencial, instaló una dinámica de «lobby» poco 
frecuente en un país donde se vota por bloque 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


partidario, y reveló que el tema atravesaba todo 
el espectro partidario, sin ser patrimonio de ningún 
partido o ideología, más que de una: la de género. 
(Moreira, 2004: 148) 

En el año 2002 se formó, por iniciativa de un conjun¬ 
to de organizaciones feministas, la Coordinación Na¬ 
cional de Organizaciones por la Defensa de la Salud 
Reproductiva, liderada por activistas feministas con 
décadas de militancia y compuesta por una cantidad 
de organizaciones y redes consolidadas con larga 
trayectoria en temas de salud y derechos de las mu¬ 
jeres, comisiones sindicales, organizaciones barriales 
y de derechos humanos, de afrodescendientes y de la 
diversidad sexual, cátedras universitarias, juventudes 
partidarias e incluso grupos religiosos. El movimiento 
contó con aliados en sitios claves del sistema polí¬ 
tico, y en particular en las cámaras legislativas. En 
setiembre de ese mismo año se elaboró un proyecto 
de Ley de Defensa de la Salud Sexual y Reproductiva 
que establecía la obligatoriedad para el Estado de 
proveer educación sexual, prestar servicios de salud 
reproductiva y planificación familiar y proporcionar 
acceso a métodos anticonceptivos, además de decla¬ 
rar que «toda mujer tiene derecho a decidir sobre la 
interrupción del embarazo durante las primeras doce 
semanas de gravidez». El proyecto recibió media san¬ 
ción parlamentaria a pesar de que el presidente Jorge 
Batlle, del Partido Colorado, anunció que vetaría la 
iniciativa de ser aprobada por el Parlamento. En abril 
de 2004, mientras el proyecto era discutido en el Se¬ 
nado, el Sindicato Médico del Uruguay se pronunció 
a favor de su aprobación, y también la Universidad 
de la República. La Coordinación desarrolló una fuerte 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


campaña pública apoyándose en encuestas de opinión 
que mostraban un respaldo del 63 por ciento de la 
ciudadanía. La oposición a la iniciativa —encabezada 
por la jerarquía de la Iglesia católica, a la que se 
sumaban iglesias pentecostales— apelaba a la «mo¬ 
ral cristiana» de los senadores. Finalmente, en plena 
campaña electoral, la iniciativa fue rechazada por el 
Senado. 

Las expectativas de que la inminente llegada de la iz¬ 
quierda al gobierno modificaría favorablemente las con¬ 
diciones se disiparon rápidamente: ya antes de asumir, 
el presidente electo, Tabaré Vázquez, anunció que, en 
virtud de sus convicciones éticas personales, haría uso 
de la facultad de veto contra toda ley que incluyera la 
despenalización del aborto. Aun así, en mayo de 2006 
ingresó al Parlamento un nuevo proyecto impulsado 
por senadoras del Frente Amplio. En noviembre de 
2007 la iniciativa fue aprobada en el Senado y un año 
más tarde recibió sanción completa en Diputados. Pese 
al intenso activismo desplegado para evitar el anuncia¬ 
do veto presidencial, las partes de la ley referidas al 
aborto fueron rechazadas. El veto parcial quedó firme 
cuando el Frente Amplio no Logró reunir la mayoría 
parlamentaria especial requerida para revertirlo. 

Tras el veto, la iniciativa solo se pudo presentar en el 
siguiente período legislativo. La meta del movimiento fue 
convertir la cuestión en tema central de La campaña 
electoral de 2009. El Frente Amplio consagró la fórmula 
Mujica-Astori, ambos senadores que en el período an¬ 
terior habían votado a favor del proyecto vetado por 
Vázquez; Mujica, además, se comprometió a no vetar la 
iniciativa en caso de ser elegido. El Frente Amplio con- 


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taba con mayorías en ambas cámaras del Parlamento. 
La discusión sobre el aborto se retomó a mediados 
de 2011. El nuevo proyecto de Ley de Interrupción 
Voluntaria del Embarazo, impulsado por senadoras fren- 
teamplistas, derogaba la prohibición y garantizaba la 
cobertura gratuita del procedimiento en todos los servi¬ 
cios de salud. La iniciativa fue aprobada en el plenario 
a fines de diciembre e ingresó para su discusión a la 
Comisión de Salud de Diputados ya en el año 2012. 
Pero lo que se creía un trámite simple se encontró con 
trabas insolubles manifestadas en la dificultad de reunir 
Los votos suficientes para la aprobación, Lo que derivó 
en negociaciones con legisladores de otros partidos y 
finalmente en el reemplazo del proyecto original por 
una alternativa de despenalización (presentada por un 
diputado del Partido Independiente) que generó fuertes 
resistencias dentro del movimiento social. Con algunas 
modificaciones, la iniciativa se convirtió en ley en octu¬ 
bre de 2012. La Coordinación, que hasta el último minu¬ 
to había rechazado la iniciativa por tratar a las mujeres 
como menores de edad, quedó convertida en guardiana 
de su implementación frente a quienes se proponían 
desacatarla y/o derogarla (Pousadela, 2015). 

Más allá del Logro de una cierta «feminización» del 
gabinete ministerial en Los gobiernos del Frente Amplio, 
se observan altibajos. Se alcanzó el número máximo 
histórico de mujeres en el gabinete ministerial (cuatro 
en el período 2005-2010), ocuparon por primera vez 
Los ministerios de Defensa, Interior, Desarrollo Social 
y Salud Pública, y ese número ha sido el máximo en 
Las tres administraciones, también en 2015-2020. En Lo 
que respecta al Poder Judicial, aunque se registró la 
novedad de una mujer integrando la Suprema Corte de 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Justicia, sigue siendo un contraste que la participación 
femenina se acerque a la paridad en los tribunales de 
apelaciones y la supere ampliamente en los juzgados 
departamentales y Locales. El rasgo saliente quizá se 
manifieste a nivel legislativo, aunque no se registre un 
aumento significativo en el número de legisladoras, que 
llegan al 19 por ciento del total de ambas cámaras: 8 
senadoras y 17 diputadas (ayudado quizá por la aplica¬ 
ción de una ley que cuotificó la participación femenina 
en las últimas elecciones). 

El movimiento de mujeres se ha convertido en un denso 
entramado de organizaciones políticas, gremiales, femi¬ 
nistas y de desarrollo social, asociaciones académicas y 
centros de investigación altamente especializados, a los 
que se sumaron las nuevas organizaciones de la diversi¬ 
dad sexual, aliadas naturales del movimiento de mujeres 
y punta de lanza en la lucha por la consagración de 
los derechos sexuales (Ley de Matrimonio Igualitario y 
derecho a adopción por parejas diversas, también apro¬ 
badas y promulgadas en el período 2009-2015). Estas 
organizaciones se articulan en redes y grupos de traba¬ 
jo nacionales, regionales y mundiales. 


Reconfiguración del campo feminista 

LATINOAMERICANO A COMIENZOS DEL SIGLO XXI 

Por efecto de todas estas acciones en diferentes esce¬ 
narios, se han producido cambios en la existencia del 
movimiento de mujeres. «Por un Lado se ha expandido, 
se expresa en múltiples espacios, y por otro, se ha insti¬ 
tucionalizado, en las ONG y en las universidades. Como 
consecuencia hay una mayor visibilidad de la intensidad 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


de Los desequilibrios y Las diferencias entre mujeres 
según los espacios que ocupan y su inserción en Las 
relaciones de poder. Es decir hay tanto institucionaliza- 
ción como fragmentación tanto por la especialización 
como por la multiplicación de Los espacios y ámbitos de 
acción» (Valdés, 2003: 251-252). 

Sonia Álvarez (1998) plantea que tal vez sería más 
preciso caracterizar al feminismo latinoamericano 
como un campo discursivo de actuación-acción y no 
como un movimiento social en el sentido clásico de 
la expresión, «derivado de las luchas sociales que se 
desarrollaron desde finales del siglo XIX y que se re¬ 
formula posteriormente con el paradigma de “nuevos 
movimientos sociales” en Los años 80 pero que en 
ambos casos connota manifestaciones masivas en las 
calles, movilizaciones visibles, palpables y constantes» 
(1998: 265). 

La autora sostiene que el feminismo se ha reconfigura¬ 
do en Los 90, en esta era «democratizante» y de glo- 
balización, y se constituye en «un amplio, heterogéneo, 
policéntrico, multifacético y polifónico campo», o domi¬ 
nio político como Lo ha llamado Virginia Guzmán, «que 
se sostiene más allá de Las organizaciones o grupos 
propios del movimiento stricto sensu» (citada en Vargas, 
Carta al VI Encuentro Feminista, 1996). Para las feminis¬ 
tas Los espacios se han multiplicado, ya no están solo 
en los colectivos y en las calles, sino en los sindicatos, 
en los movimientos estudiantiles, en Los laberintos de la 
academia, en Los partidos, en Los parlamentos, en los 
pasillos de Las Naciones Unidas. En las redes formales 
e informales, en los medios de comunicación y en el 
ciberespacio. Están comprometidas no solo con luchas 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


«clásicamente políticas», sino que están involucradas en 
disputas por el sentido o por significados, en luchas dis¬ 
cursivas, en batallas esencialmente culturales para dar 
significado a conceptos como ciudadanía, desarrollo, 
salud reproductiva y la propia democracia. 

Pero ¿qué pasa con los ciberespacios (redes sociales, 
comunicaciones, Twitter, etc.) y el no vernos ni abra¬ 
zarnos?, ¿qué tiene que decir el feminismo sobre el 
cambio civilizatorio del que (entre otros rasgos) Los sis¬ 
temas de comunicación nos hablan? Cito al historiador 
uruguayo José Pedro Barrán: 

El correo electrónico, favorecedor de un vínculo 
interpersonal que puede desconectarse del contac¬ 
to físico personal, lo que lo torna muy fácilmente 
eliminable, creador de relaciones a la carta, no 
comprometedora (donde) el otro se transforma en 
un ser virtual con lo cual depende de mí solo, de 
mi voluntad, mantener o cortar la relación. 

Ya observamos qué difícil resulta aceptar Los liderazgos 
entre feministas (¡!). ¿No explica esto Los vaivenes del 
movimiento a Lo largo del siglo y en particular en estas 
últimas décadas? Hoy debe resultar mucho más difícil 
ya que no se trata de un diálogo «entre humanas» en 
esta «modernidad virtual-líquida». ¿Qué pasa con la ca¬ 
lle, y con el/los espacio/s tradicionales de la política? 
¿Cómo se dialoga, se discrepa, se acuerda, se negocia 
si no se hace «cara a cara»? 

Interrogantes que se presentan cuando despuntan (tí¬ 
midamente en el país, es cierto) otras voces que inter¬ 
pelan la matriz occidental (etnocéntrica) del feminismo 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


y que ponen en cuestión estos «avances» o «Logros» 
enumerados. Estas voces que nombramos como Las o 
Los feminismos de Las «subaLternidades» (convoco aquí 
aLgunos nombres: GLoria Anzaldúa, Sueli Carneiro, Aída 
Hernández, a Los que se asocian Los conceptos de ne¬ 
gra, mestiza, frontera, movimiento de descoLonización y 
más). ¿En qué Lugar vamos a discutir estas tensiones? 
¿O soLo las consideramos como un tema académico? 

Hoy las que se identifican con el (Los) feminismo(s) Lo hacen 
desde una postura individual-subjetiva. Se es feminista más 
como una actitud con una misma y se asume compromiso 
en luchas que ya no son «clásicamente políticas», pero 
que han dado resultados exitosos. Las feministas se ven 
inmersas en luchas discursivas, en batallas culturales que 
pretenden dar significado a Los conceptos de ciudadanía, 
desarrollo y la propia democracia. Pero ¿con qué brújula? 
Vivimos un tiempo de extrema conectividad (del Twitter, 
del Facebook, etc., etc.) que nos permite estar comuni¬ 
cados y compartir noticias, opiniones, incluso promover 
iniciativas. Pero... en ese mundo virtual me siento un 
poco perdida, quizá porque, como decía el historiador 
francés M. BLoch, soy como el ogro de Los cuentos in¬ 
fantiles: ¡me dirijo hacia donde hay olor a carne humana! 
Es cierto que Los últimos dos 8 de marzo han marcado 
la aparición de renovados y fortalecidos movimientos 
feministas. Múltiples, hasta contradictorios, pero fervoro¬ 
sos, y que más allá de estos desencuentros han Logra¬ 
do constituir un heterogéneo, muLtifacético y polifónico 
campo de posibilidades. 

Dejo abiertas estas preguntas, estos desafíos para inter¬ 
cambiar y dialogar quizá con otros textos de esta pu¬ 
blicación y con el anhelo de ampliar este debate a un 


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público más amplio. Para sumar paradojas a estos apun¬ 
tes, ¡cierro el texto valorando y elogiando al feminismo 
en su recorrido histórico! 

Cito a la filósofa española Amelia Valcárcel cuando 
afirma que «el feminismo es la única revolución que 
ha triunfado» (aserto que comparte con el historiador 
inglés Eric Hobsbawn y con nuestra pensadora libertaria 
Luce Fabbri). Y esto es así si se consideran en una línea 
de tiempo las primeras reivindicaciones de Los derechos 
civiles y políticos que hicieron las mujeres a comienzos 
del siglo XX hasta llegar en Los 60 al eslogan lo perso¬ 
nal es político. 

Lo que hoy entendemos por calidad de vida no es 
otra cosa que el resultado de conquistas penosa¬ 
mente conseguidas: el divorcio (no el repudio), la 
decisión libre de la maternidad... el espacio propio, 
es decir el derecho a la individualidad fuera de 
la existencia ciánica... el feminismo es uno de los 
núcleos principales de la masa crítica que funcio¬ 
na dentro de los sistemas políticos democráticos. 
Debemos saber y poder reconocer esta herencia 
para no sentirnos como habitualmente nos senti¬ 
mos y sobre todo se nos hace sentir, las recién 
llegadas. (Valcárcel, 1992: 9) 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


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Buenos Aires: Libros del Zorzal. 

Revistas/periódicos 

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Mundo Uruguayo. 17 de marzo de 1938, 8. Montevideo. 

Entrevistas 

Testimonios publicados en Revista Encuentros, n.° 9, diciembre de 
2003. Montevideo: FHCE. 

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org/FLACSO/mujeres/>. 

Presidencia de Uruguay, <http://www.presidencia.gub.uy/>. 

SERNAM, <http:// www.sernam.gov.cl>. 


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85 






De LA CONCERTACIÓN DE MUJERES A LA 

Comisión de Seguimiento de Beijing: 

ESPACIOS DE COORDINACIÓN EN EL 
MOVIMIENTO DE MUJERES URUGUAYO 

Hacia fines del siglo xx 


Niki Johnson 


El artículo ofrece un análisis cronológicamente estruc¬ 
turado de la trayectoria del movimiento de mujeres y 
el feminismo 1 en Uruguay desde la transición de la 
dictadura hasta fines de la década de los 90, centrado 
en los espacios de articulación entre actoras. Para en¬ 
tender los motivos, Lógicas, logros y desafíos de estos 
espacios, se centra en tres dimensiones de análisis: Los 
contenidos de la agenda del movimiento, y las estra¬ 
tegias políticas y marcos discursivos adoptados para 
impulsar sus demandas; su relación con el Estado, in¬ 
cluyendo cuestiones de autonomía, cooptación y repre¬ 
sentación, y el impacto de los acontecimientos a nivel 
regional y mundial en materia de construcción de una 
agenda internacional de igualdad de género, derechos y 


1 | Uso el término movimiento de mujeres para englobar a todas las mujeres y 
organizaciones que se movilizaban en torno a los derechos de las mujeres, no 
importa el ámbito (sociedad civil, partidos políticos, sindicatos, etc.). Uso el término 
feminista para referirme a aquellas personas u organizaciones que se autodefinían 
en el período estudiado como tales. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


empoderamiento de las mujeres, así como la moviliza¬ 
ción de un movimiento feminista transnacional en torno 
a ella. El análisis se basa en entrevistas en profundidad 
con las protagonistas, 2 realizadas en el año 1997, y en 
fuentes documentales, incluyendo documentos oficiales 
y públicos, documentos internos y publicaciones de las 
organizaciones de mujeres, además de una revisión de 
Los principales medios de prensa escrita de la época. 


Emergencia del movimiento feminista como actor 

COLECTIVO EN EL MARCO DE LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA 

Lo que podría llamarse el movimiento feminista de 
«segunda ola» en Uruguay empezó a surgir bajo la 
dictadura y en el marco de la resistencia a ella. 
Fue notable cómo el conjunto de grupos de mujeres 
aislados que existía a fines de 1983, cuyo principal 
objetivo de lucha era la resistencia a la dictadura, rᬠ
pidamente dio lugar, a fines del año siguiente, a una 
estructura de coordinadora, inserta en la esfera polí¬ 
tica formal, representativa de toda la gama de grupos 
de mujeres, con una agenda claramente centrada en 
temas de género. El 15 de agosto de 1984, en el 
marco del proceso de redemocratización, se creó la 
Concertación Nacional Programática (conapro) como 
un espacio de negociación política multisectorial. La 
conapro reunía a representantes de partidos políticos, 
movimientos sociales y grupos empresariales, con el 
objetivo de asegurar la transición del régimen militar 
al gobierno democrático, construyendo una mínima 

2 | Las citas textuales de las entrevistas se identifican con referencia al perfil de la 
entrevista (activista del movimiento de mujeres, feminista, militante partidaria), pero no 
se identifican nombres ni organizaciones específicos. Las citas textuales provenientes 
de artículos de prensa incluyen la identificación personalizada de la fuente. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


plataforma consensuada para la nueva administración. 
Para las mujeres era importante participar en esta 
arena, tanto para ir derribando las barreras a su par¬ 
ticipación en los ámbitos formales de la política como 
para visibilizar los temas de género en el debate na¬ 
cional. Además, para las organizaciones de mujeres, 
en las cuales primaban procesos horizontales de toma 
de decisiones colectivas y la construcción de lugares 
plurales de interacción, la naturaleza multisectorial 
y dialógica de la conapro parecía augurar una nueva 
forma más inclusiva de hacer política. 

En las reuniones entre organizaciones que se convo¬ 
caban a iniciativa del Plenario de Mujeres Uruguayas 
(plemuu ), 3 se decidió que las mujeres políticas, quienes 
además militaban en varias de las organizaciones de 
mujeres, propusieran a sus dirigentes la creación dentro 
de la conapro de un grupo de trabajo sobre la condición 
de la mujer. La propuesta fue inicialmente rechazada 
por la conapro: «El mensaje desde esos espacios —a 
veces sutilmente, otras en forma directa—, era algo así 
como “bueno, el país está casi en orden, se acabó el 
permiso, vuelvan a casa”» (Tornaría, 1990b: 63). Ante 
esta negativa, en plemuu se preguntaron «¿quién había 
determinado que había que pedir permiso para discutir y 
concertar sobre la problemática de las mujeres?» (ídem), 
y convocaron a las mujeres activistas a reunirse el 17 
de noviembre para elaborar juntas propuestas políticas. 
Setenta mujeres de 17 organizaciones —de mujeres y 


3 | lemuu fue fundado en 1984 como un espacio abierto, plural y heterogéneo en 
el que toda la gama de organizaciones de mujeres —«grupos barriales, de traba¬ 
jadoras, de estudiantes, organizaciones de derechos humanos, sectores políticos y 
grupos de amas de casa»— podrían coordinar sus actividades en resistencia a la 
dictadura (plemuu, 1984: 2-3). 


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mixtas, sociales y partidarias— 4 asistieron a la reunión 
y empezaron a trabajar como Grupo Pre-Concertación, 
analizando la situación de las mujeres en Uruguay en 
diferentes áreas. 

La amplia gama de afiliaciones partidarias presentes en¬ 
tre las participantes del grupo llevó a algunas «tormen¬ 
tas» iniciales en las cuales algunas mujeres intentaron 
imponer sus intereses partidarios (Tornaría, 1985), pero 
estas diferencias de opinión se superaron sin dividirse 
el grupo ni retirarse nadie: «De alguna manera todas 
habíamos entendido que en la medida que trabajáramos 
todas juntas con nuestras discrepancias, simpatías, an¬ 
tipatías [...] íbamos a poder lograr cosas». 5 

Mientras tanto, las mujeres siguieron insistiendo dentro 
de sus respectivos partidos para que se aceptara su so¬ 
licitud de ingreso a la conapro, a menudo ante actitudes 
despectivas y sexistas: «La respuesta más común —para 
no decir unánime— fue: “Pero ¿qué problemas tienen 
las mujeres en el Uruguay? Tienen acceso a todo. El 
artículo 8 de la Constitución lo garantiza. ¿Qué proble¬ 
mas podrían tener?”. Esa fue la respuesta de todos Los 
partidos». 6 Un dirigente político afirmó públicamente que 
«Lo mejor que puedan hacer las mujeres para militar es 


4 | Participaron mujeres de Asociación de Mujeres Periodistas del Uruguay; Comisión 
de Mujeres Uruguayas; Consejo Nacional de Mujeres del Uruguay; Grupo de Estudios 
sobre la Condición de la Mujer en el Uruguay (grecmu); Grupo de Mujeres Ecuménicas 
(gem); «La Cabaña» Liga de Amas de Casa; «La Casa» Centro para la Promoción de 
la Mujer y la Familia; plemuu; Comisión de Mujeres del Frente Amplio; Partido Colo¬ 
rado; Partido Nacional; Unión Cívica; Asociación Uruguaya de Planificación Familiar 
e Investigaciones sobre Reproducción Flumana; Congreso Obrero Textil; Federación 
Uruguaya de Cooperativas de Vivienda de Ayuda Mutua; Madres y Familiares de 
Procesados por la Justicia Militar; Plenario Intersindical de Trabajadores; Documento 
del Grupo Pre-Concertación, 17 de noviembre de 1984. 

5 | Entrevista personal con activista del movimiento de mujeres (15 de mayo de 1997). 

6 | Entrevista personal con militante partidaria (27 de junio de 1997). 


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quedarse en casa cocinando y cuidando a nuestros hi¬ 
jos. 7 No obstante, la persistencia de las mujeres dio re¬ 
sultado y finalmente se les concedió el acceso, aunque 
no hasta después de que se celebraran las elecciones 
que marcaron el final oficial del régimen autoritario. El 
27 de diciembre de 1984 se creó el Grupo de Trabajo 
sobre la Condición de la Mujer. Gracias a lo avanzado 
por el Grupo Pre-Concertación, dos semanas luego de 
su creación oficial el Grupo de Trabajo sobre la Condi¬ 
ción de la Mujer publicó dos documentos de diagnósti¬ 
co de la condición de la mujer en Uruguay, uno sobre 
educación, cultura y medios de comunicación, y el otro 
sobre trabajo. Ambos, al igual que tres informes poste¬ 
riores sobre orden jurídico, salud y participación política, 
fueron aprobados por el comité ejecutivo de la conapro 
(conapro, 1985a, 1985b, 1985c, 1985d, 1985e). 

Cada documento empieza con una cita extraída de la 
Convención de Naciones Unidas sobre la Eliminación de 
Todas las Formas de Discriminación Contra las Mujeres 
(cedaw, su sigla en inglés) —«la Constitución mundial en 
la materia»— 8 o de convenios de la Organización Inter¬ 
nacional del Trabajo (ou) referidos a distintos aspectos 
de la subordinación de las mujeres. Esta fue una estra¬ 
tegia deliberada para dar Legitimidad a sus reclamos y 
generar en los actores políticos y estatales un mayor 
sentido de obligación de responder: «Era como decir 
“tengo permiso de decir esto”». 9 Los documentos de la 
conapro se usaban para reclamar la ciudadanía sustanti¬ 
va y no meramente formal de las mujeres: 


7 | Citado en La Cacerola, boletín de grecmu, n.° 3, 1984, 1. 

8 | Entrevista personal con militante partidaria (27 de junio de 1997). 

9 | Entrevista personal con activista del movimiento de mujeres (15 de mayo de 1997). 


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desde el punto de vista legal, el ordenamiento 
jurídico uruguayo, en cuanto a la consagración 
igualitaria de los derechos de todos los ciudada¬ 
nos, es relativamente avanzado, pero [...] nuestra 
realidad social evidencia diferencias sustanciales 
entre la legislación vigente y la real situación de 
la mujer, (conapro, 1985b: 2). 

Estos documentos dejan en claro que para el movi¬ 
miento de mujeres la participación era un componente 
central de la ciudadanía. A través de la participación 
se podía construir una ciudadanía responsable y activa 
y así asegurar la consolidación de la democracia. Sin 
la participación de las mujeres, entonces, el proyecto 
democrático estaba en peligro: 

una efectiva participación social, gremial y política 
de la mujer será factor decisivo en el desarrollo 
de una sociedad justa, auténticamente solidaria y 
participativa. [...] Que se propicien programas edu¬ 
cativos que señalen la importancia de la participa¬ 
ción política para la vida nacional, y la necesidad 
de que todos los ciudadanos y ciudadanas parti¬ 
cipen permanente y activamente en la formulación 
de demandas y en la propuesta de soluciones. 
(conapro, 1985d: 2) 

El énfasis puesto en la democracia y la ciudadanía 
participativa claramente fue producto de la coyuntura 
política del momento, pero estas demandas también 
se hacían eco de los principios que habían sido parte 
central de la cultura política uruguaya y la identidad 
nacional desde la época de Batlle y Ordóñez. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


El movimiento de mujeres esperaba que Los documen¬ 
tos formaran la base de La política de género del nuevo 
gobierno democrático, pero la conapro y su modalidad 
concertada de hacer política se dejaron de lado ni bien 
asumió el nuevo gobierno colorado en marzo de 1985. 
Mientras que todos los otros grupos de trabajo que se ha¬ 
bían conformado en el marco de la conapro se disolvieron, 
el Grupo de Trabajo sobre La Condición de la Mujer siguió 
reuniéndose, y Los documentos, en vez de servir como 
base para una política de Estado, se usaron en la interna 
del movimiento como herramientas de concientización. 

La participación del movimiento de mujeres en la co¬ 
napro sirvió para visibilizar el movimiento y la discrimi¬ 
nación contra las mujeres, y también para empezar el 
proceso de legitimación de los grupos de estas como 
actores políticos y los temas que planteaban como 
asuntos políticos. También sirvió o posteriori como pun¬ 
to de referencia muy importante para el movimiento de 
mujeres uruguayo a lo largo de los años, como ejemplo 
de lo que se podía avanzar si se Lograba dejar de lado 
las diferencias entre grupos e individuos y mantenerse 
centradas en intereses y metas que tenían en común. 

El movimiento de mujeres uruguayo ingresó a la nueva 
era democrática habiendo logrado un nivel de moviliza¬ 
ción y un grado de unidad que le permitieron presionar 
con éxito para que fuera incluido en un espacio de ne¬ 
gociación política nacional. No obstante, los resultados 
de las elecciones nacionales de 1984, cuando ninguna 
mujer fue elegida como titular al Parlamento, y el hecho 
de que los acuerdos sobre temas de género de la cona¬ 
pro no fueran asumidos por el nuevo gobierno indicaban 
claramente que restaba una lucha considerable para 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


que las mujeres lograran su integración plena como ac- 
toras políticas en la nueva democracia. El período inicial 
postransición en Uruguay se caracterizó por un aumento 
del número y diversidad de organizaciones de mujeres, 
con actividades que apuntaban a concientizar sobre la 
discriminación de género en la sociedad en general y 
a movilizar a las mujeres en torno a sus intereses de 
género. La articulación intramovimiento se promovió por 
medio de la organización de eventos puntuales y de la 
organización de una coordinadora permanente que se 
desarrolló a partir de la experiencia de la conapro. 


La Concertación de Mujeres 

Hasta 1987 la única instancia formal y regular de coordi¬ 
nación dentro del movimiento de mujeres era la Concerta¬ 
ción de Mujeres, nombre que fue adoptado por el Grupo 
de Trabajo sobre la Condición de la Mujer luego de que 
la conapro dejara de existir y que las participantes de esa 
experiencia decidieran seguir funcionando como colectivo. 
La experiencia de la conapro fue evaluada por las parti¬ 
cipantes como «un período excepcionalmente positivo» 
y muchas siguen considerándolo la «edad de oro» del 
movimiento de mujeres. 10 El aspecto que más se destacó, 
tanto en el momento como en retrospectiva, fue el hecho 
de que «más allá de la diversidad de opiniones filosóficas 
y políticas —que manejaba cada mujer con mucho com¬ 
promiso—, había [...] una causa unificadora más importan¬ 
te: la conciencia de que las mujeres eran los blancos de 
una discriminación injusta, y de que erradicar esa injusticia 
requería luchar y trabajar de manera organizada L..]». 11 

10 | Concertación de Mujeres, documento interno, s. f. 

11 | Idem, énfasis omitido. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Además del deseo compartido de transformar la condición 
de las mujeres, se pueden identificar varios otros factores 
que contribuyeron a la construcción de una coordinadora 
capaz de unificar la gama de organizaciones que existía 
en ese momento. En primer lugar, existía la necesidad de 
presentar un frente unido en el contexto político particu¬ 
lar de las fases finales de la transición desde el régimen 
autoritario, y también ante las reacciones inicialmente 
negativas de los dirigentes políticos y sociales, «dueños» 
del espacio y del discurso públicos. En segundo lugar, 
se había desarrollado rápidamente la acción coordinada 
entre organizaciones de mujeres recientemente funda¬ 
das, Lo que implicó que no hubo una consolidación de 
identidades marcadamente diferenciadas antes de este 
momento de unificación. Esto no quiere decir que no 
existieran diferencias, o que no hubiera conflictos inter¬ 
nos durante la elaboración de Los documentos del grupo 
de la conapro, sino que Las exigencias de la coyuntura 
sociopolítica específica y el hecho de que los objetivos y 
estrategias del movimiento de mujeres en ese momento 
se definieran básicamente en función de factores exter¬ 
nos hicieron que para que el proyecto tuviera éxito fuera 
necesario que rigiera la unidad. En tercer y último lugar, 
aunque la Concertación de Mujeres se proyectaba como 
una expresión del movimiento a nivel nacional, todas las 
organizaciones que participaban de hecho eran de Mon¬ 
tevideo y bastante homogéneas en términos de su perfil 
social: más allá de algunas distinciones de clase, otras 
variables, como el clivaje urbano/rural o de raza-etnia, 
no estaban presentes. 

La nueva Concertación de Mujeres amplió su integración, 
buscando ser un espacio Lo más plural posible, pero 
siempre mantuvo el sistema formal de delegación, dentro 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


del cual los partidos políticos podrían designar siete de¬ 
legadas cada uno, y las organizaciones sociales de mu¬ 
jeres, dos. 12 Los documentos que habían sido aprobados 
por la conapro constituían el material base para concien- 
tizar a la sociedad sobre la discriminación contra la mu¬ 
jer, movilizar a las mujeres en defensa de sus derechos 
y elaborar proyectos de ley para presentar a todos Los 
partidos políticos y al Parlamento para su aprobación. 13 


El desafío de la diferencia 

Las diferencias que se habían superado con relativa fa¬ 
cilidad durante La etapa de la conapro pronto emergieron 
como obstáculos para la existencia continuada de La 
Concertación de Mujeres como La expresión plural, pero 
unificada, del movimiento de mujeres en Uruguay. Las 
dificultades surgieron a partir de tres factores: eventos 
políticos a nivel nacional, la diversidad de posiciones re¬ 
presentadas en la interna de la Concertación de Mujeres 
y las reglas que regían la definición de su agenda, que 
determinaban que todas las decisiones debían tomarse 
por consenso. La emergencia de posiciones fuertemen¬ 
te encontradas dentro de la Concertación de Mujeres 
redundó en que no era posible mantener la unidad y 
provocó una ruptura. 

El evento político que dio lugar a la formación de una 
nueva coordinadora dentro del movimiento de mujeres 
fue La aprobación en diciembre de 1986 de la Ley de 


12 | Concertación de Mujeres, Constitución, artículo 9. El sentido de esta diferencial 
no era darles mayor peso a las militantes partidarias, sino reflejar y representar la 
naturaleza fraccionalizada de los partidos políticos uruguayos. 

13 | Concertación de Mujeres, documento interno, s. f. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, que 
otorgaba a los militares la inmunidad judicial por las 
violaciones de derechos humanos cometidas antes y 
durante la dictadura. En el Parlamento el Partido Colora¬ 
do, salvo un diputado, votó a favor de la ley, el Frente 
Amplio todo votó en contra y el Partido Nacional votó 
dividido. La aprobación de la ley, sin embargo, no puso 
punto final al tema. En enero de 1987 tres mujeres que 
habían perdido miembros de sus familias como resul¬ 
tado del terrorismo de Estado declararon su intención 
de ejercer su derecho constitucional a convocar un re¬ 
feréndum para revocar la ley. 14 Una Comisión Nacional 
Pro-Referéndum se instaló para juntar las firmas del 
25 % del electorado que se precisaban para convocar 
al referéndum, y fue apoyada por todos los partidos y 
sectores partidarios, organizaciones de derechos huma¬ 
nos y movimientos sociales que se habían opuesto a la 
Ley de Caducidad. 

Las tres mujeres que presidían la Comisión Pro-Refe¬ 
réndum no integraban el movimiento de mujeres, pero 
la polarización política en torno al tema de la amnistía 
para los militares tuvo repercusiones inevitables den¬ 
tro de la Concertación de Mujeres, en la que estaban 
representados todos los partidos políticos. Las muje¬ 
res del Frente Amplio, del pit-cnt, algunos sectores del 
Partido Nacional y algunas organizaciones sociales de 
mujeres o individuos que las integraban sentían que 


14 | Artículo 79 de la Constitución de la República. Las tres mujeres eran Matilde 
Rodríguez Larreta y Elisa Dellepiane, viudas respectivamente de los legisladores Hé¬ 
ctor Gutiérrez Ruiz (Partido Nacional) y Zelmar Michelini (Frente Amplio), asesinados 
en Buenos Aires en 1976 por fuerzas de seguridad uruguayas, y María Esther Gatti, 
cuya hija y yerno fueron desaparecidos también en Buenos Aires en el mismo año, 
junto con su hija de un año y medio, Mariana Zaffaroni, quien fue apropiada por un 
agente de inteligencia argentino y su esposa; finalmente fue restituida a su familia 
de origen en 1993. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


eL movimiento de mujeres debía apoyar la campaña 
prorreferéndum, mientras que otras creían que no era 
un tema en el cual el movimiento debiera apoyar un 
lado ni el otro, plemuu, por ejemplo, se negaba a tomar 
posición sobre el tema, prefiriendo organizar charlas en 
las cuales se presentaran ambas posiciones, dejando 
la decisión de apoyar o no la campaña prorreferén¬ 
dum a criterio de cada mujer. Esta política provocó la 
renuncia de una de las fundadoras de la organización 
porque «parecía ridículo luchar por la igualdad como 
mujeres en una organización de mujeres y no Luchar 
por la igualdad de justicia para todos». 15 En cambio, 
otras feministas argumentaban que la Concertación de 
Mujeres debía centrarse en sus intereses de género y 
no alinearse políticamente con ninguna postura parti¬ 
daria sobre temas que, aunque eran de interés para 
toda la ciudadanía, incluidas las mujeres, no se basa¬ 
ban en el género. 

Este choque de opiniones provocó que aquellas mili¬ 
tantes partidarias y sociales que apoyaban el referén¬ 
dum fundaran el 8 de marzo de 1987 la Coordina¬ 
ción de Mujeres como una organización cuyo objetivo 
inicial era movilizar apoyo dentro del movimiento de 
mujeres por La campaña de recolección de firmas. 
Durante los siguientes cuatro años la Coordinación 
amplió sus actividades para incluir eventos anuales 
de conmemoración cada 8 de marzo, 28 de mayo y 
25 de noviembre, además de actividades puntuales 
y campañas en torno a determinados temas, como 
por ejemplo la legalización del aborto. Al igual que 
la Concertación de Mujeres, la Coordinación a la in- 

15 | Entrevista personal con activista del movimiento de mujeres y militante parti¬ 
daria (8 de enero de 1997). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


terna se basaba en un criterio de representación por 
organización, pero se diferenciaba en que Los grupos 
miembros podían decidir sobre La marcha qué temas 
apoyar y cuáLes no y además se permitía La adhesión 
a títuLo individuaL. 16 Había más ñexibilidad, por Lo tan¬ 
to, para manejar Las diferencias que podían surgir, y 
Las organizaciones podían optar por no participar en 
una actividad o firmar una decLaración, a diferencia de 
Lo que ocurría en la Concertación de Mujeres, donde 
todas Las decisiones se basaban en el consenso. Por 
ejemplo, la campaña proLegalización del aborto de La 
Coordinación de Mujeres recibió el apoyo institucional 
de solamente dos organizaciones, aunque mujeres de 
otros grupos que participaban de La Coordinación de 
Mujeres firmaron a título personal. 17 


Las implicancias del «voto verde» 

PARA EL MOVIMIENTO DE MUJERES 18 

La creación de la Coordinación de Mujeres no llevó 
de inmediato a la disolución de la Concertación de 
Mujeres, tampoco las representantes de los sectores 
de izquierda renunciaron formalmente. Sin embargo, la 
discusión en torno a qué posición debería tomar la 


16 | En este período las organizaciones participantes eran Ayuda Mutua Entre 
Mujeres, Asociación de Meretrices Públicas del Uruguay, Asociación de Mujeres Uru¬ 
guayas Lourdes Pintos, Casa de la Mujer La Unión, Casa de la Mujer María Abella, 
Católicas por el Derecho a Decidir, Cotidiano Mujer, crecmu, gem, Instituto Mujer y 
Sociedad, Mujer Ahora, plemuu, sos Mujer, Unión de Mujeres del Uruguay, Grupo 
Aportes, las comisiones de mujeres del Frente Amplio, del Movimiento Nacional de 
Rocha (Partido Nacional), de la Corriente Popular Nacionalista (Partido Nacional), del 
Partido Socialista de los Trabajadores y del pit-cnt. 

17 | Entrevista personal con activista feminista (19 de mayo de 1997). 

18 | «Voto verde» hace referencia al color de la hoja de votación usada en el re¬ 
feréndum sobre la Ley de Caducidad; el «voto verde» era a favor de la revocación 
de la ley, mientras que el «voto amarillo» era en contra. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Concertación de Mujeres sobre el tema de la amnis¬ 
tía para los militares y el distanciamiento de ciertas 
organizaciones que esto provocó señalaron la existen¬ 
cia de diferencias dentro del movimiento de mujeres 
que no podían ignorarse. La Concertación de Mujeres 
realizó una sesión de evaluación a mediados de 1987 
para explorar estas diferencias y ver cómo resolverlas. 
El problema principal que se discutió fue la falto de 
autonomía de algunos sectores del movimiento de mu¬ 
jeres: «Fundamentalmente las mujeres de los partidos 
políticos y del pit-cnt hicieron un acto de desnudez y 
compartieron con todas lo que significaba concertar en 
el eje mujer por sobre las demás posturas ideológicas, 
partidarias y de clase» (Carmen Tornaría, citada en 
Concertación de Mujeres, 1989). 

El desenlace de eventos en la arena política nacio¬ 
nal obligó al movimiento de mujeres a confrontar las 
implicaciones de su diversidad interna, reconociendo 
«la imposibilidad de obtener el consenso sobre al¬ 
gunas cosas que ya no dependían de nosotras sino 
de las estructuras donde estaban insertos algunos 
grupos», y demostró la necesidad de «resituar las 
posibilidades de concertación dentro de términos re¬ 
alistas y factibles» (ídem). A pesar de este intento de 
reconfigurar la Concertación de Mujeres para tomar 
en cuenta las diferencias entre sus miembros, la for¬ 
mación de la Coordinación de Mujeres creó un polo 
opuesto dentro del movimiento. Asimismo, las dife¬ 
rencias entre estas dos coordinadoras se vinculaban 
a un tema que en sí era altamente polémico y que 
había generado un «clima general de no concerta¬ 
ción» en el país (Bimba Barreda, citada en Concer¬ 
tación de Mujeres, 1989). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


La lucha latente entre la Concertación de Mujeres y la 
Coordinación de Mujeres por la hegemonía de la agenda 
del movimiento de mujeres y el significado del activismo 
feminista se volvió abierta durante las actividades que 
cada una organizó para el 8 de marzo de 1989, apenas 
un mes antes del referéndum sobre la Ley de Caduci¬ 
dad. La Coordinación de Mujeres organizó una marcha 
a la cual asistieron miles de mujeres en apoyo al voto 
verde, que en su proclama vinculaba la defensa de Los 
derechos de las mujeres con el tema de La impunidad y 
Los derechos humanos y la cuestión política más amplia 
de la consolidación de la democracia. La Concertación 
de Mujeres, en cambio, organizó un panel para discutir 
sobre la condición de las mujeres en Uruguay y centró 
su proclama en las siguientes demandas: que el Par¬ 
lamento tratara los proyectos de ley sobre temas de 
género que estaban trancados; que el gobierno buscara 
soluciones a los problemas del aborto clandestino y La 
violencia doméstica, y reglamentara la recientemente 
aprobada Ley 16.045 de Igualdad de Trato y Oportu¬ 
nidades en la Actividad Laboral, 19 y que los partidos 
políticos tomaran medidas para asegurar la participación 
igualitaria de las mujeres en Las elecciones de noviem¬ 
bre de ese año. Un tercer evento fue organizado por 
mujeres del Partido Colorado en el cual el líder de ese 
partido habló en apoyo al voto amarillo. 

Estos enfoques muy distintos fueron evaluados o pos- 
teriori por cada lado en un intercambio público de po¬ 
siciones en las páginas de La República de las Mujeres, 
que visibilizó la diversidad de posturas y estrategias pre- 


19 | Esta ley fue presentada por Raquel Macedo de Sheppard (Partido Nacional), 
integrante de la Concertación de Mujeres, durante una suplencia corta en el Senado 
en junio de 1985. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


sentes dentro del movimiento. Lucy Garrido, integrante 
de Cotidiano Mujer, 20 argumentó que la Ley de Caduci¬ 
dad promovía una cultura de impunidad en el Estado y 
en la sociedad que tendría un impacto negativo sobre la 
lucha feminista por la liberación de las mujeres: 

Resulta que todas nos indignamos cuando una 
mujer es golpeada por su marido, cuando una mu¬ 
jer es violada por una patota, por el muchacho de 
acá a la vuelta o por su mismo esposo; en estos 
casos todas denunciamos y exigimos que la justi¬ 
cia actúe y los castigue. ¿Es que no lo exigiremos 
cuando el violador es un teniente, un coronel o 
un soldado raso? ¿Es que la palabra «feminista» 
sirve para que nos parapetemos detrás de ella e 
ingenuamente terminemos haciéndoles el juego a 
los despolitizadores? [...] es imprescindible que el 
movimiento de mujeres, desde un espacio autóno¬ 
mo, no esté aislado del resto de los movimientos 
sociales y que asuma que si «lo personal es polí¬ 
tico» [...] también «lo político es político». (Garrido 
1989: 3, énfasis en el original) 

El apoyo al voto verde, según Garrido, era una postura 
válida para la Coordinación de Mujeres y debería ser 
apoyado por todo el movimiento. 


20 | Colectivo feminista, creado en 1985, dedicado al desarrollo de acciones de 
comunicación política para la promoción de los derechos de las mujeres. A partir de 
setiembre de 1985 empezó a publicar la revista Cotidiano Mujer como plataforma 
para las múltiples voces del movimiento de mujeres para «hablar de nuestra vida 
cotidiana, de la historia pocas veces escrita por la mujer protagonista, de nuestros 
problemas, de nuestras propuestas. De la mujer singular y plural, de esa realidad de 
la que todas, lo sepamos o no, formamos parte. [...] es un desafío que nos involucra y 
que queremos enfrentar con todas para abrir un espacio de reflexión y difusión sobre 
la condición de la mujer en nuestro país» (Cotidiano Mujer, Series I, n.° 1, 1985, 1). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Carmen Tomaría, integrante de plemuu, respondió cuestio¬ 
nando la autonomía de Las posiciones asumidas tanto por 
la Coordinación de Mujeres como por las mujeres del Par¬ 
tido Colorado: «La articulación de ese espacio [autónomo 
de mujeres] no debe ser una articulación manejada por 
los “dueños” “verdes” y “amarillos” de Lo político». Siguió 
reclamando que el hecho de que la marcha de la Coor¬ 
dinación de Mujeres hubiera movilizado a más mujeres no 
necesariamente reflejaba un mayor potencial de cambio 
de las vidas de las mujeres, ya que «Pueden “valer” más 
para cambiar la vida unos cientos queriéndola cambiar, 
que varios miles bailando la tarantela creyendo que están 
bailando para votar en verde» (Tornaría, 1989: 6). 

En otra respuesta al artículo de Garrido, Nea Filgueira, 
de grecmu, 21 que al igual que plemuu se había negado a 
definir una postura institucional sobre el tema, argumen¬ 
tó que la postura de la Coordinación de Mujeres era 
exclusiva, autoritaria y contradecía la ética feminista. 
Desde su punto de vista, el proceso de construir un mo¬ 
vimiento de mujeres fuerte en el cual las diferencias se 
reconocieran y respetaran a la vez que se promoviera 
La unidad en torno a temas en común no podía incluir 
la imposición de puntos de vista de un sector a todas 
las participantes del movimiento «que pretenda decirles 
qué deben hacer, cuáles deben ser Las banderas que 
deben levantar y qué posturas son correctas y cuáles 
no» (Filgueira, 1989: 3). 


21 | El Grupo de Estudios sobre la Condición de la Mujer en Uruguay fue fundado 
en 1979, inicialmente como un centro de estudios mixtos. Para 1982 se convirtió en 
una organización de mujeres feminista, que combinaba la realización de investigacio¬ 
nes teóricas y empíricas con una práctica político-social basada en metodologías de 
educación popular, dirigida a las integrantes de los emergentes grupos de mujeres, 
en la convicción de que la concientización y movilización de mujeres en la base 
era una condición necesaria para lograr los objetivos de transformación feministas 
(Prates, 1987: 259). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


A pesar de estas discrepancias en posturas y enfoques, 
hubo cierto acercamiento entre la Coordinación de Mu¬ 
jeres y la Concertación de Mujeres luego de realizado el 
referéndum. Algunos grupos, entre ellos plemuu y grecmu, 
siempre habían participado en ambos espacios permi¬ 
tiendo que se mantuvieran los canales de comunica¬ 
ción, y las dos coordinadoras llevaron a cabo algunas 
acciones conjuntas, incluso la conmemoración del 8 de 
marzo en 1990. 


La Concertación de Mujeres y la 
Coordinación de Mujeres: una evaluación 

Al entrevistar en 1997 a activistas que habían participa¬ 
do en el movimiento de mujeres durante este período, 
fue interesante escuchar la variedad de interpretaciones 
respecto al impacto que la Ley de Caducidad y la cam¬ 
paña por el voto verde habían tenido en el movimiento 
de mujeres. Para algunas el voto verde representó «el 
gran crac», «la primera fractura importante», «un punto 
determinante», 22 mientras que para otras fue un evento 
que polarizó al país pero no en sí el movimiento de 
mujeres 23 Una feminista consideraba que el voto verde 
era un tema externo responsable de dividir al movimien¬ 
to de mujeres en un momento de potencial crecimiento: 
«Era como una cuestión agregada que venía a generar 
problemas en el momento en que podíamos haber cre¬ 
cido». 24 


22 | Entrevistas personales con feministas (19 de mayo de 1997, 15 de agosto de 
1997, 18 de agosto de 1997). 

23 | Entrevistas personales con integrante del movimiento de mujeres (13 de agosto 
de 1997) y militante partidaria (3 de junio de 1997). 

24 | Entrevista personal con activista feminista (15 de agosto de 1997). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


En cambio, otras veían la polémica en tomo al voto ver¬ 
de como un reflejo de diferencias ya existentes dentro 
del movimiento y opinaban que en el momento en que 
este surgió la Concertación de Mujeres ya había perdido 
unidad, legitimidad y fuerza. La Concertación de Muje¬ 
res, que había sido efectiva en el marco de la transición 
de la dictadura, «había cumplido ya su etapa» 25 y no 
Logró reinventarse en el nuevo contexto democrático: 

No todas las mujeres que integrábamos la Concer¬ 
tación de Mujeres estábamos de acuerdo en cuál 
era la estrategia de acción, y también en cuál era 
la naturaleza del grupo: si era una organización de 
masas, si era una organización de presión, si era 
una organización que iba a instrumentar propues¬ 
tas o impulsar propuestas [,..] 26 

Para algunas feministas, las limitaciones impuestas por La 
composición interna de la Concertación de Mujeres y el 
hecho de que no optara por construir un movimiento de 
mujeres de masas como su objetivo primario resultaron en 
una pérdida del «componente revulsivo de las propuestas 
de género» (Celiberti, 1990: 21). La creciente desilusión de 
un número cada vez mayor de participantes y su paulatino 
retiro del espacio hicieron que la Concertación de Mujeres, 
aunque siguió realizando actividades esporádicas, terminara 
siendo «algo que se moría y se moría y se moría». 27 Nin¬ 
guna de las mujeres entrevistadas pudo decir exactamente 
cuándo la Concertación de Mujeres dejó de existir; nunca 
se disolvió formalmente, no se realizó ninguna evaluación 
final de sus logros y fracasos, simplemente desapareció. 

25 | Entrevista personal con activista feminista (19 de mayo de 1997). 

26 | Entrevista personal con militante partidaria (3 de junio de 1997). 

27 | Entrevista personal con activista del movimiento de mujeres (19 de junio de 1997). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


La Coordinación de Mujeres llegó a un destino parecido, 
aunque los problemas que contribuyeron a su desapa¬ 
rición fueron otros. Luego del referéndum en 1989, la 
Coordinación de Mujeres continuó coordinando sectores 
del movimiento en torno a determinados temas y fechas, 
pero no logró ir más allá de estas actividades aisla¬ 
das e intermitentes para construir una práctica feminis¬ 
ta continua y acumulativa que contribuyera a construir 
una identidad colectiva y darle al movimiento el peso y 
la experiencia que se precisaban para Legitimarlo como 
actor colectivo en la arena política. En 1990 algunas 
feministas propusieron que la Coordinación de Mujeres 
«se transformara en un espacio permanente de trabajo 
que pudiera también ser punto de referencia para muje¬ 
res sueltos y que tuviera como meta el desarrollo de un 
movimiento de mujeres» (Celiberti, 1990: 21). Se organizó 
una Asamblea Nacional de Mujeres en setiembre de 1990 
y luego una segunda en diciembre de 1991, como parte 
de la campaña de movilización y para definir La agenda 
hacia el futuro. No obstante, el intento de transformar 
la Coordinación en un espacio coordinador permanente 
que pudiera promover el desarrollo del movimiento de 
mujeres fracasó por varias razones. 

Primero, hubo luchas internas por el control de la agen¬ 
da, y se cuestionó la autonomía de un grupo que inten¬ 
tó imponer su línea debido a sus conocidos —aunque 
informales— vínculos con un partido político. Segundo, 
era un espacio dominado por organizaciones asociadas 
a la izquierda: las integrantes más activas provenían de 
las comisiones de mujeres del Frente Amplio y del pit-cnt, 
aunque también lo integraban sectores de la izquierda del 
Partido Nacional y algunas organizaciones sociales de mu¬ 
jeres cuyos miembros realizaban doble militancia o habían 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


sido en el pasado militantes de izquierda. Como resultado, 
la Coordinación no pudo deshacerse de su imagen de 
«un intento desde las mujeres de izquierda de coordinar 
al movimiento de mujeres de izquierda», y esto socavó 
su legitimidad como expresión de todo el movimiento de 
mujeres, por Lo menos a los ojos de mujeres militantes 
y votantes de los dos partidos tradicionales. 28 Por último, 
las integrantes de la Coordinación de Mujeres empezaron 
a ampliar sus actividades en sus organizaciones, en parte 
como resultado de un mayor acceso a recursos de la 
cooperación internacional, lo que aumentó su carga de 
trabajo: «Cada una tenía su trabajo, entonces la Coordina¬ 
ción era una instancia demás, que era como un sueño». 29 
La responsabilidad por el funcionamiento de la Coordina¬ 
ción cada vez recaía en una o dos feministas, generando 
una situación inestable: «No hay un involucramiento, o una 
responsabilidad de llevar adelante la Coordinación, siem¬ 
pre la lleva alguien a Los hombros. Y si ese alguien afloja, 
¡plum!, se va al diablo». 30 Al igual que en el caso de la 
Concertación de Mujeres, la participación fue poco a poco 
disminuyendo: «Entonces se fue diluyendo [...] de hecho 
se disolvió por inanición o por no saber cómo sostener un 
trabajo». 31 Así la Coordinación también eventualmente dejó 
de existir sin que las participantes identificaran una fecha 
clara que marcara su fin. 

Para principios de la década de 1990, el movimiento de 
mujeres en Uruguay había entrado en lo que muchas 
participantes llamaron un período de «declive». Aunque 
para entonces el momento de mayor conflictividad ha- 

28 | Entrevista personal con activista feminista (4 de agosto de 1997). 

29 | Entrevista personal con activista del movimiento de mujeres (13 de agosto de 1997). 

30 | Entrevista personal con activista del movimiento de mujeres (19 de junio de 1997). 

31 | Entrevista personal con activista feminista (19 de mayo de 1997). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


bía pasado, quedaban preguntas por responder: ¿cómo 
reafirmar la autonomía del movimiento sin aislarlo de la 
realidad social y política del país? ¿Cómo reconocer y 
respetar diferencias de estrategia y foco dentro del mo¬ 
vimiento, sin que se fragmentara? ¿Cómo fortalecer la 
unidad del movimiento y construir una identidad colec¬ 
tiva sin imponer visiones hegemónicas? ¿Cómo construir 
el movimiento como actor político efectivo: a través de 
movilizaciones de masas o grupos de lobby especiali¬ 
zados? 


El movimiento de mujeres y el Estado 

El interrogante respecto a cuáles eran las mejores es¬ 
trategias para lograr la legitimación del movimiento de 
mujeres como interlocutor y actor político también im¬ 
plicó pensar qué tipo de relación se quería tener con 
el Estado. 

La larga historia de intervención del Estado uruguayo 
en las esferas social y económica, y el temprano desa¬ 
rrollo de una cultura política en la cual las demandas 
que emanaban de diferentes sectores de la sociedad 
civil fueron articuladas por grupos de interés claramen¬ 
te definidos tendían a generar una actitud en general 
muy estatista entre la ciudadanía. No obstante, la más 
reciente y dura experiencia de la dictadura hizo que 
muchas organizaciones «no [pudieran] salir de la lógica 
de la resistencia y cuestionaran] la posibilidad de ac¬ 
ción conjunta con instituciones gubernamentales», y las 
relaciones entre ambos eran típicamente confrontativas 
(Tornaría, 1 990b: 74). La falta de implementación de Los 
acuerdos de la conapro por el nuevo gobierno alimentó 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


la desconfianza del movimiento. Además, las feministas 
consideraban que las instituciones políticas formales re¬ 
producían desigualdades de género y estructuras de po¬ 
der patriarcales, circunstancia demostrada por el hecho 
de que solo había una ministra en el gabinete y ninguna 
senadora ni diputada titular en el Parlamento. Durante 
Los siguientes cinco años el hecho de que las autori¬ 
dades no respondieran a las iniciativas del movimiento 
de mujeres de construir canales de diálogo reforzó las 
dudas que tenían las feministas respecto a la posibilidad 
de trabajar con el Estado. Por ejemplo, en 1988, cuando 
la Coordinación de Mujeres invitó a un conjunto de au¬ 
toridades, incluyendo a representantes de las primeras 
oficinas responsables de políticas para las mujeres, a un 
seminario para compartir los resultados del Primer En¬ 
cuentro sobre la Salud de las Mujeres, solo uno asistió 
y del resto solo uno se excusó (Abracinskas, 1988: 5). 

Durante el primer gobierno de Julio María Sanguinetti 
(Partido Colorado) se crearon el Instituto de la Mujer 
(1987), la Sala de la Mujer Ofelia Machado Bonet y 
la primera comisaría para la mujer (1988), pero estos 
carecían de recursos y peso político, lo que hacía que 
su accionar no tuviera gran alcance. Sus proyectos de 
políticas quedaban en la etapa del diagnóstico o ten¬ 
dían a ser asistencialistas en vez de transformativos, lo 
que generaba cierto escepticismo entre las feministas. 
Por ejemplo, la Sala de la Mujer (1989) publicó una 
colección de análisis y propuestas de política de una 
amplia gama de organizaciones de mujeres; sin em¬ 
bargo, no se tradujeron posteriormente en políticas o 
programas concretos. Además, estos nuevos espacios 
institucionales se crearon en un momento en que el 
movimiento de mujeres lidiaba con divisiones internas 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


y Los debates en torno a La autonomía ocupaban un 
Lugar preponderante. El miedo a La cooptación hizo 
que muchas organizaciones de mujeres se mostraran 
reacias a buscar una estrecha relación de trabajo con 
el Estado; La mayoría priorizó el trabajo con Las muje¬ 
res en La base, en vez del lobby, como su modalidad 
principal de activismo. 

En este período, solamente el Consejo Nacional de 
Mujeres del Uruguay (conamu), integrado por muje¬ 
res con vínculos históricos con el Partido Colorado, 
persiguió activamente una política de negociación y 
colaboración con instituciones estatales y actores po¬ 
líticos, en particular en torno al tema de la violencia 
doméstica, que se volvía un punto focal de las cam¬ 
pañas del movimiento de mujeres tanto en Uruguay 
como en la región. En febrero de 1988 la conamu es¬ 
tableció un equipo muLtidisciplinario para trabajar con 
ong y actores gubernamentales, a fin de investigar 
sobre la violencia doméstica, Lo que incluyó una visita 
a La recientemente establecida comisaría de la mujer 
en San Pablo. Basándose en estas investigaciones, 
la conamu luego presionó exitosamente al Ministerio 
del Interior y al jefe de Policía de Montevideo para 
que se creara una comisaría de la mujer con todo el 
personal femenino, que empezó a funcionar el 25 de 
noviembre de ese mismo año. En octubre de 1988 la 
conamu organizó un seminario junto con el Instituto 
de la Mujer sobre la prevención y tratamiento de la 
violencia doméstica, y en el siguiente año, en un local 
cedido por el Ministerio de Salud Pública (msp), abrió 
el Centro de Asistencia a la Mujer Maltratada, donde 
se brindaba ayuda médica, legal y psicológica a las 
víctimas de la violencia intrafamiliar. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Tanto la Concertación de Mujeres como la Coordina¬ 
ción de Mujeres apoyaron iniciativas legislativas sobre 
temas de género presentadas en la primera legislatura 
posdictadura e hicieron lobby hacia el Parlamento y 
el Poder Ejecutivo, sin lograr establecer canales per¬ 
manentes de incidencia. La Coordinación de Mujeres 
sí negoció un proyecto con el gobierno departamental 
de Montevideo (Intendencia de Montevideo, im) para 
«promover la participación femenina en la adminis¬ 
tración de la intendencia a nivel de la comunidad». 32 
Debido a la predominancia de una tendencia ideológica 
de izquierda entre las personas que conformaban la 
Coordinación de Mujeres, trabajar con la im fue menos 
problemático que hacerlo con el gobierno nacional, 
controlado por los partidos tradicionales. Además, el 
Frente Amplio estaba iniciando un proceso de descen¬ 
tralización con el objetivo de promover una ciudadanía 
activa, basado en la participación a nivel local, que 
tenía una clara resonancia para el proyecto feminis¬ 
ta de promover la participación de las mujeres en 
todas las áreas de la vida pública y de generar una 
transformación en las relaciones sociales desde abajo. 
Mientras que el proyecto inicialmente tuvo éxito en la 
movilización y organización de mujeres provenientes de 
«barrios marginados», luego surgió el problema —dada 
La debilidad de la Coordinación— de que «a medida 
que vos ibas generando motivaciones también iban 
generándose demandas de esos sectores y no había 
quién pudiera asumir esas demandas». 33 


32 | Propuesta de proyecto de la Coordinación de Mujeres, en carta a la im, no¬ 
viembre de 1991. 

33 | Entrevista personal con activista feminista (19 de mayo de 1997). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


¿Movimiento de mujeres o mujeres en movimiento? 

A pesar de la ampliación de actividades por organizacio¬ 
nes individuales de mujeres, no se desarrollaron estra¬ 
tegias conjuntas de todo el movimiento en los primeros 
años de la década de los 90. Las elecciones de 1989 
y la necesidad de «definir el perfil propio» habían dis¬ 
tanciado a las mujeres políticas entre sí, 34 y el declive 
generalizado de la militancia política y social en el país 
tuvo como efecto que las activistas feministas «también 
se quedaran sin referentes y desmovilizadas» (Filgueira, 
1992a). El proceso de oenegeización (Álvarez, 2001) y 
las dificultades económicas que afectaban a gran parte 
de las clases media y trabajadora también redujeron las 
posibilidades de una participación sostenida en espacios 
de coordinación, actividad que generalmente consumía 
mucho tiempo y no era remunerada (Filgueira, 1992 y 
García et ai, 1990), hasta que «todo el mundo se pre¬ 
guntaba si era un movimiento de mujeres o eran mu¬ 
jeres en movimiento», 35 y a reflexionar sobre los nudos 
críticos que habían surgido durante el primer período de 
crecimiento del movimiento. 36 

Estos debates también fueron alimentados por las discu¬ 
siones a nivel regional, en particular en el espacio del V 
Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, que 
tuvo lugar en San Bernardo, Argentina, en noviembre 


34 | Entrevista personal militante partidaria (8 de enero de 1997). 

35 | Entrevista personal activista feminista (19 de mayo de 1997). 

36 | Ver García et al., 1990; Rodríguez Villamil, 1990; Celiberti 1990, 1991a, 1991b; 
ponencias de Nea Filgueira, Carmen Tornaría, Lucy Garrido y Nita Samuniski repro¬ 
ducidas en «¿Qué pasa con el feminismo?» 1990; Tornaría, 1990a, 1990b, 1992; 
Comisión de Mujeres del Frente Amplio, 1991; Filgueira, 1992a. En los centros de 
investigación las feministas hacían preguntas similares; ver Aguirre, 1990; Filgueira, 
1992b; Sapriza, 1991. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


de 1990, organizado conjuntamente por feministas ar¬ 
gentinas y uruguayas (Sternbach et ai, 1992: 426-432). 
Allí las discusiones se centraron en temas entonces 
familiares para el movimiento de mujeres uruguayo: la 
tensión entre diversidad y unidad; el rol y los objetivos 
de «espacios en común» dentro del movimiento; la re¬ 
lación entre activistas del movimiento social de mujeres 
y las políticas, y las relaciones entre el movimiento y 
el Estado, los partidos políticos y otros actores de la 
sociedad civil organizada. 

Al igual que en muchos otros países de la región, en 
el comienzo de los 90 en Uruguay hubo un evidente 
proceso de «absorción de los elementos (más digeri¬ 
bles) de los discursos y agendas feministas por parte de 
las instituciones culturales dominantes, organizaciones 
paralelas de la sociedad civil, la sociedad política y el 
Estado» (Álvarez, 1998: 294-295). Un proyecto de Ley 
importante sobre los derechos laborales de las mujeres 
se había aprobado en 1989, todos Los partidos políticos 
incorporaron «la cuestión femenina» en sus campañas 
electorales ese mismo año, en 1990 seis mujeres asu¬ 
mieron bancas en la Cámara de Representantes y en 
1991 se creó un nuevo mecanismo para el avance de 
Las mujeres en La órbita de la Intendencia de Montevi¬ 
deo, ya bajo el control del Frente Amplio. Un interro¬ 
gante, entonces, para el movimiento de mujeres fue si 
podría aprovechar estos avances y encontrar nuevas 
estrategias que Le permitieran incidir en los procesos 
legislativos y de formulación de políticas. 

Carmen Tornaría, de plemuu, creía que la negación del 
movimiento de mujeres de apoyar las instituciones esta¬ 
tales de género existentes tenía sus raíces en «el “sín- 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


drome de La sospecha” nacido en la dictadura» (Tomaría, 
1990b: 74), y argumentó que esta actitud debía cambiar¬ 
se ya que «el destino de cada una [de esas institucio¬ 
nes] dependía en gran medida del movimiento, y de la 
presión que podía generar para volverlos espacios válidos 
y útiles» (Tornaría, 1990a). En su opinión, el movimiento 
de mujeres tenía que interactuar con el Estado y cons¬ 
truir alianzas estratégicas con las recientemente elegidas 
diputadas. El reto para el movimiento de mujeres en los 
90 era «hacer universal su agenda, legitimarla como un 
proyecto transformador para toda la sociedad, hacerla 
creíble para aquellas mujeres que todavía no participa¬ 
ban, pero también más allá de ellas» (ídem). 

La Comisión de Mujeres del Frente Amplio respondió cri¬ 
ticando la visión neutral de Tornaría respecto al Estado y 
analizando el «síndrome de desconfianza». Destacaron el 
hecho de que la existencia de actitudes diversas respecto 
a la negociación o colaboración con el Estado y las difi¬ 
cultades para construir alianzas reflejaban el hecho de que 
en Uruguay diversos actores políticos promovían «diferen¬ 
tes proyectos país», una realidad que no se podía ignorar 
(Comisión de Mujeres del Frente Amplio, 1991). Este punto 
también fue tomado por Lilián Celiberti, de Cotidiano Mu¬ 
jer, que señaló la necesidad de desempacar el significado 
del adjetivo plural usado por Tornaría para describir la 
«agenda» y «vocación» del movimiento de mujeres: 

Como creemos que la pluralidad no es el promedio 
de las posiciones distintas, creemos necesario co¬ 
menzar por explicitar claramente nuestras diferencias 
con ese enfoque para encontrar en la acción del 
movimiento las puntas que nos permitan centrar es¬ 
fuerzos en la causa común. En el movimiento de mu- 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


jeres nuestras elaboraciones y opciones tienen que 
ver con las distintas interpretaciones de la realidad. 

No solo nos diferenciamos por nuestras prácticas o 
por cómo concebimos la interlocución con el Estado, 
gobiernos y partidos, sino también por la forma en 
que concebimos la utopía transformadora de la so¬ 
ciedad. De esta pluralidad, que no es consenso sino 
respeto de las diferencias claramente explicitadas y 
debatidas [...], surge la democracia a la que aspira¬ 
mos en el movimiento de mujeres. (Celiberti, 1991b) 

Mientras que Celiberti no rechazaba directamente la co¬ 
laboración con el Estado, enfatizaba el hecho de que «la 
relación con el Estado no es un objetivo en sí» (ídem) y la 
necesidad de «entender esta relación como cambiante y 
dinámica en La coyuntura política concreta de cada país y 
por la fuerza del propio movimiento» (Celiberti, 1991a: 15). 

La propuesta de Tornaría respecto a que era necesario 
promover el proyecto feminista más allá de Los límites del 
movimiento de mujeres obtuvo más acuerdo. En la misma 
línea Celiberti advirtió: «No abrir ese espacio de interac¬ 
ción [entre el feminismo y la sociedad y sus diferentes 
actores], nos recluye en la enunciación de demandas y 
debilita nuestro protagonismo como sujeto histórico [...]» 
(Celiberti, 1991a: 15). Muchas estaban de acuerdo en que 
había que ir más allá de las demandas de género que 
habían constituido el núcleo de la plataforma del movi¬ 
miento hasta ese punto: 

Tal vez el propio movimiento de mujeres esté ya 
en condiciones de abocarse también a los temas 
generales, esos tan acuciantes como el ajuste fis¬ 
cal, desde la óptica femenina que ahora maneja- 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


irnos [...]. Para eso hay que integrarse a algunos 
lugares, o crear espacios nuevos, incorporando a 
todos los temas «lo femenino», y buscar aquellas 
cosas que desde la especificidad nuestra nos in¬ 
volucren a todos. (García et ai, 1990) 37 

Rosario Aguirre, socióloga feminista, resaltó la necesi¬ 
dad de desarrollar no solo estrategias horizontales de 
articulación entre el movimiento de mujeres y otras or¬ 
ganizaciones sociales, sino también «una comunicación 
no unidireccional y continua» (Aguirre, 1990: 10) entre 
el movimiento de mujeres y toda la sociedad, además 
de las instituciones del Estado. Esta red de interacción 
contribuiría a la democratización de la política, facilitan¬ 
do «la construcción del consenso popular y la efectiva 
participación en la gestión social por parte del pueblo» 
(Aguirre, 1990: 11). 

Estos debates señalaban una ampliación de las dis¬ 
cusiones teóricas en torno a la política feminista, con 
una exploración más matizada de la cuestión de la 
diferencia, que reconocía la diversidad de posicio¬ 
nes partidarias, pero también de proyectos feminis¬ 
tas dentro del movimiento. La resultante multiplicidad 
de posiciones no produjo modelos prácticos para la 
construcción del movimiento como un actor plural 
pero unificado. Sin embargo, se buscaba construir 
«espacios en común» entre organizaciones dentro de 
ciertos sectores del movimiento o en torno a deter¬ 
minados temas, y así surgían nuevas estrategias y 
formas organizacionales. 


37 | er también ponencias de Garrido, Samunisky, FiLgueira en «¿Qué pasa con el 
feminismo?» (1990). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Redes e incidencia política 

A partir de 1992 se crearon varias redes nuevas en 
el movimiento de mujeres como espacios donde inter¬ 
cambiar información sobre áreas comunes de trabajo 
y desde Los cuales realizar incidencia o actividades de 
concientización conjuntas, con la participación de orga¬ 
nizaciones y activistas individuales, dirigidas al Estado u 
otros actores de la sociedad civil organizada. Ejemplos 
de esta nueva estrategia de articulación eran Mujer y 
Salud en el Uruguay (mysu), la Red Uruguaya contra la 
Violencia Doméstica y Sexual (ruvds) y la Red Género y 
Familia. Estas redes también mantenían vínculos impor¬ 
tantes con campañas regionales en estas áreas: mysu 
a través de sus vínculos con la Red de Salud de las 
Mujeres de América Latina y el Caribe, y la ruvds a tra¬ 
vés de su participación en la Red Feminista de América 
Latina y el Caribe contra la Violencia hacia la Mujer. 38 
En este período también surgió una nueva iniciativa 
para articular entre activistas feministas dentro de Los 
partidos políticos, la Red de Mujeres Políticas. Y las mu¬ 
jeres afrouruguayas, que habían estado participando en 
la Red de Mujeres Afrocaribeñas y Afrolatinas desde el 
Encuentro Feminista de 1990, organizaron en 1993 el 
Primer Encuentro Nacional de Mujeres Negras. 

Las feministas también desarrollaron una nueva modali¬ 
dad de articulación que, se esperaba, les permitiría ne¬ 
gociar sus diferencias internas exitosamente, desarrollar 
estrategias para construir canales de incidencia hacia 
el Estado e introducir una perspectiva de género en los 
debates sobre temas de interés nacional. En diciembre 


38 | Ver Álvarez (1998: 308-310) para una perspectiva regional sobre este fenómeno. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


de 1992, fue fundado eL Espacio Feminista (ef) por 60 
feministas, tanto integrantes de diversas organizaciones 
como sueltas, como «un espacio de reñexión y acción 
que nos permitirá transmitir nuestra opinión sobre temas 
sociopolíticos, tanto aquellos específicos de las mujeres 
como asuntos generales relacionados con eventos nacio¬ 
nales e internacionales». 39 Para priorizar la autonomía del 
ef, y para evitar algunos de los problemas que habían 
dificultado la interna de la Concertación de Mujeres y de 
la Coordinación de Mujeres, se decidió que la participa¬ 
ción en el ef fuera a título individual y no por represen¬ 
tación de grupo. Los primeros dos debates y propuestas 
de acción se dieron en torno a los temas de la violencia 
doméstica y la participación de mujeres en la política 
formal, esto último específicamente en el contexto de Los 
debates que se desarrollaban a nivel nacional sobre el 
tema de la reforma del sistema político y electoral. 

Además de mantener «una presencia más o menos per¬ 
manente y plural» en los medios de comunicación, el 
ef se propuso reunirse con actores claves del Estado 
para presentar propuestas específicas. 40 Desde el inicio, 
la estrategia de incidencia adoptada por el ef apuntaba a 
«tratar de sacarle el jugo a todos Los resquicios que el 
sistema jurídico te da para incidir y para poner eL tema 
arriba de la mesa». 41 Se usaban comunicados de prensa 
para denunciar la falta del gobierno de ¡mplementar polí¬ 
ticas y de proteger los derechos de las mujeres en áreas 
específicas, y además para promover la ¡dea de que la 
erradicación de la discriminación y violencia de género 
era la responsabilidad colectiva de «toda la sociedad, sus 

39 | ef, documento interno, 11 de abril de 1993. 

40 | ídem. 

41 | Entrevista personal con activista feminista (16 de junio de 1997). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


instituciones, [...] la ciudadanía toda» (Espacio Feminista, 
1993). En el período preelectoral el ef presionó a Los 
partidos políticos a aumentar el número de candidatas 
presentadas y a aclarar sus posiciones sobre temas tales 
como la despenalización del aborto, y en ambos perío¬ 
dos legislativos (1990-1995 y 1995-2000) hicieron lobby 
en las comisiones parlamentarias especializadas durante 
el proceso de discusión de proyectos de ley referidos a 
La despenalización del aborto y la reproducción asistida. 

En Los 90 la violencia doméstica se transformó en un 
punto central de la agenda de los movimientos de mu¬ 
jeres en toda América Latina, y en Uruguay se creó una 
campaña multifacética sobre el tema. En ausencia de una 
acción del Estado en la materia, las organizaciones de 
mujeres brindaban apoyo y servicios a las víctimas, y el ef 
emitía comunicados de prensa que denunciaban la falta 
de garantías de agentes del Estado para proteger adecua¬ 
damente a las mujeres que estaban en riesgo a manos 
de parejas violentas. Asimismo, se realizaban manifestacio¬ 
nes callejeras de protesta y se mantenían Lazos con las 
campañas en otros países a través de la ruvds. El Grupo 
Interdisciplinario sobre Violencia Contra la Mujer, formado 
en 1993 por algunas integrantes del ef y otras organi¬ 
zaciones de la sociedad civil, principalmente para hacer 
investigación, tenía vínculos directos con el Poder Judicial 
y la Universidad de la República, como también con gru¬ 
pos de investigación en otros países de América Latina 
y con organizaciones internacionales. 42 La ruvds, el ef y el 
Grupo Interdisciplinario buscaron entablar un diálogo con 
ministros para transmitir las perspectivas de las ong que 
trabajaban con víctimas y poner en discusión propuestas 

42 | Por ejemplo, miembros del Grupo Interdisciplinario tenían vínculos con unicef, 

OIT, CLADEM y FEMSUR. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


de políticas, además de participar en varias sesiones de 
comisiones para dar su opinión sobre diferentes proyectos 
de ley sobre violencia doméstica que estaban en discusión 
en el Parlamento. 43 Esta multiplicación de estrategias fue 
producto del reconocimiento del movimiento de que no te¬ 
nía la capacidad de brindar cobertura a todas las víctimas 
de violencia doméstica, y de la importancia de los avances 
hechos en discusiones teóricas y de política pública por 
abogadas y activistas feministas en la región. 

En la segunda mitad de Los 90, la interna del movimiento 
de mujeres uruguayo estuvo fuertemente influenciada por 
su articulación con el proceso de «transnacionalización 
de los discursos y prácticas del movimiento» feminista La¬ 
tinoamericano (Álvarez, 1998: 295). Feministas uruguayas 
asistieron a las conferencias de Naciones Unidas (onu) 
sobre Derechos Humanos (Viena, 1993) y sobre Población 
y Desarrollo (El Cairo, 1994). Pero fue la IV Conferencia 
Mundial sobre la Mujer de onu, celebrada en setiembre 
de 1995 en Beijing, lo que más impacto tuvo sobre los 
discursos predominantes y los intentos de construir al 
movimiento como un actor sociopolítico legítimo. 


El impacto de Beijing 

A mediados de 1993, diez organizaciones feministas 
y de mujeres uruguayas formaron el Grupo Iniciativa 
Pekín-Uruguay para prepararse para la Conferencia de 

43 | Por ejemplo, en el Ministerio del Interior el ef propuso que se usara un formu¬ 
lario estandarizado para recoger denuncias en todos las dependencias del Estado y 
también en las organizaciones sociales que trabajaban sobre la violencia doméstica, 
para facilitar la investigación, y que las comisarías trabajaran más estrechamente 
con las ong para brindar un servicio integral para víctimas. También el ef presionó 
para que el Ministerio de Educación y Cultura realizara campañas educativas y de 
sensibilización a través de los medios de comunicación (Filgueira, 1993). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Beijing. 44 Con financiamiento de unifem (Fondo de Desa¬ 
rrollo de las Naciones Unidas para la Mujer), se llevó a 
cabo un diagnóstico de la situación de las mujeres en 
Uruguay, que posteriormente se presentó en una reu¬ 
nión abierta a la cual asistieron 50 organizaciones de 
Montevideo y el interior del país y en la que se elabo¬ 
raron propuestas para llevar a Beijing. El Grupo Iniciativa 
participó en Los preparativos regionales y subregionales 
de la conferencia, una experiencia que las feministas 
uruguayas consideraban valiosa por sí sola: «Si para 
algo sirven estas conferencias mundiales es para fo¬ 
mentar —a nivel nacional, de subregiones o de regio¬ 
nes— procesos de reflexión, de elaboración de planes 
de acción, de alboroto interno, más que apostar a Los 
resultados de Los documentos de estas conferencias» 
(Cariboni, 1995: 7). 

En setiembre de 1995, 20 uruguayas asistieron al foro 
paralelo de la sociedad civil en Huairou en el que orga¬ 
nizaron el taller «Metaforo: las Cumbres Mundiales y el 
Movimiento de Mujeres» para evaluar las implicaciones 
de la globalización del movimiento de mujeres y de su 
participación en el proceso de la onu (Álvarez, 1998: 
312-313). 

Después de la conferencia, las integrantes del Grupo 
Iniciativa emprendieron una gira por todo el territorio 
nacional para difundir los contenidos de la Plataforma de 
Acción Mundial aprobada y para promover la creación de 
una coordinadora para monitorear su implementación. La 
Comisión Nacional de Seguimiento de los Acuerdos de 

44 | Las organizaciones participantes eran Cotidiano Mujer, cdd, grecmu, ptemuu, 
Mujer Ahora, Casa de ta Mujer La Unión, Instituto Mujer y Sociedad, repem, Fun¬ 
dación Friedrich Ebert (fesur) y el Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el 
Desarrollo Uruguay (ciedur). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Beijing (cns) se creó formalmente en una asamblea nacio¬ 
nal en mayo de 1996 en la cual participaron 240 mujeres 
en representación de 42 organizaciones de los 19 depar¬ 
tamentos del país. Su objetivo principal era «establecerse 
como un órgano representativo de las mujeres» que rea¬ 
lizaría «acciones vinculadas al monitoreo, control sobre 
la agenda y rendición de cuentas» del cumplimiento de 
Los acuerdos de Beijing por el gobierno. 45 

Se identificaron seis áreas de prioridad (violencia, trabajo, 
salud, educación, pobreza y comunicación) y dos ejes de 
acción principales. El primero, dirigido hacia el Estado, 
incluía, por un Lado, el monitoreo de La incorporación de 
La perspectiva de género en el proceso de formulación de 
políticas públicas, canalizando las propuestas elaboradas 
por La cns y aquellas que surgían en diferentes zonas del 
país hacia Las autoridades relevantes a nivel nacional y 
departamental. Por otro lado, se promovía La creación de 
mecanismos para la negociación con actores estatales 
a fin de asegurar la participación de la cns en la imple- 
mentación de Los acuerdos de Beijing. El segundo eje de 
acción se dirigía hacia el movimiento de mujeres más 
amplio y otras organizaciones de la sociedad civil. Entre 
sus objetivos estaba la construcción de una red perma¬ 
nente de información que vinculara actores e iniciativas 
de nivel departamental, nacional y regional. También se 
brindó apoyo a acciones realizadas por organizaciones 
individuales para incidir en la política gubernamental, por 
ejemplo para «capacitación en conciencia de género y 
estrategias de negociación». 46 


45 | Comisión Nacional de Seguimiento de los Acuerdos de Beijing documento 
interno, junio 1996. 

46 | ídem. 


\ 122 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


La «red informativa» se operacionalizó con la publicación 
del boletín Ni Más Ni Menos, para brindar información 
sobre las actividades de la cns y servir como una platafor¬ 
ma donde las organizaciones de mujeres de todo el país 
pudieran compartir sus experiencias. Entre sus actividades, 
en agosto de 1997 la cns organizó un seminario para 
promover la discusión en círculos políticos sobre el tema 
de la subrepresentación de las mujeres en el Parlamento, 
publicó una revisión de todas las políticas públicas dirigi¬ 
das hacia las mujeres o con impactos sobre las relaciones 
de género, y encomendó un análisis de la imagen de las 
mujeres y el tratamiento de Los temas de género en los 
medios de comunicación (cns, 1997 y 1999). 

La cns también empezó a participar en Social Watch/ 
Control Ciudadano, una iniciativa desarrollada por ong 
de todo el mundo que se habían conectado en la Cum¬ 
bre Mundial para el Desarrollo Social en Copenhague en 
1995 y posteriormente en Beijing, y que era coordinada 
en las oficinas del Instituto del Tercer Mundo en Montevi¬ 
deo. El informe Control ciudadano, que se publica anual¬ 
mente sobre la base de informes nacionales recibidos de 
ong, evalúa el grado de cumplimiento de Los gobiernos de 
Los acuerdos emanados de las conferencias mundiales. 
En este sentido Los objetivos de Social Watch eran muy 
similares a Los de la cns: «Social Watch hace responsa¬ 
bles a los gobiernos, al sistema de Naciones Unidas y 
a Las organizaciones internacionales del cumplimiento de 
los compromisos nacionales, regionales e internacionales 
[...]. Social Watch alcanzará sus objetivos mediante una 
estrategia comprensiva de activismo, concienciación, mo- 
nitoreo, desarrollo institucional y networking». 47 


47 | <http://www.socialwatch.org/>. 


\ 123 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


La cns y el asunto de la diferencia 

Un año después de su creación, el número de organiza¬ 
ciones que participaban en la cns llegó a 70 e incluía no 
solamente organizaciones de mujeres, sino también orga¬ 
nizaciones de otros movimientos sociales, como de dere¬ 
chos humanos, investigación social y grupos ecologistas. 
Internamente la cns estaba diseñada de manera de ser 
«un espacio heterogéneo y abierto» y tenía características 
que la diferenciaban tanto de la Concertación de Mujeres 
como de la Coordinación de Mujeres. En el inicio hubo 
más participación activa de organizaciones del interior del 
país, a pesar del hecho de que la cns funcionaba de ma¬ 
nera bastante centralizada, celebrando la mayoría de sus 
reuniones en Montevideo. Una explicación que se ofreció 
por el relativamente bajo nivel de involucramiento de las 
organizaciones capitalinas fue el hecho de que eran «hijas 
de la dictadura [...] surgieron como organismos paralelos al 
Estado» y todavía no «están pensadas como una acción 
de la sociedad civil dialogante y propositiva con el Estado», 
que era precisamente el rol propuesto para la cns. 48 La cre¬ 
ciente participación de organizaciones del interior, por su 
parte, reflejaba una tendencia más amplia de movilización 
de actores sociales y políticos a nivel local en torno a la 
demanda de una descentralización de la política y mayores 
posibilidades de incidencia en el diseño e implementación 
de las políticas sociales y económicas, demandas que reci¬ 
bieron una respuesta parcial y por Lo menos nominal en la 
reforma constitucional de diciembre de 1996. 49 


48 | Entrevista personal con activista feminista (18 de agosto de 1997). 

49 | La nueva Constitución incluía la institucionalización del Congreso Nacional de 
Intendentes (artículo 262), la regulación de la asignación del presupuesto departa¬ 
mental a través de la Ley Nacional de Presupuesto (artículo 214c), la promoción de 
políticas de descentralización (artículos 50 y 230) y cambios fiscales que beneficiaban 
el interior (artículo 298). Constitución de la República, <www.parlamento.gub.uy>. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Muchos de Los grupos de mujeres del interior del 
país se habían formado muy recientemente, mientras 
que los de Montevideo en general tenían años de 
experiencia de trabajo en pos de Los intereses de 
las mujeres. Como resultado de estas disparidades, 
al inicio muchas representantes del interior venían a 
las reuniones de la cns «más que nada a oír y [...] a 
“aprender”». 50 Para hacer que las representantes del 
interior se sintieran «más partícipes y hacedoras de 
las cosas [...] y quitar un poco de la centralización», 
la cns se reestructuró en 1997 con la creación de 
coordinaciones regionales en las que las mujeres del 
interior podían «plantear sus propias experiencias con 
determinados temas y colectivizar a La vez». Tam¬ 
bién se organizaron seminarios de capacitación sobre 
áreas claves (violencia doméstica, derechos reproduc¬ 
tivos, pobreza y trabajo). 51 

Otro factor potencialmente desestabilizante en la com¬ 
posición de la cns fue la presencia de mujeres de Los 
cuatro principales partidos políticos en representación 
de nodos locales de la Red de Mujeres Políticas. La 
participación de mujeres políticas en la cns generó un 
debate intenso sobre el tema de la autonomía durante 
La reunión fundadora de la cns. Como resultado se de¬ 
cidió que a nivel nacional la Red de Mujeres Políticas 
no participaría formalmente, aunque mantendría vínculos 
con la cns, y se dejó a criterio de Los grupos Locales 
de la Red la decisión de participar o no. De hecho, la 
mayoría de las organizaciones del interior eran nodos 
de la Red. El hecho de que las integrantes de la Red 


50 | Entrevista grupal con integrantes del movimiento de mujeres (14 de abril de 1997). 

51 | ídem. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


provenían de todos los partidos políticos —tanto Los 
que integraban la coalición de gobierno como los de la 
oposición— sumó clivajes políticos potencialmente con¬ 
flictivos que no podrían ignorarse fácilmente dada la 
naturaleza del trabajo de la cns: 

En última instancia, cuando se profundice la ac¬ 
ción de control sobre el Estado, implica también 
control sobre las políticas de gobierno [...]. Y en¬ 
tonces, por más que se busquen estrategias de 
fortalecimiento de la acción social frente al Es¬ 
tado, de todas maneras las mujeres que están 
identificadas con políticas de gobierno, o tienen 
su campo principal de acción en los partidos po¬ 
líticos, seguramente tendrán que optar en algún 
momento para ubicarse . 52 

Las dificultades que surgían de la heterogeneidad inter¬ 
na de la cns se pueden ilustrar con situaciones que se 
daban en el interior del país, donde el concepto de se¬ 
guimiento se manipulaba según las lealtades partidarias: 
«Cuando van a pelear por algo de repente, una que es 
blanca está peleando su intendente porque es colorado, 
o una que es colorada no pelea su intendente porque 
es colorado. Entonces allí es donde se cruzan las cosas 
[...] entre los partidos. Entonces las mujeres de las ong 
quedan afuera y esto se convierte en una lucha política, 
y no una cuestión de mujeres.» 53 Las coordinadoras de 
la cns tenían claro que estas diferencias inevitablemente 
se acentuarían en años electorales: «Hay que definir en 


52 | Entrevista personal con activista feminista (18 de agosto de 1997). 

53 | Entrevista personal con activista feminista (30 de mayo de 1997). 


\ 126 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


ese año qué temas y qué cosas pueden hacerse en con¬ 
junto y de pronto la elaboración de una agenda mínima 
para que todas las mujeres de todos los partidos Levan¬ 
ten como compromiso frente a Las mujeres del país». 54 

Relaciones con el Estado 

Durante la segunda mitad de los 90 el movimiento de 
mujeres uruguayo avanzó conceptualmente en el análisis 
de sus relaciones con el Estado, y en la práctica desa¬ 
rrolló múltiples estrategias para presionar a Los actores 
estatales para que implementaran políticas de género. 
Lo que había sido «un desafío plagado de desconfian¬ 
za» para muchas organizaciones dentro del movimiento 
llegó a verse como una estrategia esencial en su lucha 
por promover los derechos de las mujeres y generar 
cambios en las relaciones de género (Carreiras et ai, 
1995: 17). Hubo un aumento del número de organiza¬ 
ciones individuales que actuaban como consultoras o 
brindaban servicios en el marco de proyectos del Esta¬ 
do, particularmente en Las áreas de violencia doméstica 
y salud reproductiva, con colaboraciones tanto con el 
ministerio como con la im. Asimismo, se desarrollaron es¬ 
trategias de lobby para incidir en el proceso legislativo, 
con la participación de organizaciones en las discusio¬ 
nes en comisión de Los proyectos de ley presentados en 
el Parlamento y acciones de lobby dirigidas directamen¬ 
te a los ministros para presionar por La implementación 
de Leyes de combate a la discriminación de género o 
para presentar propuestas específicas de políticas. 


54 | Entrevista personal con activista feminista (18 de agosto de 1997). Esto es lo 
que efectivamente se hizo, con la presentación de la primera Agenda Política de 
las Mujeres en el marco de las elecciones de 1999, acción que fue replicada en 
elecciones posteriores. 


\ 127 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


La presencia dentro del Estado de un número cada vez 
mayor de feministas también facilitó las relaciones con 
sectores del movimiento de mujeres. No obstante, al¬ 
gunas integrantes del movimiento mantenían sus dudas 
respecto a la eficiencia y efectividad de las instituciones 
de género que existían en el Estado, y por otro lado, 
hubo cierta sospecha persistente entre las feministas en 
el Estado —que eran todas designadas por el gobierno 
y por ende provenían de los partidos tradicionales— de 
que la cns estaba controlada por la izquierda. 

De todas formas, dado que el objetivo principal de la cns 
era el seguimiento de la política pública, un paso nece¬ 
sario fue la construcción de un proceso de interacción 
permanente con el Estado. La coordinación ejecutiva de 
la cns identificó cuatro etapas en este proceso: primero, 
la construcción de una identidad visible; segundo, Lograr 
el reconocimiento como interLocutora política válido a 
Los ojos del Estado; tercero, la Legitimación política de 
las propuestas del movimiento y la construcción dentro 
del Estado de espacios y mecanismos efectivos para 
¡mplementarlas, y por último, que el Estado consultara 
al movimiento en la formulación, diseño e impLementa- 
ción de las políticas. 55 Aunque las integrantes de la cns 
reconocieron estar muy Lejos de la etapa final, sentían 
que se había progresado en determinadas áreas. 

El grupo de trabajo de la cns sobre la salud de las 
mujeres, en particular, Logró establecer canales ñuidos 
de comunicación tanto con el Ministerio de Salud Pú¬ 
blica como con la Comisión de la Mujer de la im. Estos 
avances se debían en parte al hecho de que el movi- 


55 | Entrevista grupa! con integrantes de movimiento de mujeres (14 de abril de 1997). 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


miento de mujeres hacía lobby sobre temas de salud 
reproductiva desde la conferencia de El Cairo en 1994; 
en parte a la presencia de algunos «individuos ilumina¬ 
dos» dentro de las estructuras del Estado, y en parte 
al hecho de que los proyectos recibían financiamiento 
de agencias de la onu, cuyas directrices incluían con¬ 
sultas con ong. No obstante, estas relaciones tendían a 
basarse en la negociación o colaboración en proyectos 
específicos más que en el establecimiento de mecanis¬ 
mos permanentes de participación del movimiento de 
mujeres en el proceso de formulación de políticas, que 
era el objetivo último de la cns y uno que reconocían 
sería difícil de lograr. El desafío que enfrentaba la cns 
era doble: por un lado, superar la resistencia del Estado 
a la «interferencia» de la sociedad civil en sus asuntos, 
y por otro lado, promover el «crecimiento político» del 
movimiento de mujeres, dado que «cuesta mucho pro¬ 
yectar de una reivindicación puntual a una visión global 
en la participación de la gestión y por Lo tanto de la 
democracia». 56 

El reclamo de la ciudadanía sustantiva 

PARA LAS MUJERES 

La reformulación de las demandas del movimiento de 
mujeres como elementos cruciales para el proceso de 
consolidación democrática se reflejaba en el discurso 
del movimiento y en el lenguaje que se usaba para 
presentar lo que en muchos aspectos eran las mismas 
formuladas por el movimiento en sus inicios. En el pe¬ 
ríodo pos-Beijing el foco discursivo se centró claramente 
en el asunto de los derechos ciudadanos de las mu- 


56 | Entrevista personal con activista feminista (18 de agosto de 1997). 


\ 129 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


jeres. Mientras que al principio la noción de derechos 
se veía demasiado estrecha y legalista para abarcar 
la total complejidad de las relaciones desiguales de 
género, el crecimiento del movimiento global de muje¬ 
res y Los avances en la normativa internacional sobre 
los derechos humanos generaron una revalorización del 
concepto. 

Uno de los objetivos declarados de la cns fue «afirmar 
el derecho de las mujeres a La ciudadanía plena», un 
concepto que se explicó en su primer boletín: «implica 
actuar en ámbitos públicos, pero también y primera¬ 
mente, tiene que ver con aumentar la capacidad de 
monitorear, evaluar y proponer acciones que incidan 
en la agenda política nacional». 57 En esta conceptua- 
lización, la ciudadanía trata de la participación activa 
en la polis y el «derecho a tener derechos» tiene que 
ver con cerrar la brecha entre la ciudadanía formal y 
sustantiva de las mujeres, empoderándolas para ejercer 
sus derechos y estableciendo mecanismos para ase¬ 
gurar su acceso a ellos. Para el 8 de marzo de 1997 
la cns emitió un «pasaporte de las ciudadanas» que 
declaraba: 

Yo, ciudadana plena de mi país, con conoci¬ 
miento de su Constitución y de los compromisos 
firmados en la 4. a Conferencia Mundial de la 
Mujer de la onu, que consagró los derechos de 
las mujeres como derechos humanos universa¬ 
les, declaro mi derecho inalienable de tener el 
derecho de... 


57 | Ni Más Ni Menos, boletín de la cns, n.° 1, 1. 


\ 130 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Seguía una lista de derechos políticos, civiles y socia¬ 
les. Al ampliar el debate sobre el significado de la ciu¬ 
dadanía, planteando temas de derechos y rendición de 
cuentas, la cns buscaba contribuir a «una concepción 
más rica y plural de la democracia», que iba más allá 
de la noción estrictamente institucionalista del térmi¬ 
no. 58 La reiteración en la Plataforma de Beijing de la 
declaración de la onu de 1993 de que «Los derechos 
de las mujeres son derechos humanos» y el asignar al 
Estado, los partidos políticos y la sociedad civil orga¬ 
nizada la responsabilidad de garantizar esos derechos 
la hacían un instrumento útil de lobby y movilización: 
«Además de crear un espacio con legitimidad social y 
política, posiciona al movimiento de mujeres como un 
interlocutor válido». 59 Por otro lado, en el caso de la 
cns, dado que la Plataforma «definía una agenda mí¬ 
nima que no está abierta a la discusión», servía para 
limitar el potencial conflicto entre sus organizaciones 
miembros diversas y facilitaba la construcción de una 
identidad colectiva. 60 AL presentar sus demandas como 
derechos, el movimiento de mujeres también reclamaba 
una concepción de la ciudadanía y de la responsabi¬ 
lidad del Estado que se hacía eco de algunos de los 
principios centrales de la cultura política sobre la cual 
se había fundado el Estado uruguayo moderno. La in¬ 
sistencia en la responsabilidad del Estado de asegurar 
La integración de los sectores marginados y la defensa 
de los derechos iguales para toda la ciudadanía apela¬ 
ban a una larga tradición de intervención estatal y de 
sistemas democrático y legal efectivos. 


58 | cns carta abierta al infm, setiembre de 1996. 

59 | Entrevista personal con activista feminista (18 de agosto de 1997). 

60 | ídem. 


\ 131 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Reflexiones finales 

Desde sus orígenes, eL movimiento feminista uruguayo 
se ha caracterizado por sus repetidas iniciativas de ge¬ 
nerar espacios de articulación y coordinación más allá 
de las diferencias políticas, a veces partidarias, entre 
las organizaciones/personas que lo componen. El reco¬ 
rrido de las experiencias de la Concertación de Muje¬ 
res, la Coordinación de Mujeres, el Espacio Feminista y 
finalmente la Comisión Nacional de Seguimiento a Los 
Acuerdos de Beijing revela los diversos desafíos que ha 
enfrentado. Por un lado, Las potenciales conflictividades 
internas, entre activistas feministas de la sociedad ci¬ 
vil y militantes políticas, entre diferentes concepciones 
del feminismo o entre estrategias encontradas respecto 
a la relación que se debía tener con el Estado. Por 
otro lado, aspectos contextúales relacionados tanto con 
las resistencias externas hacia el movimiento desde Los 
principales actores políticos como con las condiciones 
materiales para sustentar el activismo feminista y el des¬ 
gaste generado a Lo largo del tiempo. A pesar de estos 
desafíos y de la merma de la militancia en general a 
mediados de Los 90 en Uruguay, hacia fines del siglo 
xx el intento de generar una coordinadora que abarcara 
el movimiento de mujeres en su totalidad tomó renova¬ 
do impulso a partir del proceso de movilización a nivel 
nacional y regional en el marco de la IV Conferencia 
Mundial de La Mujer en 1995. Aunque persistían las di¬ 
ferencias internas, la cns se configuró como «una forma 
de política de coalición en la que Las diferencias entre 
las mujeres son reconocidas y articuladas, mientras que 
las fronteras de la coalición no se definen en términos 
de “quiénes” somos, sino en términos de qué queremos 
Lograr» (Yuval Davis, 1998: 180). Lo que se quería Lo- 


\ 132 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


grar ya estaba establecido, en tanto su objetivo era el 
cumplimiento del Estado uruguayo de la Plataforma de 
Acción Mundial de Beijing; por lo tanto, se abrió La posi¬ 
bilidad de que el movimiento de mujeres se posicionara 
en la arena política nacional con otro alcance y otra 
Legitimidad. 


\ 133 





Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


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\ 136 [ 



Feminismo negro, 

UNA APUESTA EMANCIPATORIA 


Beatriz Ramírez Abella 


Consideraciones generales 

Iniciar este capítulo sobre el feminismo negro en Uru¬ 
guay nos coloca frente a un desafío que, si bien perso¬ 
nal, es inminentemente político. Sin duda tiene compo¬ 
nentes ideológicos y ubica en una dimensión visible la 
realidad de muchas de nosotras, mujeres afrouruguayas 
de entre quienes emerjo y a quienes me debo. 

He sido y soy una activista política, así me defino, y 
en el ocaso de la vida entiendo de responsabilidad 
política traer el relato de mi tiempo, de mis luchas, de 
mis contradicciones y la evolución que vivimos quienes 
hemos elegido un camino que, si bien es colectivo, nos 
ha tocado protagonizar en tanto sujetas de derecho. 
Por tanto esta narrativa está cargada de mi propia voz 
y visión sobre el momento que me ha tocado vivir en 
tanto mujer de ascendencia africana, activista latinoa¬ 
mericana, antirracista, feminista y de izquierda. Tam¬ 
bién vengo con otras voces que llegaron a mí desde mi 


\ 137 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


familia extendida, mis amigas, mis compañeras de ruta 
y también de aquellas con las que no he coincidido 
pero que han dado luz a mis pensamientos y eso ha 
colocado en mí el valor que ha regido mi vida, la de¬ 
mocracia como un principio inalienable. Respetuosa por 
tanto del pensar de otras y otros, del de aquellos con 
quienes coincido y del de adversarios/as y enemigos 
ideológicos. 

De forma empeñada he dedicado mucho de mi tiempo 
a aunar esfuerzos para el logro de las transformacio¬ 
nes que América Latina precisa para dejar de ser el 
continente más desigual del mundo. Mostrar el carácter 
relacional del grupo hegemónico y la subalternidad a 
la que ha estado sometido, históricamente, el contin¬ 
gente de mujeres y hombres de procedencia africana 
y sus descendientes y las consecuencias deficitarias 
en cuanto al alcance de sus derechos y el acceso a 
oportunidades. También identificar claramente la no 
pasividad de los colectivos, su resistencia y resilien- 
cia como parte de los activos que poseen, ejercen y 
finalmente determinarán cuáles son los cambios que 
se necesitan. Al decir del teórico afrobrasileño Helio 
Santos: «Si somos parte del problema, queremos ser 
parte de la solución». 

Este relato muestra el proceso colectivo de una so¬ 
ciedad que niega su carácter profundamente racista y 
discriminatorio. Una sociedad uruguaya que, sostenida 
en sus valores democráticos e igualitarios, contradicto¬ 
riamente muestra su contracara conservadora y exclu- 
yente, particularmente con las mujeres y las personas 
pertenecientes a grupos étnicos como el de afrodescen- 
dientes. 


\ 138 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


No solo trata de analizar el proceso de lucha y las 
reivindicaciones históricas de las mujeres afrouruguayas, 
sino que además recoge parte de una narrativa omitida, 
negada, invisibilizada por el sistema social imperante, en 
el que el racismo y el sexismo, en tanto sistemas de 
¡deas, no solo obturaron a las mujeres afrodescendien- 
tes sus derechos y el ejercicio efectivo de estos, sino 
que «borraron» de la historia las formas y herramientas 
que se dieron para su sobrevivencia y la del grupo hu¬ 
mano al que pertenecieron. 

Las estrategias y las formas de resiliencia componen el 
sentido central de la realidad de las mujeres afrodescen- 
dientes. Valor que no siempre es concebido como tal. 

El patriarcado y el sexismo han estructurado, desde un 
entramado sólido y de alta penetración, un sistema de 
opresión material y simbólica, generando el no ejercicio 
efectivo de Los derechos humanos y el no acceso a 
las oportunidades de Las mujeres afroamericanas y por 
tanto de las mujeres afro uruguayas. 

El carácter sistémico y estructurante de estas dimensio¬ 
nes de opresión se ha potenciado a lo largo de la his¬ 
toria, persistiendo, mutando, adoptando «nuevos ropa¬ 
jes», obligándonos a estar alertas, construyendo nuevos 
cuerpos de análisis así como enfoques estratégicos que 
en nuevas batallas permitan enfrentar esta lucha que 
lleva ya más de 500 años. Esta dimensión múltiple de 
opresión ha colocado el imperativo no solo de sobrevivir 
a un sistema violento y genocida, sino de trascender. 

El feminismo negro es una ideología que recupera en su 
construcción los principios y las formas de resistencia 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


y resiliencia que han creado las mujeres afrodescen- 
dientes a lo largo de la historia. Apelando a configurar 
las características propias del contingente africano, su 
cosmovisión y sus valores comunitarios, reúne desde 
el «discurso oculto» y periférico las expresiones tan¬ 
gibles y no tangibles de un pasado común. Si bien el 
sistema dominante se empeñó en hacer desaparecer 
cualquier vestigio de ancestralidad africana, las per¬ 
sonas africanas, las mujeres particularmente, traerán 
permanentemente su historia, sus formas organizativas, 
su pensamiento en cada acto que realicen de la índole 
que sea. 

El feminismo negro es una ideología que abstrae, des¬ 
de sus conceptos, aquellos aspectos que alimentaron 
la acción política sistemática de las mujeres, tanto en 
Lo individual como en Lo colectivo y organizado, en los 
diferentes momentos de la historia, en coyunturas y 
procesos históricos determinados. 

El feminismo negro conforma en sí una base ideológica 
emancipatoria. Surge en uno de Los momentos históricos 
determinantes de La humanidad: la trata esclavista tran¬ 
satlántica. Coyuntura histórica en que el sistema capita¬ 
lista se estructura, evoluciona, se recrea en un proceso 
inacabado a lo largo del cual persiste y muta, asentado 
en el racismo, el sexismo y el clasismo. 

Se trata de un paradigma emancipatorio que enfrenta 
La complejidad de un sistema que oprime a través de 
sus distintos ejes de dominación, por Lo tanto tendrá 
que construirse contemplando en su análisis la mul- 
tidimensionalidad y la multicausalidad a las que se 
enfrenta. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Aspectos históricos 

El sistema capitalista fue la mayor transacción económi¬ 
ca basada en «capital humano». Dio lugar a un nuevo 
tiempo. Ya en su primera fase el capitalismo echa a 
andar la acumulación y tiene en las mujeres africanas 
su línea de base. 

Los millones de mujeres africanas traídas a las Amé- 
ricas jugarán un papel en términos materiales tanto 
por sus fines productivos como por sus fines repro¬ 
ductivos. En términos simbólicos, elemento de contra- 
insurgencia. En términos productivos, serán mercancía 
millones de niñas y mujeres secuestradas, capturadas, 
que fueron parte sustantiva en la importante transac¬ 
ción económica que diera ganancias a las monarquías 
en decadencia, generando por tanto la estructura de 
clases. Será en este proceso que se sustentarán los 
Estados americanos, generando la mano de obra es¬ 
clava para el desarrollo de las Américas. La agricul¬ 
tura de grandes extensiones para cosechar cacao, 
azúcar, maíz, y la industria extractivista que consigue 
oro, plata tendrán en las mujeres africanas su mano 
de obra gratuita. 

Los aspectos reproductivos agregan el gran plus a este 
proceso lucrativo: el estupro, las violaciones sistemáticas 
organizadas generaron la reproducción y el aumento de 
un capital que se acrecentó y fue dando más ganancias 
a Las arcas de los grandes hacendados, terratenientes y 
la incipiente burguesía criolla. 

El sistema esclavista fue sustentado por La ideología 
mejor pensada de los últimos siglos: el racismo. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


El racismo es un conjunto de valores y creencias supre- 
macistas que dan forma inteligente, establecen y funda¬ 
mentan la construcción de las razas, la construcción de 
una racialidad como elemento ordenador de un sistema 
social. Sistema que necesitó estructurarse con base en 
una visión hegemónica que estableció jerarquías subal- 
ternizadas. 

El carácter estructural del racismo se expresa en las 
instituciones que hacen parte del sistema social. Es un 
fenómeno global en el cual tanto en las dimensiones 
macro como en los microespacios se conforma un 
fuerte dispositivo que marcará las relaciones sociales 
de las personas. En primera instancia será la Iglesia 
católica quien definirá a las africanas y Los africanos 
como «cuerpos sin alma», por tanto pasibles de las 
mayores atrocidades y despropósitos en nombre de la 
civilización. 

Para Los contingentes de personas africanas y, particu¬ 
larmente, para Las mujeres, el cuerpo ha sido el primer 
territorio de lucha. Ha sido la reapropiación de la con¬ 
dición humana, la batalla cultural más compleja que nos 
ha tocado dar. 

El epistemicidio conceptualmente coloca a las personas 
africanas y a sus descendientes como seres ahistóri- 
cos, sin pasado, sin cultura ni civilización, sumidos en 
la barbarie y el primitivismo, seres infrahumanos, sin 
capacidad de abstracción ni pensamiento complejo, más 
cerca de Los primates. Será el conocimiento académico 
quien fundamentará con argumentos pseudocientíficos 
la «supuesta» diferencia biológica en lo que conocere¬ 
mos como darwinismo social. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


El carácter estructural del racismo se expresa a través 
de las distintas instituciones del Estado. Es a través de 
sus discursos y prácticas que el pensamiento hegemóni- 
co y discriminatorio establece sus mandatos explícitos y 
no explícitos. Es real que el racismo actúa por «acción 
y omisión». 

Serán la Iglesia, la academia, los corpus militares y 
jurídicos quienes irán construyendo marcos legales de 
conocimiento y costumbristas que contribuirán a sus¬ 
tentar la permanencia y persistencia del racismo hasta 
nuestros días. 

Será esta concepción determinante del inacceso a la 
educación, al trabajo, a la salud, de los índices de 
pobreza a los que han estado condenadas las pobla¬ 
ciones africanas y sus descendientes, marcados por la 
desigualdad y la exclusión social. Las mujeres afroame¬ 
ricanas han estado en la base de la pirámide social, 
reproductoras de la pobreza y la marginalidad social, 
económica y política. 

El proceso esclavista en tanto sistema global fue habi¬ 
litado por marcos legales globales (Code noir), por Lo 
que la realidad de las personas africanas y sus descen¬ 
dientes tendrá características similares en los distintos 
sistemas. Más allá de que este fuera anglosajón o ibéri¬ 
co, el objetivo siempre fue la opresión, el sometimiento 
y la explotación de estas poblaciones. 

Por lo tanto ante una operativa global encontraremos 
no solo que las respuestas fueron simultáneas, sino que 
en muchos casos se establecieron formas de comunica¬ 
ción, apoyo y cooperación para el logro de La libertad. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Esta visión «sin fronteras» de las realidades que abor¬ 
daron las poblaciones de origen africano será la base 
del principio de internacionalismo que luego las con¬ 
vertirá en partícipes de los procesos de lucha de los 
afroamericanos a lo largo del continente. 


La colonia y los procesos independentistas 

El proceso independentista en las colonias americanas 
se inicia con la Revolución haitiana, simultánea a la 
Revolución francesa. Fue una revolución de esclavos 
y esclavas, liderada por Bookman y Matamba Cecile 
Fatiman, quien con 16 años y en su carácter de sa¬ 
cerdotisa impulsa uno de Los momentos de inflexión 
más importantes de la historia. Son hoy Los héroes de 
Haití. Sin embargo, poco sabemos de esta mujer joven 
negra que simbolizó la lucha en uno de los procesos 
más reveladores de la historia y cuyo aplastamiento 
por los americanos del norte esconde por sobre todas 
las cosas La capacidad y el claro posicionamiento de 
Los pueblos africanos cuyas mujeres y hombres fueron 
desarrollando estrategias de búsqueda de su Libertad 
con sus propias visiones. Miles de mujeres africanas que 
se unen a las gestas independentistas acompañan Los 
procesos de diferentes formas, tienen en el campo de 
batalla un espacio al que se integran dando su vida por 
la libertad. La compra de su libertad y la de sus fami¬ 
liares hace parte de un proceso en el que las mujeres 
africanas y afrodescendientes buscan incesantemente 
una vida digna que implica el alcance de su liberación. 
Será notorio desde el inicio que estos procesos tuvieron 
un pienso estratégico propio, el concepto que acuña¬ 
ra años más tarde la feminista negra norteamericana 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Audre Lorde: no se desmonto la cosa del orno con los 
herramientas del amo, estableciendo la necesidad de 
construir estrategias propias para revertir al sistema 
dominante. 

Se hizo urgente recorrer las realidades vividas por las 
mujeres afrodescendientes en diferentes tramos de la 
historia para construir conceptual y estratégicamente 
respuestas a las formas de opresión vividas. 

De eso se trata el feminismo negro. Un paradigma eman- 
cipatorio que enfrenta la complejidad de un sistema que 
oprime a través de sus distintos ejes de dominación, un 
paradigma que se construye contemplando en su anᬠ
lisis la multidimensionalidad y la multicausalidad a las 
que se enfrenta. 

Luego de un breve recorrido histórico que era impres¬ 
cindible para situar la realidad de las mujeres afrouru- 
guayas, la vinculación con las mujeres del continente: 
se recoloca la lucha en un escenario interrelacionado 
e interdependiente, más allá de la diversas realidades 
nacionales. 


Tiempos contemporáneos: simultaneidad, diversidad y 

TRASCENDENCIA DEL MOVIMIENTO FEMINISTA NEGRO. PaNA" 
FRICANISMO FEMINISTA 

En los últimos 80 años teóricas negras enuncian nuevos 
postulados, comienzan a construir cuerpos de análisis 
que recuperarán ese pensamiento, profundizando aún 
más una visión contemporánea. Recuperan teóricamente 
parte de esa historia oculta e invisibilizada, por tanto 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


interpelan el sistema vigente y se aprestan a establecer 
nuevas apuestas políticas en el entendido de que la 
realidad de las mujeres afro no tiene la pretensión de 
ser universal ni única. Es un «ángulo» que encontrará 
en otras realidades experiencias y visiones tan válidas 
como la planteada por las mujeres de ascendencia afri¬ 
cana. 

No al pensamiento único es otro de Los principios rec¬ 
tores del feminismo negro. Las diferentes respuestas 
de Las mujeres en distintos momentos y contextos, aun 
como figuras emergentes, responden a sus realidades 
colectivas y surgen como tales. Si algo ha caracterizado 
al colectivo de mujeres negras afrodescendientes es su 
diversidad. Sin embargo, aspectos comunes en coyuntu¬ 
ras distintas nos permiten ver realidades a las que se 
fue respondiendo casi en simultáneo. 


Las pioneras 

Harriet Tubman es un ejemplo claro en Brasil, mientras 
que Soledad Cruz es ejemplo de esclava afrouruguaya. 
Luego, las transgresoras que encontrarán en Los espa¬ 
cios culturales vastos ámbitos de afirmación identitaria 
interpelando al statu quo imperante, al racismo y al 
sistema patriarcal que de forma interseccional va exclu¬ 
yendo a las mujeres según la mezcla personal de edad, 
raza y religión. 

Las mujeres del jazz de Las que habla Angela Davis en 
sus textos serán similares a las que encontraremos en 
Victoria Santa Cruz o más adelante veremos en Nina 
Simone, a modo de ejemplo. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Expresaron desde la cultura y el arte, el cuerpo y la palabra 
una resistencia tenaz y trascendente. Mujeres de la literatu¬ 
ra que comienzan a tomar el espacio literario para denun¬ 
ciar, para recuperar la memoria de los colectivos sin voz. 

Poetisas, declamadoras y cantautoras plasman el mundo 
oculto de las poblaciones afroamericanas. 

Teniendo en la palabra y en la literatura, la música y 
la poesía otro espacio de resistencia, donde no solo 
denuncian las situaciones terribles a las que se ven so¬ 
metidas, sino que acuñan en imágenes y palabras una 
historia en la que la ancestralidad aún sigue vigente, se 
mantiene y se preserva. 

Será en el siglo pasado el surgimiento del activismo y 
las académicas: Angela Davis, Audre Lorde, Bell Hooks, 
Angela Gillian son las primeras en colocar las bases de 
estos análisis que enfrentan en su contenido al femi¬ 
nismo de la segunda y tercera ola. Patricia Hill CoLlins, 
Kimberley Crenshaw retoman y profundizan Los análisis 
del feminismo negro de nuestros días. 

Simultáneamente, en América Latina, Lélia González, Inés 
María Martiatu, Luiza Bairros, Sueli Carneiro, Lúcia Xavier, 
Jurema Werneck, Solymar Carneiro, Nilza Iraci, Cidinha 
da Silva, entre tantas y a modo de ejemplo, conforman 
un proceso al cual no fuimos ajenas. Como ha pasado 
desde siempre, comienza el intercambio entre Las inte¬ 
lectuales y las activistas, comienzan a encontrar puntos 
coincidentes, retroalimentando un conocimiento que, en 
tanto praxis política, establecerá mediante la incidencia 
política nuevos campos de disputas donde surge el eje 
de todas las Luchas: el poder. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Uruguay 

La instalación del proceso colonial y el rol de las muje¬ 
res no difieren de la realidad del continente. 

Las mujeres africanas llegan como mercancía y repro¬ 
ductoras de esclavos. Serán parte de la ganancia que 
tanto el Estado como particulares obtendrán en una 
acumulación que Los sustentó. 

Jugarán un rol central en la producción, en el ámbito 
rural y urbano, como parte de las ganancias a partir 
de Los servicios múltiples que prestaron: cocineras, 
lavanderas, nodrizas, vendedoras ambulantes y pros¬ 
titutas que acrecentaran las riquezas de sus dueños 
en sus múltiples tareas privadas y públicas. Ya en el 
período colonial surgen situaciones de insurgencia en 
que Las mujeres africanas son partícipes, facilitando 
fugas de esclavos, compras de libertades y también 
algunas sublevaciones contra sus «dueños/as», quie¬ 
nes abusando de su poder no solo exponían a estas 
mujeres a repetidos estupros, sino que las hacían 
víctimas de torturas y castigos corporales de forma 
permanente. 

El juicio de Mariquita, esclava que dio muerte a su 
«ama», fue una de las medidas ejemplarizantes más 
difundidas en el Montevideo colonial. 

Las Lanceras, mujeres afro e indígenas, fueron parte del 
proceso independentista luchando en Los campos de 
batalla a la par de los hombres, entregando su vida a 
una causa que no Les era ajena: el Logro de la liber¬ 
tad. Soledad Cruz fue rescatada de forma reciente de 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


la memoria de las excluidas por la historia. A ella se 
le suman miles de mujeres anónimas que acompañaron 
el proceso histórico. Estas mujeres pioneras forman un 
colectivo cuya presencia ha sido invisibilizada por la 
historia oficial y por tanto no son parte de la memoria 
colectiva. Es imprescindible recuperar sus nombres para 
integrarlos a una identidad que hace a la construcción 
social de este país. 


Contemporáneas 

El Uruguay del siglo pasado encontró al colectivo afro 
y a sus mujeres en un nuevo escenario. La vida inde¬ 
pendiente da lugar a nuevos roles para las personas 
afrodescendientes. 

Las mujeres afrodescendientes pasan a cumplir el 
rol de matriarcas proveedoras de sus familias. La 
movilidad a la que estaban sujetos Los hombres afro- 
descendientes, fruto de persecuciones raciales que 
censuraban su búsqueda de fuentes de ingresos «za- 
frales», así como también una concepción de la se¬ 
xualidad menos atada a mandatos sociales convergen 
en formas y arreglos familiares distintos. Subsistían 
paralelamente hogares monoparentales con hogares 
poligámicos, con la particularidad de que las pro¬ 
veedoras eran siempre las mujeres, en mutua acep¬ 
tación y colaboración entre ellas, para beneficio de 
los hijos en común. Sin embargo, ya a mediados de 
siglo comienzan a notarse cambios que se acercan a 
las formas establecidas por las familias hegemónicas, 
quienes realizaban sus arreglos familiares tendiendo a 
consolidar familias monogámicas. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Estos cambios consolidaron el sistema patriarcal den¬ 
tro de las familias afro, aspecto que restará poder de 
decisión a las mujeres afrodescendientes, al convivir en 
tensión ideales y mandatos familiares. 

Ya en la década de los 50 estas formas, que aún tenían 
un componente ancestral, quedan obsoletas. 

En ocasiones en los sectores asentados en la periferia 
subsistieron ambas formas, una patriarcal y una antipa¬ 
triarcal, de concebir los arreglos familiares. Las formas 
reproductivas tenían características disímiles, las familias 
extendidas prevalecían con una composición demogrᬠ
fica diferente. Familias numerosas con altos promedios 
de menores por hogar hicieron que las familias afrouru- 
guayas tuvieran similitudes con los hogares pobres que 
encontraremos en Los 70, de carácter urbano, pero que 
también se detectarán en Los «pueblos de ratas» del in¬ 
terior del país. Allí Los derechos sexuales y reproductivos 
cobran entre las mujeres afrodescendientes sus víctimas 
principales. La ausencia de planificación familiar será 
otro factor que, sumado a Los espacios de desempeño 
laboral más bajos y peor remunerados, como el trabajo 
doméstico, ubicará a las mujeres afro más jóvenes en 
una situación de pobreza, sobrerrepresentada en emba¬ 
razos adolescentes, situación que permanece incambia¬ 
da hasta nuestros días. 


Mujeres de la cultura. Diversas. Las transgresoras 

Las mujeres de La cultura (cantantes, bailarinas, artistas 
vinculadas a espacios culturales y de Carnaval) confor¬ 
man un contingente de defensoras de las expresiones 
culturales que comienzan a incursionar en locales noc- 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


turnos, en un doble juego. Durante el día generalmente 
se desempeñan en el trabajo doméstico y en la noche 
son artistas, poco conocidas, que mantienen parte de 
la cultura del candombe de este país. Conviven con 
hombres que sí tienen permitido incursionar en dichos 
espacios, interpelando un sistema que pretende excluir¬ 
las, explotarlas y hacerlas víctimas de la condena social 
ya instalada en la sociedad afrouruguaya. Lágrima Ríos, 
Rosa Luna, Martha Guiarte, Beba y Chichi Píriz, Carmen 
Abella, Ivonne González, entre otras, hicieron parte de 
un conjunto de mujeres «divas» en la noche. En algunos 
casos prostitutas. Sirvientas durante el día, abriendo un 
capítulo en que su popularidad artística las convierte en 
referencias, sin dejar de sufrir la pobreza y la exclusión 
social. A muchas de ellas las veremos posteriormente, 
en edad avanzada, aprovechando su popularidad para 
apoyar causas sociales. Las veremos abanderarse en 
el combate al racismo, luchando contra el opartheid a 
nivel internacional como también en el plano nacional. 
Fueron mujeres libres, talentosas, activas defensoras de 
sus derechos y de los derechos de las otras mujeres. 
Sin embargo, condenadas por una sociedad negra que 
ya mostraba signos de machismo. En algunos casos 
víctimas de violencia así como de diferencias de clase, 
de estatus y de prestigio social. Estaba instalada la di¬ 
ferenciación entre el negro usté y el negro che. Las mu¬ 
jeres afro no fueron ajenas a estos procesos. Por otro 
lado van surgiendo otros estamentos que hacen a una 
«nueva intelectualidad negra», en que otras mujeres, 
«señoritas de sociedad», también pelean sus espacios. 
Virginia Brindis de Sala, María Barrios, Iris Cabral se eri¬ 
gen entre las mujeres que hacen parte de los «clubes 
sociales de La época» poniendo su aporte literario. Las 
dos primeras, su capacidad organizativa y activismo so- 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


cial; la última, al servicio de su comunidad. Si bien sus 
obras y accionar están vinculados a las realidades que 
atraviesa el colectivo afro, el enfrentamiento al racismo 
y las dificultades que obturan el desarrollo del colectivo, 
no incorporan aún una visión que enfoque la realidad 
de las mujeres afro de manera específica. 

Casi paradójicamente acsun (Asociación Cultural y Social 
Uruguay Negro), uno de Los clubes sociales, quizás el 
más relevante, donde existe un fermental movimiento 
social e intelectual, fue presidido por una mujer afro- 
descendiente por casi dos décadas: Amanda Rorra. Un 
liderazgo marcado por una impronta distinta. Cocinera 
de escuelas de contextos críticos, hace y mira la mili- 
tanda con nuevos enfoques, propiciando la necesaria 
movilidad social a través de la educación. Asume un 
tiempo de complejidades para este espacio social hasta 
casi Los 90, enfrentando la pérdida de la sede social, 
afrontando un periplo por distintos lugares, muchos en 
calidad de préstamo, donde las dificultades financieras 
estaban muy presentes. Eran tiempos de dictadura y el 
colectivo padeció uno de los episodios más trágicos de 
su historia, el desplazamiento de los colectivos afrodes- 
cendientes de los barrios tradicionales, perdiendo así su 
referencia geográfica, identitaria, cultural y social. Con 
la recuperación democrática el destino de Los colectivos 
organizados en torno a acsun dará un giro sustantivo 
cuando a fines de Los 80 surgen en la Iglesia católica, 
a través del Programa de Desarrollo para la Familia 
Afrouruguaya, una inyección financiera y la concreción 
de un espacio físico que da marco a un nuevo tiempo. 
Será el surgimiento de grupos de jóvenes con nuevos 
enfoques de cambio. El apoyo de La Fundación Afrouru¬ 
guaya impulsa un nuevo tiempo en el que Los aspec- 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


tos socioeconómicos y el combate al racismo ganan 
centralidad dando paso a nuevos grupos organizativos 
que traerán un nuevo marco a la lucha de las mujeres 
afrouruguayas. 

Se hacía necesario generar nuevos debates: la lucha 
por Los derechos civiles, el aportheid, la descolonización 
de los países africanos nos enfrentaban a nuevos es¬ 
cenarios. Figuras de relevancia como Malcom X, Martin 
Luther King, Angela Davis, Stokeley Carmichael, Marcus 
Garvey, Abdias do Nascimento, Lélia González estable¬ 
cían nuevos piensos en los que la lucha de clases, 
género y raza se interseccionaban generando las ten¬ 
siones y alianzas propias de un tiempo convulsionado. 
La reapertura democrática trae consigo al feminismo 
negro. Desde una dimensión real nos interpelaba. Su 
enunciación no tardó en concretarse. El surgimiento a 
fines de los 80, específicamente en 1988, de Organiza¬ 
ciones Mundo Afro canaliza muchas de las demandas 
de las mujeres afrouruguayas. Nace allí el Programa de 
Mujeres Negras, que es el brazo ejecutor de las políti¬ 
cas de género y raza: gama (Grupo de Apoyo a la Mujer 
Afro uruguaya). Espacio que lidero hasta el año 1998, 
hasta que, por definición política, en el año 2000 asumo 
la primera responsabilidad de gobierno municipal como 
edila suplente. 

La incorporación de la perspectiva de género abre un 
nuevo campo de análisis, nuevas estrategias políticas en 
que la interseccionalidad genera nuevas reflexiones y la 
necesidad de tejer alianzas con los colectivos de muje¬ 
res feministas y el movimiento ampliado. Comienza un 
tiempo de acuerdos y conflictos en que las luchas por 
las lealtades al movimiento negro mixto y al movimiento 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


feminista «tironean» a los colectivos de mujeres negras. 
Participamos en ese período en los albores de la Red 
de Mujeres Uruguayas, en la Red de Mujeres Políticas, 
teniendo en Beijing un norte importante que desde la 
Preconferencia de Mar del Plata generó que cientos de 
miles de mujeres del continente tomáramos conciencia 
de nuestra fuerza y potenció que las mujeres afro co¬ 
menzáramos a aunar esfuerzos identificando problemᬠ
ticas que nos eran comunes, entendiendo por lo tanto 
las luchas que nos demandaban por igual a lo largo y 
ancho del continente americano. 

La imperiosa necesidad de diferenciarnos y exigir al movi¬ 
miento feminista un posicionamiento frente al racismo se 
plasma en la memorable frase de Sueli Carneiro: «ennegre¬ 
cer el feminismo y feminizar el racismo», dando paso así 
a un tiempo de acuerdos y disensos durante el cual, con 
diferencias insoslayables, se transitaron espacios comunes, 
en muchas ocasiones, pero con serias imposibilidades de 
diálogo entre ¡guales que permitiera un frente común. La 
lucha por el poder se había instalado. Paralelamente, el 
proceso de empoderamiento de las mujeres afrouruguayas 
había comenzado, no sin tensión. Las desigualdades de 
género a la interna de la propia organización se expre¬ 
saban en luchas de liderazgo entre hombres y mujeres 
afrouruguayos. Pese a todo, se avanza a pasos agiganta¬ 
dos y en pocos años se Logra una visibilidad e incidencia 
política no menor. Los grandes hitos del Programa de Mu¬ 
jeres negras de oma (Organizaciones Mundo Afro) pueden 
resumirse en tres importantes Logros: 

- En primera instancia, la realización del Primer 

Diagnóstico de la Mujer Afrouruguaya. Llevado 

adelante con apoyos de cooperación con el 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


soporte de grecmu y la Udelar, arrojó los pri¬ 
meros datos cuantitativos y cualitativos en la 
historia del colectivo de mujeres afro. 

- En segundo lugar, la generación de la pri¬ 
mera acción afirmativa en la concreción de 36 
viviendas para mujeres jefas de familia con la 
creación de Ufama al Sur. 

- En tercer lugar, quizás el más importante, 
comienza un crecimiento de grupos de mujeres 
con intereses diversos. Mujeres emprendedoras: 
Nzinga, con Mary Porto como referente; Vea, 
con Mary Vidal al frente. Mujeres jóvenes: Mizan- 
gas, integrado entre otras por Elizabeth Suárez, 
Noelia Maciel, Karina Moreira, Tania Ramírez. 
Mujeres en la cultura: Afrogama con Isabel Cha¬ 
bela Ramírez como referente y representante de 
las mujeres en la cultura. Todas ellas iniciarán 
un nuevo tiempo de acciones dirigidas a los es¬ 
pacios de mujeres afro, instalando así un tiempo 
de ruptura con Mundo Afro y de conformación 
de grupos autónomos en diferentes procesos 
que se sostienen hasta nuestros días. 

El proceso organizado de las mujeres afrouruguayas se 

ve alimentado por dos factores determinantes: 

1. Un contexto internacional en el que se 
abre un nuevo campo de disputa: el Sistema 
de Naciones Unidas, donde las conferencias 
internacionales dan lugar a la generación de 
ámbitos de articulación con un claro enfoque 
feminista panafricanista. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


2 . Un escenario político nacional favorable a 
partir de la negociación y a través de la inci¬ 
dencia política organizada desde Mundo Afro, 
con resultados que permitirán ocupar espacios 
en organismos de los gobiernos de izquierda 
en Los últimos 20 años. 

El surgimiento de la Red de Mujeres Afrolatinas, Afrocari- 
beñas y de la Diáspora, en 1992, propició y fortaleció un 
trabajo regional y necesario. Asistieron al encuentro que 
creó la Red: Vicenta Camusso, Ana María Betervide, María 
Pereyra, Nancy Pereyra, Elsa Do Prado y Beatriz Ramírez. 

La más importante articulación que aglutinó a mujeres 
del continente bajo el liderazgo de Sergia Galván, Epsy 
Campbell, elegida en el presente año vicepresidenta de 
Costa Rica, Dorys García Mosquera, Nirva Camacho, Do¬ 
rotea Wilson, Beatriz Ramírez; queda bajo nuestra respon¬ 
sabilidad la coordinación de los grupos de mujeres del 
Cono Sur, en el período 1996-2006. Nos suceden en la 
coordinación Elizabeth Suárez, fundadora de Mizangas, y 
Vicenta Camusso, fundadora de Colectiva Mujeres, cofun- 
dadora de la Red y actual coordinadora del Cono Sur. 

La III Conferencia Mundial de Lucha Contra el Racismo, 
la Discriminación y Todas las Formas Conexas de Into¬ 
lerancia marca un hito fundamental para Los colectivos 
afrodescendientes de la región. La declaración y el plan 
de acción establecen un claro camino hacia el desarro¬ 
llo de dichas poblaciones. El compromiso que asumen 
Los Estados en el marco de la normativa internacional 
estableció y habilitó un tiempo en que la realidad de 
las mujeres afroamericanas se ve reflejada en muchas 
de sus demandas. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


A partir del 2000, los procesos de incidencia política 
de nuestros colectivos tuvieron las plataformas de las 
mujeres afrouruguayas en los partidos de gobierno, y 
en el 2005 se concretó la creación del Departamento 
de Mujeres Afro en el Instituto Nacional de las Mujeres. 
En este ámbito, que tuvo como cometido el diseño y la 
implementación de políticas públicas para mujeres afro, 
se generó la Red Nacional de Mujeres Afro en el país y 
se incorporó la dimensión etnorracial en intersección con 
género en los organismos del Estado como parte de una 
política transversal. 

En el período 2010-2015, por definición política del 
presidente José Mujica con el apoyo de varios secto¬ 
res políticos, asumo el cargo de directora del Instituto 
Nacional de las Mujeres convirtiéndome en la primera 
jerarca nacional afro en la historia de este país. La doc¬ 
tora Alicia Esquivel es responsable del Departamento de 
Mujeres Afrodescendientes desde el año 2010 hasta el 
año 2014, y asume luego la psicóloga Karina Moreira, 
en el período comprendido entre 2015 y 2017. 

El proceso de las mujeres afrouruguayas se sostuvo a 
través de los diferentes grupos. La coordinación de la 
Red propició la realización de la Asamblea Continental 
de la Red en el 2013, con el apoyo de Mizangas y con 
la presencia de delegadas de todo el continente. 

El liderazgo de Mizangas da continuidad al trabajo de ar¬ 
ticulación haciendo partícipes a las mujeres afrouruguayas 
de la construcción de una plataforma programática valida¬ 
da por activistas de todo el país: «Hilando fino». Fue un 
importante proceso participativo que dio voz y presencia a 
las mujeres afrouruguayas en toda su diversidad. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Nuevos grupos de mujeres afrouruguayas organizadas 
en ámbitos mixtos, así como otras independientes fue¬ 
ron surgiendo en Los últimos años: Ubuntu, Coordi¬ 
nadora de Acciones Afirmativas, uafro, Universitarias 
Afrouruguayas, Diálogo de Mujeres Afro, quienes van 
dando forma a una presencia e incidencia social y 
política y vienen forjando diálogos con el Estado y la 
sociedad civil. Dentro de la sociedad civil se ha Lo¬ 
grado alcanzar a las mujeres afrouruguayas y «otras» 
feministas de corrientes distintas, intentado construir, 
no sin dificultad, puentes que más que separarnos nos 
interconecten. 

En el ámbito institucional las mujeres asumen cargos 
en Los organismos de gobierno también en el ámbito 
departamental. La Unidad Temática para Personas Afro- 
descendientes de la Intendencia de Montevideo, creada 
en 2004, fue liderada por la activista y escritora Beatriz 
Santos en el período 2010-2015. Luego asumió dicha 
responsabilidad Elizabeth Suárez, desde el 2017 hasta 
nuestros días. 

Las Luchas de las mujeres por sus derechos y contra la 
violencia hacen parte de la agenda feminista común de 
nuestros días. 

Surgen nuevas formas de expresión «innovadoras», to¬ 
mando las calles como lo hemos hecho siempre las 
feministas. El pasado 8 de marzo, en esa expresión 
multitudinaria de más de 300.000 mujeres uruguayas, 
surge ya como un emblema el sonido de guerra, como 
una lanza al viento por la defensa de nuestros dere¬ 
chos, que es danza y es toque ancestral de mujeres de 
todas las procedencias, de todas las edades, quienes 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


responden cual coro al grito de «la mensajera» Cha¬ 
bela Ramírez: 

no, no más. 
no matar. 
no matar más. 

no, no más. 
no matar. 
no matar más. 

Chabela Ramírez 


So ro r¡ dad, sorondad, 
sororidad, sororidad, sororidad. 

So ro r¡ dad, sororidad, 
sororidad, sororidad, sororidad. 

Si la violencia patriarcal nos atropella, 
sororidad, sororidad, sororidad. 

Se para el mundo, 
ya tenemos la respuesta, 
sororidad, sororidad, sororidad. 

So ro r¡ dad, sororidad, 
sororidad, sororidad, sororidad. 

So ro r¡ dad, sororidad, 
sororidad, sororidad, sororidad. 

Chabela Ramírez 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Soy porque somos... 

Soy hija de Gladys y de Elbio. Nieta de Julia y Angelina. 
Sobrina de Carmen y Sofía. Hermana de Chabela, Fer¬ 
nando y Edith. Prima de Julia, Graciela, Raquel, Enrique, 
Mario, Nelly, Adriana, Sandra, Marcelo, Jorge, Estela, 
Adriana y Charo. Madre de Máel, Victoria, Camila y So¬ 
fía. Tía de Diego, Katanga, Nazareth, Federico, Marcio 
y Cristian. Abuela de Agustina, Emiliano, Ornara, Mateo, 
Sarahi, Emma, Diogo y Tirso. Tía abuela de Luciano, Zoé 
y Delfina. Hija por elección de Gladys y Martha. 


Soy porque somos. Ubuntu. 


160 



LO PERSONAL ES POLÍTICO. RECEPCIÓN 
Y RESINIFICACIÓN DESDE EL FEMINISMO 
URUGUAYO POSDICTADURA 


Ana Laura di Giorgi 

Las iniciativas feministas que se desplegaron en la déca¬ 
da de los 80 en el Uruguay comenzaron por focalizar la 
atención en un fenómeno antes no abordado y que en 
dicho momento fue una de las novedades conceptuales 
para pensar la opresión de la mujer: la domesticidad. 
La centralidad que adquirió esta preocupación permite 
identificar un vínculo fuerte con Los feminismos del norte, 
especialmente con Los de Estados Unidos y Europa. Sin 
embargo, el significado que adquirió el espacio doméstico 
para el feminismo vernáculo tuvo sus especificidades, fun¬ 
damentalmente por la experiencia del pasado inmediato y 
por la coyuntura del momento. Aun cuando aquel espacio 
fue identificado como la expresión mayor de la opresión, 
caracterizado como el lugar del encierro, el agobio o la 
trampa, también fue reapropiado y politizado por quienes 
lo reivindicaron como espacio político con impacto directo 
en la cuestión pública. En el contexto de la redemocra¬ 
tización y de amplias expectativas no se impugnó total¬ 
mente espacio doméstico, sino que se hicieron apuestas 
a transformarlo con consignas como democracia en la 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


casa y pareja democrática. La promesa del hombre nuevo 
se reeditó así en Los primeros años acompañada de un 
repertorio emocional marcado por La risa y el humor, que 
daban cuenta también de ciertos modos de intervención 
del feminismo de la época para politizar asuntos que la 
mayoría consideraba no políticos. 


Acá, las feministas 
A punto de parir su política, se preguntan por la 
autonomía, por la doble militancia 
por la democracia en el país y en la casa 
por la producción y reproducción 
por los nuevos significados de las viejas palabras 
por las mujeres pobres y las otras-adornos, objeto de 

uso sexual, decorados 
Julieta Kirkwood, 1984 

En 1984, Julieta Kirkwood anunciaba la llegada y pre¬ 
sencia de las feministas en Lo que se consideraba un 
tiempo nuevo en el que aquellas se encontraban a pun¬ 
to de parir una nueva política. Esta última emergía de 
una apuesta político-intelectual y de Las entrañas, desde 
el cuerpo. Una forma más que novedosa de anunciar 
la apuesta a una nueva causa política y de ubicarse 
desde su condición de mujeres, desde un lugar situado, 
que daba cuenta de que la condición femenina estaba 
marcada por la capacidad y el mandato reproductivo. 
La agenda de esta nueva causa era amplia y ambiciosa; 
aun cuando compartía las principales preocupaciones 
con el feminismo del norte, «acá» —que era Chile pero 
podía extenderse al Cono Sur o a toda América Latina¬ 
se anclaba en preocupaciones específicas o en modos 
particulares de enunciarlas. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Democracia en el país y en la casa y producción y re¬ 
producción son dos ejes que dan cuenta de la apuesta 
feminista orientada a discutir la arbitraria división de lo 
público y Lo privado y a hacerlo a partir de ciertas preo¬ 
cupaciones o lenguajes disponibles. La novedad de los 70 
y 80 fue la consigna lo personal es político, aquella que 
buscaba otorgar estatus político a una esfera que nunca 
había sido considerada objeto de debate y deconstruir 
así el lugar subordinado de lo privado. Esta tarea no fue 
sencilla, implicaba —y aún implica— desandar todo un ca¬ 
mino de cómo se pensaba lo político, desafío aún mayor 
en un contexto donde la política en mayúscula recuperaba 
su protagonismo. 

La traducción y difusión de la consigna lo personal es 
político implicó un esfuerzo intelectual, político y afec¬ 
tivo importante. Se precisaron un nuevo lenguaje, la 
creación de nuevos conceptos —trabajo invisible, trabajo 
reproductivo, domesticidad—nuevas modalidades de 
reflexión que alojaran de forma más amigable el regis¬ 
tro de lo personal, y un trabajo emocional para pensar 
y transmitir a otras una agenda de preocupaciones 
que tradicionalmente había quedado fuera de debate y 
que rápidamente era descalificada como «secundaria» o 
«accesoria». El intercambio entre las participantes de un 
taller de mujeres militantes expresaba lo imprescindible 
que resultaba generar confianza: 

Aunque parezca mentira todo esto [la discusión sobre 

tareas en el hogar] tiene que ver con nosotras y pro- 


1 | Este texto focaliza la atención en este último concepto, el de domesticidad. Para 
el abordaje de la discusión sobre el trabajo invisible o reproductivo se requiere otro 
abordaje que reconstruya el análisis marxista que se desarrolló en torno a estos 
temas y que dio origen a dichos conceptos, pero que excederían los límites de un 
trabajo de pequeña escala como el que aquí se presenta. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


bablemente mañana algo vamos a tener para decir; 
con humor, con audacia, con sencillez, con miedos 
y también con desparpajos; de a poquito aunque 
con urgencias y sobre todo con confianza, con 
muchísima confianza, así como somos nosotras 
para que podamos decir, así somos y así quere¬ 
mos ser . 2 

Politizar el registro de lo personal requirió de nuevas 
energías y de la elaboración de un argumento que pu¬ 
siera en evidencia cómo lo privado estaba atravesado 
por lógicas de poder patriarcal, cómo las tareas reali¬ 
zadas allí —por las mujeres— y los imaginarios que las 
respaldaban eran una construcción social y por tanto 
política. En este proceso de reñexión, además de Los 
múltiples talleres y espacios de encuentro llevados a 
cabo, fue fundamental el rol cumplido por los emprendi¬ 
mientos editoriales feministas y las intervenciones en La 
prensa escrita que tuvieron entre tantas apuestas la de 
poner en circulación la consigna lo personal es político. 
Los nombres de las principales publicaciones feministas 
de Los 80 hacían referencia a la idea de lo personal: 
La Cacerola y Cotidiano referían a ese mundo que se 
pretendía atender y politizar como antes no había su¬ 
cedido. En su apertura, las responsables de Cotidiano 
señalaban su interés específico en «hablar de nuestra 
vida cotidiana, de la historia pocas veces escrita por la 
mujer protagonista, de nuestros problemas». 3 La Cace¬ 
rola por su parte explicaba el ejercicio de reapropiación 
que realizaba al utilizar un nombre que hacía referencia 
al símbolo de Los quehaceres de la casa. 


2 | Transcripción de intervenciones en el taller realizado con mujeres comunistas. 
Documentos Lila Dubinsky. 

3 | Cotidiano, editorial, setiembre, año I, n.° 1, 1985. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


La cacerola era un «símbolo del aprendizaje al que so¬ 
mos sometidas las mujeres», en palabras casi como de 
Beauvoir, «se aprende a ser mujer como se aprende a 
vivir». Y aunque era un símbolo del espacio doméstico 
al que «naturalmente» las mujeres fueron destinadas, 
no reivindicaban esta subordinación sino que apostaban 
a dotarla de nuevos significados. Señalaban en Los años 
de dictadura cómo la cacerola se había transformado 
en un dispositivo de protesta que sin las manos de las 
mujeres no habría tenido el mismo efecto porque se 
habría escuchado «la mitad del bochinche». 4 

El primer número de Lo Cacerola estuvo especialmente 
dedicado al trabajo doméstico, no al servicio doméstico, 
sino al trabajo invisible y no pago que todas las mujeres 
realizan en la casa. En este número se explicaba cómo se 
aprende a ser mujer y cómo ser mujer implica una pre¬ 
paración específica para Lo doméstico. Con mucha inspira¬ 
ción en los aportes de Betty Friedan, el número explicaba 
el proceso de construcción de la feminidad y el ideal de 
domesticidad que regía para la construcción de la iden¬ 
tidad de Las mujeres. Las mujeres desde pequeñas eran 
educadas para incorporar ciertas aptitudes que las harían 
Las mejores en la vida doméstica y para asumir entonces 
de forma naturalizada ese rol Así Los aprendizajes relacio¬ 
nados con las tareas reproductivas se tornaban invisibles y 
esta ideología justificaba la distribución sexual del trabajo 
que, aunque injusta, no era concebida como tal. 

En la comprensión y denuncia de dicho proceso de cons¬ 
trucción identitaña, las feministas destacaron no solo Los 
aprendizajes desde pequeñas de ciertas tareas concretas 


4 | Portada La Cacerola, año 1, n.° 1, abril 1984. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


asociadas a la limpieza y la cocina, sino el aprendizaje 
emocional en tanto mujer, el adquirir las capacidades de 
llorar, asustarse y sonrojarse, así como fundamentalmen¬ 
te desarrollar habilidades para cuidar al otro, para con 
mucho amor realizar un sinfín de tareas no remuneradas 
y ser el «sostén emocional» del hogar. 5 En este sentido 
la construcción de la identidad femenina implicaba una 
educación en el registro del sentir que preparaba a las 
mujeres para realizar un específico trabajo emocional. Las 
emociones en este caso no eran atributos psicobiológicos, 
sino que eran movilizadas especialmente para cumplir cier¬ 
tas funciones, como ha estudiado Hochschild (1979). 

Sara Ahmed analiza, en The Promise of Happiness (2010), 
cómo la felicidad fue utilizada como argumento para sos¬ 
tener la división sexual del trabajo y cómo las mujeres 
fueron las elegidas para proveer esa felicidad en el espa¬ 
cio doméstico. Este sería el objeto principal de denuncia 
del feminismo; la esposa feliz, dirían, no era auténtica¬ 
mente feliz, porque en aras de alcanzar el objeto de la 
felicidad había renunciado en el camino a muchas cosas, 
especialmente a su ser mismo. La ¡dea del vacío, de ha¬ 
berse perdido, de encontrarse alienada en una vida sin 
sentido sería una imagen clara de esta lectura, expresada 
en intervenciones y escrituras varias como Los versos que 
acompañaban un artículo sobre el tema en Cotidiano: 

Tendida la ropa 
Tendida la mesa 
Tendida la cama 

Tendida la trampa de convivir con la nada 
o el sueño 6 


5 | Estoy cansada, m’hija, La Cacerola, año 1, n.° 1, abril de 1984, 3. 

6 | Cotidiano, año I, n.° 7, mayo de 1986, 3. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Aquella imagen de la mujer esclava del hogar —la ma¬ 
dre de Mafalda— cobraba plena vigencia. 7 El espacio 
doméstico no era significado como un lugar de empo- 
deramiento, de cuidados, de espacio protegido desde el 
cual contestar los imaginarios y prácticas hegemónicas, 
sino un lugar en el que las mujeres caían en una trampa 
o en el encierro. Un poema de Amanda Berenguer publi¬ 
cado en La Cacerola daba cuenta del drama doméstico 

Sacudo las telarañas del cielo 
desmantelado 

con el mismo utensilio de todos los días 

sacudo el polvo obsecuente 

de los objetos regulares, sacudo el polvo, 

sacudo el polvo 

de astros, cósmico abatimiento 

de siempre, siempre muerta caricia 

cubriendo el mobiliario terrestre 

sacudo puertas y ventanas, limpio 

sus vidrios para ver más claro 

barro el piso tapado de desechos 

de hojas arrugadas, de cenizas 

de migas, de pisadas 

de huesos relucientes 

barro la tierra, más abajo, la tierra 

y voy haciendo un pozo 

a la medida de las circunstancias 8 

En varias notas tanto de La Cacerola como de Cotidia¬ 
no aparecerá esta ¡dea. En una nota que tenía como 

7 | Varios números de la publicación Ser Mujer fueron ilustrados con tiras de 
Mafalda en las que la protagonista se preocupaba por «heredar la capacidad de 
fracasar» de la madre o soñaba con que su mamá «dejaba de ser una mediocre 
y estudiaba una carrera». 

8 | La Cacerola, año 2, n.° 4, mayo de 1985, 11. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


protagonista a una referente de la industria textil, María 
Julia Alcoba, se expresaba a través de su testimonio la 
experiencia de la doble explotación, pero haciendo hin¬ 
capié fundamentalmente en aquella que se desplegaba 
en el espacio doméstico, un espacio que no era el de 
la consagración de la felicidad, sino el de la alienación, 
paradójicamente mucho más que aquel de la fábrica. 
Costaba pensar y decirlo, «atreverse», pero en su narra¬ 
ción sobre Lo cotidiano se expresaba cómo se articulaba 
el agobio doméstico: 

¿Feminismo?, nunca tuve tiempo de pensar, siem¬ 
pre tuve la impresión de vivir de prisa, de comer 
de prisa, de dormir de prisa, para estar a las 5.15 
horas tomando el autobús, a la mañana siguiente, 
para la fábrica. Sin embargo, siento que las ocho 
horas de trabajo compartido con otras personas 
me daba cierta sensación de comunidad y libertad 
y la sensación de prisión la sentía en casa, y 
una actitud individualista, de soledad, en la suerte 
del ama de casa, triste, gris, en la cual no dejaba 
desde el punto de vista de la producción, nada, 
no dejaba nada, no me quedaba nada, entre las 
manos. ¿Cómo es posible que me anime a pensar 
en voz alta eso, qué contradicción. ¡En el momen¬ 
to que era explotada, en el momento en que me 
quitaban la plusvalía, marxistamente hablando, era 
cuando yo tenía la sensación de libertad! ¿Sería 
que cuando yo dejaba un objeto físicamente logra¬ 
do, ya sabía que tantas canillas de hilo correspon¬ 
dían a tantos kilos de hilado, era socialmente libre? 
Cuando volvía a casa me sentía atrapada, todo 
el peso de la casa me oprimía, me aplastaba, me 
sentía indefensa, de nada me servía el socialismo, 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


se me escapaba toda teoría de plusvalía, me sen¬ 
tía como mujer sola. Solo sé que con mis compa¬ 
ñeras me sentía un tejido fuerte, difícil de romper. 9 

Lo que Ahmed señala para el feminismo del norte se ajusta 
también al del Río de la Plata: la genealogía del feminismo 
puede ser descrita como la genealogía de las mujeres que 
no solo no apuestan por la felicidad de ciertas cosas, sino 
que hablan de su infelicidad (Ahmed, 2010: 60), fundamen¬ 
talmente de un vacío, de seguir un camino (matrimonio y 
maternidad) e ir a los mismos Lugares donde van las otras 
hasta no encontrar nada. «Ser feliz, pero a costa de qué. 
¿A costa de... la capacidad de ser una misma?, ¿de ahogar 
aspectos de nuestra personalidad? ¿De no estar nunca sola 
porque, mismo ausente el otro siempre está allí, como re¬ 
ferencia o como espera? De no saber ¿cuándo empieza el 
nosotros y cuando termina el yo?» 10 

El problema de la domesticidad como asunto central fue 
abordado desde diversas perspectivas, desde las notas 
y testimonios autobiográficos, Las estadísticas sobre in¬ 
serción laboral femenina y horas de trabajo no remu¬ 
nerado, hasta el humor gráfico. Este último era un muy 
buen aliado para dar cuenta de una realidad que por 
estar tan naturalizada resultaba difícil de conceptualizar y 
abordar políticamente, por lo que La mayoría de Las veces 
quedaba como «asuntos de mujeres». Las caricaturas de 
la época fueron un gran instrumento para mostrar a las 
mujeres que pasaban sus días y sus vidas en el hogar, 
atrapadas en las múltiples tareas reproductivas, solas o 
con sus maridos sentados cómodamente en el sillón le¬ 
yendo el diario o mirando la tv. 

9 | ¿Soy feminista o sindicalista?, Cotidiano, año I, n.° 5, marzo de 1986, 3. 

10 | Un hombre y una mujer, Cotidiano, año II, n.° 18, junio de 1987, 9. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 



/COMO PORAUORA\ 


/ NO ME PUEDO PERMITI^ 


ESE LUJO, ATENDE ) 


\ NO Mtó, TUS J 


V obligaciones de y 





La Cacerola, año I, n.° 1, abril de 1984, 5. 


La imagen era la de una familia heterosexual, blanca, de 
clase media urbana en la que el marido usaba traje y 
la mujer un atuendo que era para el espacio doméstico, 
como un pañuelo en la cabeza, un delantal o una bata. 
Si aparecían niños, estos nunca eran más de tres, lo que 
también daba cuenta de un modelo de familia nuclear. 11 
Las mujeres siempre aparecían agobiadas por las tareas 
domésticas, lavando y colgando importantes cantidades de 
ropa, cocinando, limpiando —a veces con la ayuda de algu¬ 
nos electrodomésticos, Lo que daba cuenta de cierto poder 
adquisitivo— y atendiendo a los niños, en una jornada tan 
intensa como la remunerada, pero en estos casos impaga 
e invisibilizada. Dentro de un horario y una rutina doméstica 
las mujeres cumplían un sinfín de tareas que comenzarían a 
denominarse trabajo reproductivo o trabajo invisible. 


11 | En Colombia, Cine Mujer en 1981 había producido el corto Y su mamá qué 
hace, que con mucho humor representaba las múltiples tareas reproductivas que 
realizaba el ama de casa y la falta de reconocimiento de estas como trabajo. En 
Cotidiano se publicaban caricaturas como la de la francesa Bretecher, que también 
retrataba a través del humor la opresión del espacio doméstico. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Hasta aquí se podría decir que eL abordaje de la do- 
mesticidad como problema central de la experiencia de 
las mujeres y Los modos de representarla coincidía con 
aquellas miradas que habían Logrado protagonismo en el 
feminismo occidental estadounidense o europeo. Sin em¬ 
bargo, a partir de esa interpretación general, se realizó 
una lectura del espacio doméstico en una clave que era 
muy potente discursivamente para la época: el espacio 
doméstico no solo era alienante y una trampa para la 
verdadera felicidad de las mujeres, sino un espacio auto¬ 
ritario. Nominar como autoritario el espacio doméstico, el 
matrimonio o la familia no era una crítica menor. 


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Asamblea, 2 de agosto de 1984, 16. 


La caricatura publicada en Asamblea mostraba otra vez 
a un hombre en un sillón y a una mujer vestida de ama 
de casa, pero esta vez el señor venía de una manifes¬ 
tación pública y desplegaba todo su autoritarismo en el 
espacio doméstico exigiéndole a su esposa un repertorio 
de atenciones, quien blandiendo la escoba tal cual un 
cartel de protesta cantaba en silencio la consigna de la 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


transición democrática que no llegaba a finalizar porque 
casi cualquiera en la época podía comprenderla: «se va 
a acabar, se va a acabar [la dictadura militar]». Una 
dictadura que era la del espacio doméstico. 

Se trataba entonces de denunciar aquella ideología de 
la domesticidad que convencía a las mujeres de que 
el destino de ama de casa era el indicado y que Lo 
doméstico era el lugar donde realizarse y ser felices, 
pero que focalizaba la atención en los hombres, aque¬ 
llos que imponían su autoridad y tallaban día a día la 
opresión de la mujer. Julieta Kirkwood lo había expuesto 
en su texto Feministas y políticas publicado en 1984 y 
presentado en un seminario organizado por grecmu en 
el mismo año: 

... la experiencia cotidiana concreta de Las mujeres es 
el autoritarismo. Que las mujeres viven —han vivido 
siempre— de cara al autoritarismo en el interior de la 
familia, su ámbito reconocido de trabajo y experiencia. 
Que lo que allí se estructura e institucionaliza es pre¬ 
cisamente la Autoridad indiscutida del «jefe de fami¬ 
lia» —el padre— la discriminación y subordinación de 
género; La jerarquía y el disciplinamiento de este orden 
denominado «natural»... 12 

La democracia, que se había transformado casi en la 
única ¡dea disponible para ordenar la discusión políti¬ 
co-ideológica de las salidas de las dictaduras del Cono 
Sur, delineaba también la recepción de la problemática 
de la domesticidad. La dicotomía autoritarismo-demo¬ 
cracia articulaba identidades separando un nosotros de 


12 | Feministas y Políticas, n.° 63, agosto de 1984, flacso, Santiago de Chile. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


un vosotros, «autoritarios versus demócratas» (Lesgart, 
2003: 68), y también hacía a los modos de construir la 
agenda de la domesticidad; el espacio doméstico —au¬ 
toritario— debía ser democratizado. 13 

Dentro de una plataforma de 18 medidas que habían 
propuesto las mujeres para ser discutidas e incorpora¬ 
das en el programa del Frente Amplio en el contexto de 
la campaña de 1984, se ubicó aquella que demandaba 
«democracia en el hogar» —la única medida rechazada 
por el Frente Amplio—, que convocaba a luchar «contra 
el autoritarismo en todos los frentes. Tareas domésticas 
compartidas entre todos los miembros de la familia que 
estén en condiciones de realizarlas, independientemente 
de su sexo». Esta forma de denunciar las prácticas y los 
imaginarios patriarcales era especialmente provocadora 
para la época, claramente no adquirían la misma densi¬ 
dad el adjetivo mochisto o patriarcal que el calificativo 
autoritario. 

La opresión del espacio doméstico era además la que 
impedía la circulación por el espacio público, especial¬ 
mente la participación política. Así, a las mujeres se les 
iban las horas en las tareas domésticas y no podían 
dedicar su tiempo a la militancia o al simple ejercicio 
del voto. No solo no podían, sino que eran incompren¬ 
didas por los compañeros varones y por el compañero 
de la vida, el marido, que sin realizar tarea reproductiva 
alguna señalaban la falta de compromiso o dedicación 
de las mujeres con lo político. La frustración —y la in¬ 
dignación que convocaba— era entonces doble. Así Lo 
representaba Laura Cavagnaro: 

13 | El texto de Julieta Kirkwood (1983) El feminismo como negación del autorita¬ 
rismo es un ejemplo claro. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


El fenómeno de la participación política era abordado 
desde las condiciones materiales que limitaban a las 
mujeres como desde los imaginarios que poseían y re¬ 
producían los hombres. No había lugar para las mujeres 
en el mundo público, y si estas eran aceptadas en tanto 
mujeres esto implicaba un inmediato retorno al espacio 
doméstico porque no podían ser imaginadas de otra for¬ 
ma. Los que impedían la participación de la mujer eran 
los maridos, la elite política en general y los compañe¬ 
ros políticos, quienes naturalmente concebían el espacio 
público como su ámbito natural de acción y el espacio 
doméstico, el de las mujeres. Ni aun en causas «espe¬ 
cíficas» como la de la mujer lograban comprender que 
esta vez les tocaba a ellos quedarse en casa. 


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La Hora, 20 de noviembre de 1988, 13. 


Esta era una fuerte crítica, pero también un llamado 
específico a los hombres, especialmente a los compa¬ 
ñeros —políticos y afectivos—, aquellos que tomaban 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


las decisiones por las mujeres, Los que habían decidido 
«sacar a las mujeres de la cocina para hacer la revo¬ 
lución y luego las habían devuelto de la revolución a 
la cocina», como citaba Mercedes Sayagués, editora de 
Lo Cacerola, en un artículo publicado en Aquí en 1984. 
Entonces había que volver a salir de La cocina y Lograr 
al menos que los compañeros lavaran los platos, 14 ta¬ 
reas que ¡rían hacia una democratización del hogar y a 
la revisión de la división sexual del trabajo. 

Silvia Rodríguez Villamil, en una de sus columnas en las 
que abordaba la politización de la vida cotidiana, apela¬ 
ba a integrar al proyecto político global un cambio que 
hiciera posible «la mujer nueva, el hombre nuevo y La 
familia democrática». 15 Esta no solo era la voz de una 
feminista comunista, casada y madre de tres hijas, sino 
la de quien integraba un campo más general, el de la 
izquierda, donde La imagen del hombre nuevo permitía 
pensar y tener expectativas sobre otras subjetividades. 
La familia democrática requería de la mujer nueva y de 
un nuevo hombre nuevo. 

Este hombre nuevo era quien podía dejar atrás al hom¬ 
bre viejo, volverse más moderno, dejar sus ¡deas «ob¬ 
soletas» o «arcaicas», su «cabeza de hombre viejo». El 
hombre nuevo, según el libro de la socióloga brasileña 
Muraro, era un «hombre inteligente y sensible, capaz de 
entender la filosofía, cambiar al bebé y preparar una 
comida», un hombre «más próximo a la mujer porque 


14 | La centralidad que ocupa esta tarea en la época en las múltiples referencias 
es enorme. 

15 | Silvia Rodríguez Villamil. La vida cotidiana ¿también es política? La Hora, l.° 
de noviembre de 1987, 27. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


no tiene miedo al afecto, a relacionarse» (1995: 4). 16 
Las esperanzas estaban depositadas en quienes ya se 
habían acercado a la figura del hombre nuevo y per¬ 
vivían también ciertas expectativas en este proceso de 
transformación de la subjetividad de Los hombres. 

En términos generales no se llamó a abandonar el 
hogar, a constituir comunidades de mujeres, a vivir en 
base a otros arreglos interpersonales más allá de la 
pareja heterosexual y renunciar a la maternidad. La 
denuncia del hogar y de la pareja autoritaria convivía 
con una expectativa de que podría construirse de otra 
forma. Y en este sentido discutir la pareja fue un modo 
de pensar otros modos de las relaciones sexoafectivas. 
La pareja —siempre heterosexual— era concebida como 
el núcleo de esa familia democrática, y podía ser una 
pareja horizontal, solidaria, incluso abierta. El modelo 
Baeuvoir-Sartre era una inspiración para ello, una pareja 
integrada por un hombre y una mujer —en igualdad de 
condiciones—, una pareja moderna, que, como se verá 
en el próximo capítulo, era concebida como un horizon¬ 
te y un desafío en el contexto de una América Latina 
regida por el machismo. La nota de Cotidiano presenta¬ 
ba a esta pareja adelantada, fuera de serie: 

Una pareja fuera de serie [...] Eligieron una rela¬ 
ción libre en la que los «amores contingentes», 
es decir secundarios, ocuparían en sus vidas el 
lugar que ellos, la pareja quisiera darles. Asu¬ 
miendo el riesgo de abrirse al mundo afectivo. 


16 | El hombre nuevo. Entrevista a la socióloga brasileña que había sido publica¬ 
da por la revista brasileña vib y republicaba aquí en Uruguay. Rose Marie Murara, 
Hombres nuevos, viejos y de transición, La República de las Mujeres, 18 de agosto 
de 1991. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Consideraban que solo así, en esa libertad de 
pareja podría darse la verdadera unión, la libre¬ 
mente elegida [...] un «desafío enorme, no poseer 
al otro y estar con él ». 17 

Simone de Beauvoir era una figura especial también 
porque no tenía hijos, componente esencial del agobio 
en el hogar. Los hijos también constituían ese encierro 
del espacio doméstico, y la feminista europea represen¬ 
taba justamente el mayor ejemplo de liberación en este 
sentido. Sin embargo esta era una imagen que resulta¬ 
ba bastante lejana para la realidad de las uruguayas, 
y dentro de ellas también de las feministas, quienes en 
su mayoría eran madres. Un ama de casa vinculada a 
plemuu brindaba sus impresiones sobre una entrevista 
a Beauvoir transmitida en la televisión, se preguntaba 
cuánto ella podía ser feminista con su realidad, que era 
la de su condición de madre: 

esa mujer, por momentos metálica, que explicaba cómo 
había llegado al feminismo con muchas renuncias en 
su vida personal [...] Yo creía que me hubiera gustado 
ser en algunas cosas como Simone de Beauvoir, pero 
yo me sentía atrapada por los hijos a los que adoraba 
y adoro y me parecía que no tenía lugar porque todos 
esos espacios estaban muy alejados de mi casa ... 18 

La maternidad, o más bien la renuncia a ella, fue un 
tema complejo. En varias intervenciones se señalaba 
que la maternidad no podía ser concebida como un 
destino inexorable. Quien más trabajó sobre este tema 


17 | Un hombre y una mujer, Cotidiano, año II, n.° 18, junio de 1987, 9. 

18 | Del inventario de prejuicios. Las feministas son malas madres. La República de 
las Mujeres, 19 de agosto de 1990, 9. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


fue Cotidiano, lo que se vio reflejado en el n.° 4 del 
primer año de su edición. En la presentación de esa 
edición llamaban la atención sobre el discurso maternal 
que presentaba a la maternidad como la única función 
gratificante para la mujer y la «esencia» de la condición 
femenina. En este sentido buscaban desarmar la identi¬ 
dad mujer de la madre y plantear la maternidad como 
una opción, entre otras, aun cuando por maternidad se 
entendiera aquella del lazo de sangre y en un esquema 
heterosexual. La maternidad debía ser una opción, «una 
elección real de la mujer y el hombre». 

A pesar de la tematización de la maternidad y de la 
denuncia de su centralidad en el imaginario sobre la 
mujer, no hubo un llamado a la «no maternidad», una 
convocatoria directa a renunciar a dicho mandato. 19 
Como se mencionó, muchas de las protagonistas del 
feminismo vernáculo ya eran madres, 20 y la maternidad 
era además un fenómeno que definía gran parte de la 
vida cotidiana de las mujeres uruguayas y latinoame¬ 
ricanas, especialmente la vida de las mujeres de Los 
sectores populares, a las que Las feministas de izquierda 
especialmente buscaban llegar. 21 Marieta Caramba, un 
personaje radial interpretado por Jelebe Sand que había 
ocupado un lugar importante durante la censura de la 
dictadura, continuaba vigente encarnando a un ama de 


19 | En la otra orilla del Río de la Plata, integrantes del feminismo surgido en los 
setenta sí desplegaron este discurso. La imagen ¡cónica de esto es la de María 
Elena Oddone portando un estandarte en plena manifestación con la leyenda «No 
a la maternidad, sí al placer». 

20 | Algunas de las integrantes de grecmu tenían incluso un promedio de hijos por 
encima del promedio de la clase media y ellas mismas se recuerdan como las 
«feministas con muchos hijos». 

21 | Tanto Cotidiano como grecmu abordarían de forma recurrente lo que hoy de¬ 
nominamos sistema de cuidados para los sectores populares y la demanda de un 
servicio público de guarderías. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


casa que articulaba su rol doméstico con una batalla 
política desde el hogar, una especie de doña Petrona 
politizada que enseñaba a elaborar canelones verdes en 
clara alusión al referéndum de 1989. 22 

Para las interpretaciones de izquierdas y derechas el rol 
materno no había sido en modo alguno neutral. Las mujeres 
detenidas y presas habían sido consideradas por el régimen 
la mejor expresión del enemigo interno, eran ellas quienes 
reproducían y transmitían valores opuestos a La «seguridad 
nacional». Desde las izquierdas se reivindicaba el lugar de 
la madre en la transmisión de valores durante los años de 
dictadura, y de la familia como bastión de la resistencia. 

Este argumento fue bastante común entre las organizacio¬ 
nes, especialmente en las partidarias, pero también en las 
organizaciones sociales. En ese pasado mítico se habían 
forjado una tradición de participación y una cultura política 
democrática. Esta cultura democrática también sería seña¬ 
lada en algunas interpretaciones realizadas para visibilizar 
el rol de la mujer en la resistencia al autoritarismo como 
un tesoro que se había logrado conservar o defender gra¬ 
cias al aporte de las mujeres desde la clandestinidad del 
hogar. Desde La Cacerola en el contexto de 1984 también 
se reivindicaba la trayectoria democrática uruguaya: 

«La mujer uruguaya», decía La Cacerola, había 
ofrecido «resistencia pasiva y elástica frente a la 
penetración en su hogar de ideologías ajenas, du¬ 
rante la dictadura» porque «nunca estuvo ajena a 

la tradición civilista y democrática del país ». 23 


22 | Veo veo, qué comemos hoy. Canelones ¿de qué color? La Hora, 16 de abril 
de 1989, 12. 

23 | La Cacerola, año 1, n.° 1, abril de 1984, portada. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Por un lado se procesaba una reapropiación del es¬ 
pacio doméstico como un espacio político, y en este 
sentido las mujeres no solo proveían cuidados, sino que 
realizaban una labor política de resistencia a las ¡deas 
conservadoras. Esta reapropiación sin embargo se reali¬ 
zaba a costa de la reivindicación del rol materno en la 
transmisión de valores; la responsabilidad de la educa¬ 
ción volvía a quedar en manos de la madre 

durante este decenio de autoritarismo que 
hemos padecido, las mujeres supimos trazar 
estrategias de resistencia e hicimos política, 
y de la buena, a partir del ámbito domés¬ 
tico: contrarrestando la deformación que se 
pretendió implantar a través de los planes 
escolares y liceales, transmitiendo a nuestros 
hijos la memoria y los valores de un pasado 
democrático... 24 

Durante el terrorismo de Estado, un proyecto conserva¬ 
dor (Jelin, 2007), «antifeminista» dirán algunas después 
(Pedro, 2010), la maternidad había sido amenazada e 
intervenida. Embarazadas y madres presas sufrieron el 
terror, tuvieron a Los hijos en cautiverio o les fue¬ 
ron secuestrados, los militares les recordaron de forma 
continua que en su condición de militantes eran «ma¬ 
las madres», en algunos casos sus hijos también se 
lo reprocharon. La maternidad también fue intervenida 
cuando a aquellas que sí querían ser madres se lo pro¬ 
hibieron por vivir su etapa reproductiva en la cárcel o 
haber quedado estériles luego de la tortura. Si apena 
se había producido una revolución sexual discreta que 


24 | Con el voto no alcanza. La Cacerola, año 1, n.° 3, noviembre de 1984, 4. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


corrió algunos mandatos de género, después de estas 
intervenciones menos posibilidades quedaron de contes¬ 
tar el mandato maternal que para muchas implicó no la 
opresión, el agobio, sino el reencontrarse con la vida. 

En una nota en otro número de Cotidiano, esta vez dedi¬ 
cado al referéndum de 1989, Sara Méndez abordaba esta 
temática con un título que decía «Ustedes me pidieron 
que hablara de maternidad». 25 En esta breve intervención, 
Sara daba cuenta de Lo difícil que había sido tematizar 
la maternidad en la cárcel, sobre todo cuando implicaba 
«echar sal sobre la herida». También señalaba el lugar 
desde donde hablaba, madre de Simón, que en ese mo¬ 
mento ya llevaba diez años secuestrado. En estas condi¬ 
ciones resultaba muy complejo para Sara abordar lo que 
le habían pedido —aquellas otras—, que hablara de su 
maternidad, pero Sara casi no tenía o no podía hablarla 
porque se la habían secuestrado. 

Con la sexualidad sucedió algo parecido: se apostó a una 
reapropiación, a dejar en evidencia los mandatos sociales 
de género, y se la contestó en el margen, al menos al 
principio de la mitad de La década. Las mujeres debían po¬ 
der disfrutar de La sexualidad, reapropiarse de su cuerpo y 
realizar un nuevo aprendizaje específico que les permitiera 
encontrarse con un deseo anulado por una educación que 
las había transformado en seres pasivos y con tendencias 
masoquistas (La Cacerola, año 2, n.° 5, octubre 1985). Se 
abordó el placer sexual de la mujer, la sexualidad no repro¬ 
ductiva, la sexualidad en la tercera edad, pero en general 
en un marco heterosexual. Muchos de los artículos estaban 
centrados en la sexualidad no reproductiva con el varón. 


25 | Cotidiano, n.° 10, agosto 1986, 7. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Como se mencionó, la mayoría de quienes integraban 
las organizaciones feministas o se autodenominaban fe¬ 
ministas eran heterosexuales. Una organización central 
para el feminismo como grecmu estaba integrada por 
mujeres casadas y con familias numerosas. Recuerdan 
cómo se reían de su propia condición de heterosexuales 
en ese momento, insertando la categoría heterosexual 
como una etiqueta más del tipo de feminismo que las 
definía. Esto que luego el feminismo lesbiano nominaría 
como tal en ese momento parecía una ironía dado que 
la sexualidad no tenía el estatus teórico en la discusión 
del feminismo que tendría o posteriori. 

Lo que hoy se denominan prácticas sexuales disidentes 
fue muy poco abordado y también muy poco visible para 
la sociedad en general y para las propias feministas. 
Elvira Lutz era quien más publicaba sobre sexualidad de 
la mujer en la revista Cotidiano y en el propio boletín 
Ser Mujer, a su cargo. En los primeros años, el boletín 
Ser Mujer insistió en la ¡dea de que las mujeres podían 
y debían disfrutar del sexo recreativo, es decir, liberado 
de la reproducción, algo que resultaba posible gracias a 
Los avances de Los métodos anticonceptivos, 26 y también 
llevó a cabo una tarea importante en la difusión de la 
investigación de Masters y Johnson sobre el orgasmo 
femenino, 27 que permitía pensar el placer sexual de la 
mujer más allá de las relaciones con Los varones, aun¬ 
que esto no estuviese planteado directamente. 


26 | Boletín Ser Mujer, editorial, abril de 1984, n.° 2, 1. 

27 | Consideraciones sobre sexualidad femenina, Boletín Ser Mujer, n.° 4, junio 
de 1985, 7. Varios artículos publicados en Cotidiano Mujer a cargo de Elvira Lutz 
también difundirían las investigaciones de Master y Johnson. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Los artículos en Cotidiano instaban de forma cons¬ 
tante al conocimiento del cuerpo, a la reivindicación 
del placer sexual para las mujeres, a la necesidad de 
una educación desde las mujeres y hacia las mujeres 
que fuera abierta a nuevas temáticas, pero el Lesbia- 
nismo no era mencionado. La Casa María Abella en 
Paso Carrasco pretendía ser un centro de salud para 
las mujeres alternativo a la medicina tradicional, que 
les permitiera conocer su cuerpo y replicar Los meca¬ 
nismos de «autoayuda» del feminismo internacional, 28 
pero no brindaba ninguna señal de que en ese espacio 
fuera posible plantear la discusión sobre otras prácti¬ 
cas sexuales. 29 

No se realizaban talleres ni encuentros, ni existían orga¬ 
nizaciones deL feminismo lésbico. Las prácticas lesbianas 
eran muy poco visibles y escandalizaban a las propias 
feministas que en espacios regionales como los eflac 
tenían la posibilidad de ser interpeladas y de comenzar 
a pensar si la sexualidad podía ser parte o no de Lo 
politizable. La sexualidad permanecía en el orden de 
Lo no político y quienes proviniendo del campo de la 
militancia contestaban Los mandatos heteronormativos 
debían correrse a otras comunidades de pertenencia. Si 
ya el feminismo era considerado un acto de desLealtad, 
mucho más lo sería el lesbianismo. 


28 | Casa de la Mujer María Abella. El cuerpo como ¡dea de libertad, Cotidiano, 
año III, n.° 24, 10, 1988. 

29 | Se brindaban servicios como anticoncepción, orientación para el embarazo y 
parto sin temor, autoexamen genital, grupos de reflexión sobre aborto, violencia, 
operaciones mutilantes, esterilizaciones y orientación sexual. Es importante señalar 
también que la Casa María Abella ubicada en Paso Carrasco atendía fundamental¬ 
mente a mujeres de los sectores populares y pretendía brindar una atención en 
salud alternativa, pero no ser un centro de discusión sobre la sexualidad. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


La asociación feminismo-Lesbianismo era recurrente en 
la época como uno de Los tantos ítems que integraban 
el repertorio de prejuicios hacia el feminismo. De esta 
asociación, en la que nadie quería asumir una condición 

que aún era considerada una anormalidad, las feminis¬ 
tas buscaban tomar distancia de modo recurrente, acla¬ 
rando constantemente su condición de heterosexuales y 
madres. Como cita Sempol en su investigación y como 
se recogió también en esta, una estrategia de salida al 
espacio público en tanto feministas fue aclarar desde 
un primer momento que eran feministas, pero también 
esposas y madres. 

La existencia de fuertes Lazos entre los partidos políticos 
y el movimiento feminista, junto a un clima de época 
restauracionista también en materia de mandatos, frenó 
las oportunidades para discutir y politizar autónomamen¬ 
te la sexualidad. Aquellas que sí optaban por asumir 
públicamente su condición lesbiana y tenían lazos con 
Los espacios partidarios pagaban altos costos. En la in¬ 
vestigación de Sempol esto queda claro con el testimonio 
de una doble militante que luego de asumir su condición 
Lesbiana comenzó a ser apartada de la toma de deci¬ 
siones importantes y cuando manifestó su desacuerdo le 
contestaron: «¿Y qué querés?, lo tuyo —sabés de qué te 
hablo— es impresentable» (Sempol, 2013 214). 

El Uruguay de los 80 no era tampoco el de un «desta¬ 
pe» a pesar de la centralidad que la sexualidad había 
adquirido en ciertos medios de prensa local. 30 Dentro 
del movimiento gay-Lésbico se procesó en Uruguay una 


30 | Citar Jaque, Vamos, etc. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


discusión sobre las estrategias discursivas y de visibili- 
zación de la disidencia sexual, uno de cuyos ejes fue la 
preocupación por no escandalizar, avanzar de a poco, 
mientras que otros impugnaban esta estrategia asimi- 
lacionista y reivindicaban el derecho a «pavonearse» 
(Sempol, 2013 137). En el caso del feminismo no solo el 
lesbianismo fue silenciado e invisibilizado, sino también 
las prácticas heterosexuales que se corrían un poco de 
Los mandatos. 

No había en este sentido figuras que contestaran di¬ 
rectamente el mandato monogámico, que convocaran 
abiertamente al amor libre, a La bisexualidad, al polia- 
mor, ni siquiera a relaciones esporádicas. El feminismo 
cooperador, no antihombre, también era un feminismo 
bien comportado, en el que cuando alguna se corría un 
poco provocaba a Las demás. Iris recuerda en este sen¬ 
tido como «Fany [Puyesky] podía llegar a una reunión y 
escandalizar con sus conjuntos de ropa interior», y Fa- 
biana interpreta La figura de Puyesky como la adopción 
de un rol de «amazonas» que también se alejaba de 
una estrategia que se consideraba de diálogo con Los 
varones y que podía poner en riesgo una táctica para 
avanzar en cuestiones concretas de políticas. 

La traducción de la consigna lo personal es político en¬ 
contró entonces aquí también sus límites. Las lesbianas 
no se congregaron en organizaciones específicas de mu¬ 
jeres, sino que se integraron a las organizaciones mixtas 
que abordaban la sexualidad, como Escorpio y espe¬ 
cialmente Homosexuales Unidos. 31 La politización de la 


31 | Sempol (2013). De los baños a la calle. Historia del movimiento lésbico, gay, 
trans uruguayo (1984-2013). Montevideo: Sudamericana. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


sexualidad por el feminismo vernáculo pudo procesarse 
además luego de que otras agendas se habían cerrado, 
como fue el caso de la campaña por la derogación de 
la Ley de Caducidad, y cuando se produjo un mayor 
alejamiento de los espacios partidarios. 

El número II de Cotidiano de la segunda época que 
comenzó a salir en los 90 fue dedicado al Lesbianismo 
y salió con una portada en la que dos mujeres se be¬ 
saban en la boca. El primer artículo anunciaba respon¬ 
der un interrogante: «Qué hacemos las lesbianas en la 
cama». 32 De forma irónica se respondía que en la cama 
se dormía, miraba televisión y se leía. A continuación 
también se daba cuenta del ejercicio del placer sexual 
en el que se podía prescindir del pene aunque costara 
imaginarlo. También con ironía respondían al interrogan¬ 
te de si era posible curar a una lesbiana: dependía de 
la dolencia, si era una gripe se curaba con té de limón 
y cama. 

En el editorial de este número, titulado «Pasto a 
las fieras», se reconocía la ausencia que había te¬ 
nido el Lesbianismo en Los talleres realizados y en 
Los artículos publicados. Ensayaban varias respuestas 
sobre esta ausencia: Los costos de autonombrarse 
feminista habían sido demasiado altos y habían im¬ 
plicado ser llamadas «locas», «histéricas», «frustra¬ 
das», «abandonadas por el marido», como para tratar 
el lesbianismo y que esto fuera utilizado como una 
descalificación. El miedo a perder convocatoria ha¬ 
cia las mujeres también habría operado, y luego los 


32 | Cotidiano, N°2, marzo 1991, pp.l 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


miedos y fobias de Las propias feministas. Quedaba 
claro en este editorial que Cotidiano asumía parte 
de la responsabilidad y revisaba el lugar que el les- 
bianismo o la vivencia lesbiana habían tenido en la 
agenda. 33 

El editorial del número siguiente hacía visibles las crí¬ 
ticas recibidas por haber dedicado tres artículos al Les 
bianismo. El título del editorial daba cuenta de los lími¬ 
tes para abordar el tema: «Hablemos pero un poquito». 
Es decir que en el espacio de circulación de Cotidiano 
podía hablarse de ese asunto, pero no mucho, con más 
discreción, «sin exhibirlas tanto», porque podía asustar a 
«las mujeres del barrio». En un tono ya de enojo muy ca¬ 
racterístico de la época, denunciaban el llamado recibido 
a comportarse mejor, a «hablar pero no tanto, decir las 
cosas pero sin hacer revuelo, sin confrontar, sin trans¬ 
gredir», decían, «siempre alimentando la vieja y querida 
hipocresía social». Por último, cuestionaban el argumento 
sobre la voz para pronunciarse sobre ciertas temáticas: 

Así como no se necesita ejercer la prostitución 
para hablar sobre la prostitución; así como no es 
necesario haber abortado para defender la legali¬ 
zación del aborto; así como no tiene una por qué 
haber sido violada, raptada o torturada para de¬ 
fender los derechos humanos, no hay por qué ser 
lesbiana para asumir el tratamiento del tema. Pero 
además, y fundamentalmente ¿qué si lo fuéramos? 


33 | Pasto a las fieras, Cotidiano N°2, marzo 1991, Editorial, pp.2 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Apuntes finales 

Las apuestas feministas en Los 80 trascendieron radi¬ 
calmente las que habían sido las preocupaciones de 
Lo que se suele denominar primera ola del feminismo, 
aquella que denunció la desigualdad entre hombres y 
mujeres y demandó políticas específicas para «igualar» 
la condición de estas últimas, especialmente a partir 
del reclamo de derechos políticos y civiles. Pero este 
segundo momento del feminismo implicó denunciar que 
la obtención de la igualdad formal no había revertido el 
Lugar subordinado de las mujeres y que este fenómeno 
era el resultado de un largo proceso de construcción 
social que alcanzaba los modos de pensar Los lugares 
sociales y simbólicos de hombres y mujeres. 

En este proceso de reñexión sobre el género como cons¬ 
trucción social se identificó un elemento que se cons¬ 
tituía en central para definir y delimitar lo femenino: el 
espacio doméstico. Las mujeres eran socializadas desde 
muy temprano en y para el espacio doméstico, algo que 
no sucedía con Los hombres. Esta socialización temprana 
de Los roles de lo femenino y lo masculino se incorpo¬ 
raban de forma tan naturalizada que hacía que resultara 
imperceptible su construcción social y se creyeran na¬ 
turales ciertas aptitudes de las mujeres para una esfera 
y de los hombres para otras. No solo se naturalizaban 
sino que se deseaban; el gran problema con el espacio 
doméstico era que ofrecía un futuro de felicidad para las 
mujeres que no podrían conseguir en ningún otro lugar. 

Las feministas comenzaron a denunciar esta «trampa»; no 
había tal felicidad allí, sino un desdibujamiento a costa de 
la felicidad de otros, y Lo que le sucedía a una les sucedía 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


a muchas, no había experiencias personales sino políticas. 
La divisoria entre lo público y Lo privado era arbitraria, 
beneficiaba a unos y perjudicaba a otras, que quedaban 
encerradas en la trampa doméstica. Una estructura pa¬ 
triarcal definía prácticas de socialización e imaginarios que 
llevaban a naturalizar un repertorio inmenso de tareas y 
actitudes reproductoras de un lugar subordinado. 

Deconstruir esto no fue una tarea sencilla, implicaba 
desandar hasta las emociones, Los modos de disfrutar, 
Los modos de concebir la felicidad, entre tantos otros 
desafíos. Sin embargo el feminismo de la época incor¬ 
poró la consigna lo personal es político y buscó explicar 
la dimensión política de la domesticidad, mostrando que 
no había aptitudes naturales para Lo doméstico en las 
mujeres y que Lo que sucedía en dicho espacio debía ser 
discutido políticamente y reapropiado desde otros lugares 
donde Lo doméstico dejara de estar subordinado a Lo pú¬ 
blico y no solo tuviera como protagonistas a Las mujeres. 

Esta no fue una tarea sencilla, sobre todo en el contexto de 
la transición política, en La que a pesar de que lo domés¬ 
tico era reivindicado como un espacio político, Lo público 
volvía a tener un protagonismo importante en el marco de 
la restauración de la democracia competitiva. Concebir lo 
doméstico como espacio político en este contexto no fue 
una tarea sencilla, menos aún con Las expectativas que ha¬ 
bía en los primeros años respecto a la democracia. 

Lo personal es político implicó discutir el espacio do¬ 
méstico y todo aquello relacionado con él, fundamental¬ 
mente la familia, La pareja, la reproducción y la sexua¬ 
lidad. La denuncia de la domesticidad había ocupado 
un importante lugar en las preocupaciones feministas, 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


pero estos asuntos resultaron más difíciles de abordar. 
Las experiencias de la mayoría de las propias femi¬ 
nistas involucradas —heterosexuales y madres— hacían 
difícil la impugnación de la maternidad o pensar otras 
relaciones sexoafectivas. La experiencia inmediata del 
pasado reciente durante el terrorismo de Estado, de 
absoluta invasión de la intimidad, también era parte de 
las condiciones que tornaban complejo abrir la intimidad 
y politizar los afectos y el deseo. Por último, un feminis¬ 
mo cercano a los espacios partidarios mixtos también 
marcaba límites a la politización de Lo personal. 


\ 


191 





Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


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\ 


192 [ 



Mi cuerpo es mío. Movimientos 

DE MUJERES, DERECHOS SEXUALES 
Y REPRODUCTIVOS A FINES DEL SIGLO XX 


Susana Rostagnol 


Introducción 

Estamos viviendo un momento en el que Los feminismos 
han ganado la calle, entrado a la academia, en el que 
algunas/os políticas/os incorporan o al menos toman 
en serio las propuestas feministas. Esto resulta de una 
combinación de hechos y circunstancias cuyo análisis 
queda para otra oportunidad. Ahora me voy a centrar so¬ 
lamente en uno de Los aspectos que es necesario tener 
en cuenta para entender la situación actual: la búsqueda 
de nuestras genealogías. Por ello vale la pena revisar y 
reflexionar sobre los movimientos de mujeres y de dere¬ 
chos sexuales y reproductivos a fines del siglo xx. 

Los INICIOS POSDICTADURA 

En las décadas de Los 60 y 70 las feministas europeas 
gritaban a los cuatro vientos que sus cuerpos les perte¬ 
necían. A fines de Los 60 quemaban sus corpiños, plan¬ 
teaban la necesidad de separar definitivamente la repro- 


\ 193 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


ducción de La sexualidad y demandaban la Legalización 
del aborto. En varios países europeos se despenalizó el 
aborto en esas décadas. 

En el Cono Sur en esos años prevalecía la movilización 
política, las mujeres militaban en partidos y agrupacio¬ 
nes de izquierda, algunas sumándose a los movimientos 
armados; luego se replegaron en la resistencia a las dic¬ 
taduras. En Uruguay, durante la dictadura cívico-militar 
las mujeres son encarceladas, desaparecidas, matadas, 
exiliadas, destituidas... Frente a la oclusión de las posi¬ 
bilidades de participación pública, aprendieron a politizar 
el ámbito privado, llevando la política a Los pequeños 
actos de la vida cotidiana. La feria vecinal y el almacén 
del barrio pasaron a ser lugares de intercambio de in¬ 
formación sobre la situación del país, sobre los exiliados 
y lo que pasaba en el mundo, sobre las torturas en las 
cárceles. «El hogar pasa a ser el núcleo de resistencia» 
(Aguirre y Rostagnol, 1989). El cuerpo, la sexualidad, el 
aborto no estaban en la agenda de ese entonces. En 
Lo económico, la década de Los 80 fue compleja: Los 
niveles de desocupación eran altos, la segregación ocu- 
pacional era aguda y las mujeres estaban concentradas 
en las ocupaciones peor remuneradas. 

A mediados de los 80, con la recuperación democrática, 
hace su aparición pública el movimiento de mujeres, in¬ 
cluyendo el feminismo. Si bien los temas de salud sexual 
y reproductiva no eran centrales en su agenda, formaban 
parte de sus reflexiones y acciones colectivas. El 26 de 
enero de 1984 las mujeres toman la calle. Mujeres de 
grupos barriales se manifestaron por la avenida principal 
de Montevideo, en lo que constituyó el primer acto de 
mujeres con carácter masivo posdictadura. Específica- 


\ 194 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


mente con relación al aborto, en 1985 el recientemente 
fundado colectivo feminista Cotidiano Mujer, dedicado a 
la comunicación, publica el primer número de su revis¬ 
ta con un artículo en el que deja sentada su posición 
favorable a la legalización del aborto, proponiendo que 
el debate partiera de las voces de las mujeres en razón 
de sus experiencias personales. 

La necesidad de reunirse y discutir temas «de muje¬ 
res» se expande por distintos sectores de la sociedad. 
Las causas de este «salir a luz» de las mujeres, del 
surgimiento de los nuevos grupos y organizaciones son 
múltiples, sin embargo debe reconocerse que las muje¬ 
res que durante sus exilios se habían vuelto feministas 
y regresaban al país con la intención de compartir 
sus sentires y vivencias jugaron un rol central en este 
proceso. Por distintos caminos y desde sus diversos 
espacios políticos ligados a movimientos sociales o a 
partidos políticos, diseminaron ¡deas feministas. A lo 
largo de la década, se forman numerosos grupos de 
mujeres de base barrial; algunos de ellos funcionaban 
como grupos de reflexión sobre la condición de la 
mujer, mientras que otros estaban más abocados a 
demandas territoriales o a llevar a cabo estrategias 
de sobrevivencia para enfrentar la crisis económica en 
la que estaba inmerso el país. El común denominador 
de la organización de los grupos radicaba en que sus 
estructuras eran bastante informales y laxas, en Lo cual 
debe verse un intento por encontrar nuevas formas de 
asociación que reflejasen la identidad propia de géne¬ 
ro. No obstante, muchos grupos integraban la Concer- 
tación de Mujeres, instancia intersocial e interpartidaria 
que formaba parte de la Concertación Nacional Pro¬ 
gramática. 


\ 195 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Algunos grupos dedicaban la mayor parte de su tiempo 
a estudiar y reflexionar sobre la condición de la mujer, 
convirtiéndose en Lo que el feminismo ha denominado 
grupos de outoconciencio. Esta necesidad de reflexión 
surge en parte como resultado de su militancia en la 
resistencia a la dictadura y en parte para enfrentar los 
graves problemas económicos, para Lo cual inmediata¬ 
mente surgen problemas particulares derivados de las 
tareas de cuidado que cada una debía resolver para 
continuar participando en las reuniones. Al compartir 
estas preocupaciones se devela que se trata de una 
problemática colectiva, que lejos de ser individual es¬ 
taba relacionada con las estructuras sociales. Esto ge¬ 
neró en muchas de aquellas mujeres la necesidad de 
emprender una reñexión seria sobre la condición de las 
mujeres que desembocó en iniciar el camino hacia el 
feminismo. Veían la asignación de roles masculinos y 
femeninos, internalizados a través del proceso de socia¬ 
lización, como un elemento medular en la relación de 
subordinación-opresión; por lo tanto el mundo público, 
tanto el mercado Laboral como la participación social, 
especialmente la sindical y política, constituía un espa¬ 
cio privilegiado para Librar la batalla en búsqueda de 
relaciones más equitativas. 

En aquellos años, señalaba la socióloga feminista Suza- 
na Prates: 

urge para las mujeres, reconocerse como sujetos 
posibles del proceso histórico, reconocimiento que 
pasa por el rescate de la memoria histórica de la 
mujer, velada por el silencio de una historia escrita 
por algunos hombres sobre hechos que involucran 
a toda la humanidad. (Prates, 1988: 110) 


\ 196 \ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Los grupos nucleados en torno a la reflexión sobre la 
condición de la mujer incluían integrantes de sectores 
populares y de capas medias. Compartían lecturas, re¬ 
flexionaban sobre sus historias personales y vivencias. 
Tanto realizaban una reñexión feminista como convoca¬ 
ban una marcha por Los derechos humanos, desarrolla¬ 
ban un taller de educación sexual o se embarcaban en 
una campaña de lucha contra La carestía de la canasta 
familiar, al tiempo que reclamaban guarderías en Los 
barrios. Analizando más detenidamente sus prácticas, se 
observa que estas están centradas en la condición de 
la mujer y en mejorar las condiciones de vida. Para ello, 
llevan a cabo talleres sobre sexualidad, y a partir de 
allí tratan temas de salud sexual y reproductiva. El libro 
del Colectivo de Salud de Boston Our bodies, our selves 
pasó a ser material de consulta para muchas feminis¬ 
tas. En algunos casos, las reflexiones sobre el cuerpo y 
la sexualidad se asociaban a prácticas corporales que 
constituían un camino hacia un mayor conocimiento del 
propio cuerpo. 

La circulación de publicaciones como Cotidiano Mujer 
y La Cacerola 1 —a pesar de su breve existencia— les 
permitió a estos grupos sentirse parte de un movimiento 
mayor. Lo cual se profundizó a través de las relaciones 
con otras organizaciones feministas de América Latina, 
a lo que se sumó el hecho de que aquellas regresadas 
del exilio continuaban en relación con los grupos con 
Los que habían estado vinculadas en los países donde 
vivieron. 


1 | Publicación del Grupo de Estudios sobre Condición de la Mujer (GRECMU). 


\ 197 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Las mujeres con inquietudes feministas formaban un gru¬ 
po heterogéneo y cambiante; algunas de ellas carecían 
de militancia orgánica, otras formaban parte de alguna de 
las muchas organizaciones y grupos que se conformaron 
en los primeros años de los 80 (ciedur, 1986), otras tenían 
una doble militancia alternando su inserción en partidos 
políticos — mayoritariamente dentro de La izquierda— y en 
el movimiento sindical. Tal vez como consecuencia de la 
circulación de feministas en distintos ámbitos, en 1986 
la Comisión de Mujeres del Partido Comunista organizó 
el seminario «La mujer uruguaya hoy», en el que par¬ 
ticiparon mujeres de diversas procedencias políticas. Un 
eje temático correspondió a salud y sexualidad; allí Las 
ponentes enfatizaron en la necesidad de pensar una se¬ 
xualidad placentera más allá de la reproducción; el tema 
del aborto fue esbozado aunque no se profundizó en él. 

El hecho de que eran pocas organizaciones de 
mujeres que adoptaron en los primeros años de la 
restauración democrática una posición institucional 
y pública a favor de la legalización o despenali- 
zación del aborto, aun cuando tenían integrantes 
que sí la asumían, fue uno de los desafíos para 
la construcción de un marco discursivo común en 
torno al aborto. (Johnson et ai, 2015: 21) 


El aborto se perfila como un tema 

DE LAS FEMINISTAS A FINES DE LOS 80 

Las mujeres uruguayas de aquellos años compartían con 
sus pares de otras regiones del mundo la noción de 
que la falta de control sobre sus vidas sexuales y sus 
cuerpos, con el consecuente control externo que toma 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


distintas formas, era uno de Los rostros de la opresión de 
que eran objeto. Sin embargo, en ese momento Los temas 
relativos a la sexualidad no eran los más convocantes, 
sino que iban de la mano de la salud sexual y reproduc¬ 
tiva. Había dos organizaciones que ofrecían servicios en 
salud sexual y reproductiva. Una de ellas era feminista, 
Colectivo de Mujeres María Abella, localizada en una zona 
periférica de Montevideo. La otra provenía del campo de 
la salud, funcionaba dentro del Centro Hospitalario Pe- 
reira Rossell 2 y tenía un marcado sesgo feminista como 
consecuencia del liderazgo de una de sus integrantes. 

Por su parte, entre los grupos de mujeres, especialmente 
en los de outoconciencio, crecía la inquietud por La sa¬ 
lud sexual y reproductiva. Las feministas comprometidas 
con la temática se relacionaron con feministas de otras 
latitudes preocupadas por los mismos temas y pasaron 
así a formar parte de redes globales. En 1984 algunas 
habían participado en el IV Encuentro Mundial de Mujer 
y Salud, en el que tuvieron ocasión de contrastar las 
distintas realidades con feministas de otros lugares del 
mundo. Allí se fortalece la ¡dea de los derechos repro¬ 
ductivos en tanto centrales para La vida de las mujeres. 
Los aspectos relativos a la reproducción no podían re¬ 
ducirse a un tema de salud, las mujeres demandaban 
el derecho a decidir sobre su maternidad y sus cuer¬ 
pos. Las bases ideológicas de la conceptualización de 
derechos reproductivos se encuentran en Los conceptos 
de integridad corporal y autodeterminación sexual, ca¬ 
racterísticos del feminismo de la segunda ola (Correa y 
Petchesky, citadas por Durand y Gutiérrez, 1998: 290). 


2 | aupfyrh (Asociación Uruguaya de Planificación Familiar y Reproducción Humana) 
ligada a la ippf (International Planned Parenthood Association, ong internacional abo¬ 
cada a la salud y los derechos reproductivos). 


\ 199 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


Para poder consolidar este derecho y apoyar a las mu¬ 
jeres en las distintas regiones del mundo, se formó la 
Red Global de Mujeres por los Derechos Reproductivos 
(Women’s Global NetWork for Reproductive Rights), con 
sede en Ámsterdam. También se funda la Red de Salud 
de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe (rsmlac), 
con la finalidad principal de brindar información a orga¬ 
nizaciones feministas y de mujeres, así como a grupos 
proveedores de servicios de salud a nivel Local y regio¬ 
nal mediante la creación de un centro de documenta¬ 
ción y la publicación de una revista con una perspectiva 
feminista, al tiempo que articular acciones entre grupos 
y organizaciones del subcontinente. Ese mismo año la 
Coalición Internacional para la Salud de Las Mujeres (In¬ 
ternational Women’s Health Coalition), con sede en Nue¬ 
va York, y Católicas por el Derecho a Decidir, con sede 
en Washington, comenzaron un sostenido intercambio 
con los grupos latinoamericanos. En Uruguay desde un 
primer momento hubo grupos que se integraron a La 
Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del 
Caribe. Asimismo, en 1987 se crea la Oficina Local de 
Católicas por el Derecho a Decidir (cdd), que pasa a ser 
la sede de la coordinación regional, cdd, que se fun¬ 
da sobre la ¡dea de que Las mujeres tienen derecho a 
decidir sobre su propio cuerpo, buscaba «alentar a las 
mujeres y hombres católicos a reconocer y exigir sus 
derechos sexuales y reproductivos según las máximas 
de su conciencia» (Aguirre, 1991 en Johnson et ai, 
2015: 20). Está integrada por mujeres católicas, algunas 
de ellas teólogas laicas, y ofrece una postura alternativa 
a la hegemónica proveniente deL Vaticano. A fines de 
Los 80 se constituye en un referente con relación a la 
temática deL aborto. 


\ 200 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


El aborto se había convertido en una de las reivindi¬ 
caciones centrales de las feministas. Cada vez eran 
más quienes consideraban central el derecho a decidir 
sobre sus cuerpos, sobre su maternidad. En 1987 se 
realiza el Primer Encuentro de Salud de las Mujeres, 
en el Instituto de Higiene. Allí se lleva a cabo un taller 
sobre aborto, que fue el más concurrido de Los varios 
que conformaban el encuentro. En él las participantes 
afirmaron en voz alta «yo aborté», reivindicando la 
apropiación del cuerpo, a la vez que desafiando la ley 
que lo penalizaba. Como culminación del proceso, se 
hizo una manifestación que reunió un elevado número 
de mujeres: Movimiento de Mujeres por la Legalización 
del Aborto. Las mujeres definitivamente estaban recla¬ 
mando el derecho a decidir, y estaban articulando un 
discurso común. 

En octubre del mismo año se lleva a cabo el Primer 
Encuentro Nacional de Mujeres del Frente Amplio, en el 
que se desarrollan distintos talleres, uno de ellos dedi¬ 
cado a la salud de las mujeres. 

Asimismo, desde 1987 la publicación del Colectivo Coti¬ 
diano Mujer recurrentemente difundía artículos sobre el 
aborto. En 1989 publica el libro Yo aborto, tú abortas, 
todos callamos, que ofrece una serie de testimonios de 
mujeres que abortaron. Constituyó un hito porque asen¬ 
tó una postura política feminista clara, al tiempo que 
abrió el debate colocándolo en la agenda. 


\ 201 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


El aborto, los feminismos y las conferencias 
de Naciones Unidas 

El cambio de década llegó con el aborto en el aire, se 
había convertido en un tema central en las demandas 
de las feministas. El Encuentro Feminista de San Ber¬ 
nardo (Argentina) 3 había proclamado el 28 de setiembre 
Día por el Derecho al Aborto de las Mujeres de América 
Latina y del Caribe. En Uruguay, Los 90 comenzaban 
con un nuevo período de gobierno, con la presidencia 
de Luis Alberto Lacalle del Partido Nacional y un Parla¬ 
mento con mayor participación de la izquierda que en 
el período anterior. En cuanto al gobierno departamental 
de Montevideo, el Frente Amplio accedía al poder por 
primera vez. Varias feministas pasaron a integrar progra¬ 
mas de gobierno, especialmente a nivel departamental. 
En el ámbito de la Cámara de Representantes comienza 
a tratarse el tema de la legalización del aborto. El di¬ 
putado del Frente Amplio Rafael Sanseviero elabora un 
anteproyecto de Ley de interrupción voluntaria del em¬ 
barazo con el apoyo de la abogada feminista Graciela 
Duffau y la consulta permanente al movimiento de mu¬ 
jeres. El proceso de elaboración puso el debate sobre la 
Legalización del aborto en Los medios y definitivamente 
en la agenda política y pública. El Sindicato Médico del 
Uruguay auspició el Seminario de Bioética y Legislación 
que reunió a representantes de las distintas posiciones 
respecto a la legalización del aborto; en él participaron 
feministas que expusieron las perspectivas desde el mo¬ 
vimiento. 4 Finalmente el proyecto de ley fue presentado 

3 | Se llevó a cabo en San Bernardo entre el 18 y el 24 de noviembre de 1990; 
el taller sobre aborto en el que se acordó la declaración fue organizado por la 
Comisión al Derecho al Aborto de Argentina y por Católicas por el Derecho a Decidir 
de Uruguay. 

4 | Las presentaciones se reunieron en una publicación; ver Pérez, 1993. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


con el apoyo de Legisladores de todos los partidos y fue 
aprobado por unanimidad por la Comisión de Bioética 
de la Cámara de Diputados en 1993, pero no llegó a 
ser tratado en el plenario de las cámaras. 

Después de ese momento cuando el debate sobre la Le¬ 
galización del aborto había llegado a un clímax, el tema 
se fue desvaneciendo Lentamente en La agenda política 
pública. Devino en una cuestión del orden de Lo priva¬ 
do, de la cual no se hablaba, lo que paulatinamente Lo 
transformó en secreto. Para entender este proceso es 
importante considerar que paralelamente a las discusio¬ 
nes sobre la Legalización del aborto en el Parlamento, 
el Poder Ejecutivo llevó a cabo medidas administrativas 
que ponían trabas al acceso a Los abortos que Las mu¬ 
jeres podían realizarse en función de los eximentes y 
atenuantes que establecía la Ley 9.763, 5 los cuales nun¬ 
ca habían sido aplicados cabalmente, pero en esos años 
aún menos. La agudización de Las restricciones provocó 
Lo que podríamos denominar un proceso de «clandesti- 
nización» mayor. Las denuncias epidemiológicas dejaron 
de lado la confidencialidad de la identidad de las mu¬ 
jeres, tal como Lo estipulaba La Ley. Se volvió frecuente 
que los médicos denunciasen a las mujeres que acudían 
a Los servicios hospitalarios con complicaciones posa¬ 
borto, aunque difícilmente esto tuviera consecuencias 
judiciales (Sanseviero, 2003; Rostagnol, 2014). 

Diversos grupos continuaron sus actividades militantes y 
de reflexión, aunque tal vez uno de Los aspectos más 
distintivos de la década fue el intento de articular entre 
diversas organizaciones. En 1992 se creó el Espacio Femi- 

5 | Los eximentes y atenuantes eran violación, penuria económica, riesgos de salud 
y penuria económica. 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


nista, que, como su nombre Lo indica, se constituyó en un 
espacio informal de encuentro de feministas. Conovacaba 
tanto a mujeres provenientes de organizaciones como a 
otras que Lo hacían a título personal. La poLitóLoga Niki 
Johnson transcribe un fragmento de una entrevista en el 
que Le dicen que fue pensado como «un espacio para la 
reñexión y la acción que nos permitirá trasmitir nuestra 
opinión sobre temas sociopoLíticos, tanto aquellos particu¬ 
lares de las mujeres como asuntos generales relacionados 
con eventos nacionales e internacionales» (Johnson et ai, 
2015: 21). Como espacio de reflexión desarrolla encuen¬ 
tros tendientes a profundizar en el conocimiento de las 
teorías feministas mediante la reflexión colectiva. Asimismo, 
se propone llevar a cabo algunas acciones, entre ellas re- 
vitalizar el tema del aborto luego de 1994, pero no logra 
colocarlo en la agenda central del movimiento. Mantuvo 
una presencia en los medios de comunicación, haciendo 
un seguimiento de las políticas de gobierno que concer¬ 
nían a Las mujeres. En 1997 dejó de funcionar. 

Desde Los primeros años de la década, el involucramiento 
de las feministas uruguayas en los procesos de las Con¬ 
ferencias de Población y Desarrollo de El Cairo primero 
y de la Mujer en Beijing después, junto a la influencia 
de estos procesos en las organizaciones feministas, ha 
desempeñado un papel fundamental en el reposiciona- 
miento de las demandas relativas a La sexualidad y la re¬ 
producción desde una nueva perspectiva. Las mujeres se 
organizaron primero para participar en ambos procesos 
y luego para monitorear la implementación de Los com¬ 
promisos asumidos en las conferencias. Este momento 
se define por la intersección de las dinámicas feministas 
nacionales, regionales e internacionales. Responder a Los 
procesos de las conferencias mencionadas exigió al mo- 


\ 204 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


vimiento de mujeres La formación de redes con diversos 
grados de formaLización y de democracia interna. En ellas 
se desarrollaron espacios de coordinación internaciona¬ 
les, procurando una articulación y consonancia entre las 
dinámicas Locales y los foros regionales e internacionales. 
Este estado de cosas repercute en un relacionamiento 
distinto entre las organizaciones feministas y el Estado. 
Como señalan Correa y Pecheny (2016: 33), «en el con¬ 
texto de sinergia virtuosa entre Los planos nacional, regio¬ 
nal y global surge la Comisión Nacional de Seguimiento 
de Beijing», cosa que sucede en 1996 atendiendo a la 
necesidad de dar seguimiento a la experiencia de Beijing. 
Lleva a cabo un trabajo de monitoreo de Los compromi¬ 
sos asumidos en la IV Conferencia Mundial de la Mujer, a 
la vez que articula los distintos grupos y organizaciones 
feministas de todo el país, que llegaron a ser unos 40. 
Pasa a ser un actor clave en el concierto nacional, al 
mantener una mirada atenta a las políticas relativas al 
género, señalando las omisiones. En más de una oportu¬ 
nidad se convierte en un interlocutor del gobierno y por 
tanto incide en las políticas de una u otra manera. 

Se fortalece la participación de las feministas uruguayas 
en redes regionales e internacionales. Entre ellas, la Red 
de la Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Ca¬ 
ribe permite coordinar regionalmente acciones de salud 
de las mujeres y habilita discusiones entre las feministas 
prolegalización del aborto. Asimismo, varias organizacio¬ 
nes se articulan en la campaña del 28 de setiembre, 
Día por el Derecho al Aborto de las Mujeres de América 
Latina y del Caribe. Así, con mayor o menor énfasis, las 
organizaciones feministas llevan a cabo distintas acciones 
para conmemorar la fecha, desde conferencias de prensa 
hasta encuentros públicos para colocar el tema en la 


\ 205 [ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


agenda política. A fines de la década, en 1998, se cons¬ 
tituye el enlace uruguayo del Comité de América Latina 
y el Caribe para la Defensa de Los Derechos de las Mu¬ 
jeres (cladem), que mantuvo desde el primer momento un 
fuerte compromiso con la legalización del aborto. Estas 
múltiples articulaciones fueron posibles en buena medida 
gracias a la generalización de las nuevas tecnologías de 
información y comunicación que en Los 90 cambiaron 
radicalmente la forma de comunicación. 

Así es que redes y coaliciones desarrollaron programas 
sobre las necesidades y derechos de las mujeres y do¬ 
cumentaron las acciones realizadas para implementar la 
Plataforma de Acción de El Cairo y de Beijing. Se consta¬ 
ta una preocupación por la accountability de las organi¬ 
zaciones y grupos feministas con relación a Las políticas 
públicas en el área de la sexualidad y de la reproducción. 

Las conferencias también impactaron en las políticas pú¬ 
blicas, en Los planes y programas gubernamentales. El 
concepto de salud reproductiva reemplazó al de planifi¬ 
cación familiar en las agendas de Las políticas públicas, 
aunque en un principio fue más un cambio terminológico 
que conceptual. La Conferencia Internacional de Población 
y Desarrollo adoptó la definición de salud reproductiva 
de la Organización Mundial de La Salud. Esto facilitó al 
movimiento de mujeres llevar adelante negociaciones que 
permitiesen colocar la salud reproductiva en el contexto 
de Los derechos reproductivos. Sonia Correa (s/f) señala 
que definir la agenda de derechos y salud sexual y re¬ 
productiva en el nivel más básico es la búsqueda tanto 
de la satisfacción de las necesidades sexuales y repro¬ 
ductivas de la gente, especialmente de las mujeres, como 
de Los cambios Legales con relación a la sexualidad y la 


\ 206 \ 



Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


reproducción. Esto constituye una agenda política clásica 
dirigida al Estado en tanto pilar central de la regulación 
normativa en la sociedad actual. Agrega la mencionada 
autora que aquí Estado refiere tanto a la ¡dea tradicional 
del Estado nación como a los nuevos aparatos de regu¬ 
lación del tipo el de Naciones Unidas o el Banco Mundial. 

El proceso de El Cairo y especialmente el de Beijing 
llevaron a las organizaciones de mujeres, hasta ese 
momento acostumbradas a la acción directa, a ingresar 
al terreno de las negociaciones. Las manifestaciones 
callejeras dejaron de ser formas de presión para dar 
paso a acciones de cabildeo y a negociaciones para 
hacer llegar sus demandas y que estas fueran (o no) 
incorporadas a las políticas públicas. El éxito en estos 
procesos implicaba una cierta especialización que incluía 
conocimiento tanto de la temática como de los proce¬ 
dimientos. Se había pasado del enfrentamiento, muchas 
veces en términos muy radicales, a la negociación, la 
cual en ocasiones también mantuvo posturas radicales. 
La profesionalización del feminismo va de la mano del 
proceso de oenegeización. Estos procesos se vieron 
acompañados de una desmovilización de la militancia 
en distintos ámbitos. En esta década las estrategias de 
las feministas se diversifican. En algunas se Lleva a cabo 
un proceso de institucionalización. Algunas directamente 
entrando al Estado, especialmente en el gobierno mu¬ 
nicipal de Montevideo, al que había accedido el Frente 
Amplio; otras participando en organismos internaciona¬ 
les, utilizando esos espacios para canalizar las deman¬ 
das feministas. Esto provocó dilemas y discusiones entre 
Las feministas, que adoptaron estrategias diversas para 
Luchar por los cambios sociales necesarios para terminar 
con las relaciones patriarcales. En contraste con quienes 


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Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995 


siguieron un camino con distintos grados de institucio- 
nalización, otros grupos siguieron caminos autónomos. 
La ¡dea subyacente en ellos era la desconfianza frente 
a los organismos gubernamentales e intergubernamen¬ 
tales, en el entendido de que la institucionalización era 
un camino de cooptación que desembocaba en dejar de 
lado las reivindicaciones originarias. 

Después de la conferencia de El Cairo, los discursos del 
feminismo uruguayo se centraron en Los derechos sexuales 
y reproductivos, subsumiendo el aborto a estos, lo cual le 
quitó visibilidad como hecho específico. Esto se constató 
en el Encuentro Mujer y Salud en Uruguay llevado a cabo 
en 1996. En este, a igual que en aquel de 1987, se realiza¬ 
ron talleres, en esta oportunidad sobre mujer y sida, cán¬ 
cer en la mujer, embarazo adolescente, menopausia, salud 
mental y violencia, y derechos sexuales y reproductivos. 
En este último se hizo una sola mención a la interrupción 
del embarazo; el taller discutió sobre anticoncepción, ma¬ 
ternidad voluntaria, maternidad como derecho, educación 
sexual e información, derecho al placer y sexualidad plena. 
El tema del aborto como tal aparecía subsumido en otros, 
se estaba lejos de que los grupos y organizaciones de mu¬ 
jeres lo tomaran como lo habían hecho diez años antes. 

Existían enfoques distintos entre Las feministas, para al¬ 
gunas el derecho al aborto legal continuaba siendo una 
bandera de lucha específica, mientras que otras conside¬ 
raban que debía incluirse en el ámbito más amplio de los 
derechos sexuales y reproductivos. De cualquier manera, 
hay una movilización por los derechos sexuales y repro¬ 
ductivos que incluye particularmente el aborto. Algunos 
grupos feministas, especialmente el Espacio Feminista, Co¬ 
tidiano Mujer, Mujer y Salud del Uruguay y Católicas por el 


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Derecho a Decidir, entre otros, continúan intentado colocar 
la legalización del aborto en la agenda política. Así, se 
presiona para que el proyecto de ley que fuera aprobado 
por la Comisión de Bioética de la Cámara de Representan¬ 
tes en 1993 se presentara en la Legislatura siguiente. Se 
Lo presenta en 1998, pero no consigue abrirse paso para 
ser tratado. El tema deL aborto está latente, pero no logra 
pasar a un primer plano de la agenda. 

Las mujeres siempre fueron sujetos políticos, y parece 
que en la década de los 90 Los gobiernos toman cierta 
conciencia de ello, incorporando tímidamente algunas 
demandas feministas a las políticas públicas y conside¬ 
rando la perspectiva de género en otras. En muchos paí¬ 
ses de la región se instalan mecanismos para el avance 
de las mujeres; en Uruguay el Instituto de La Mujer —que 
por unos años pasó a llamarse de la Mujer y la Familia- 
existía nominalmente porque carecía de financiación. Al 
mismo tiempo, las mujeres de la región, y las uruguayas 
también, presentan sus demandas de ejercicio de una 
ciudadanía plena, entendida como el derecho a tener 
derechos, es decir, como proceso, como construcción 
continua e inacabada. El movimiento de mujeres, con un 
fuerte componente feminista, ha sido fundamental para 
la elaboración y visualización de las reivindicaciones de 
Los derechos sexuales y Los derechos reproductivos de 
las mujeres. Aun cuando no Los haya asumido como 
uno de Los ejes políticos de su lucha en la totalidad del 
período analizado, sentó las bases para el proceso que 
en los primeros años del siglo xxi puso definitivamente el 
tema de la Legalización del aborto en la agenda política, 
culminando con la Ley 18.987, promulgada en 2012, la 
cual, si bien no contempla todas las demandas feminis¬ 
tas, ha habilitado abortos Legales y seguros. 


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